Ya ni en EL MUNDO quieren saber nada del PP.
La milonga de la herencia socialista
En mi casa somos de derechas desde los Reyes Godos, como mínimo. Hemos sido muy de Carlos V, Felipe II, Narváez, la CEDA y hasta del Generalísimo Franco. No nos ha faltado cintura para adaptarnos a las circunstancias. Hasta hemos votado al PP en distintas elecciones, bien es verdad que con desgana porque no es un partido arrebatador. Más bien todo lo contrario. De sus líderes poco se puede decir, salvo subrayar su ausencia de carisma y la virtud de la paciencia para que sus adversarios -González y Zapatero- se consumieran en la hoguera de sus errores, sin mayor mérito que el de esperar a que la fruta madura cayera del árbol.
Hablo, pues, con la autoridad que me confiere el haber pertenecido a una familia conservadora desde tiempos inmemoriales. No somos sospechosos de bolchevismo, pero tampoco tenemos una venda en los ojos. En suma, no somos gilipollas. Observamos, escuchamos, leemos y tenemos memoria. Por eso me extraña que aún haya gente de derechas que se crea los argumentos de Rajoy y su tropa. La candidez de esas personas me conmueve. Por suerte, son muchos más los votantes del PP que se sienten engañados con este Gobierno porque ha hecho todo lo contrario de lo que prometió en las pasadas elecciones. Actúa como un ejército de pollos sin cabeza. ¡Qué crédito puede tener un Ejecutivo que sube los impuestos, abarata el despido, nacionaliza bancos y se comporta como si nada hubiera ocurrido!
Claro que siempre les queda a mano al desdichado Zapatero. ¡Es la maldita herencia!, nos dicen. ¡Nos engañaron con el déficit!, proclaman a quienes les quieren oír. Pero esa patraña, de tantas veces escuchada, ya no cuela. Si los elegimos es porque sabíamos que los socialistas, además de pésimos gobernantes, eran mentirosos. ¿A qué cuento viene sorprenderse? ¿Acaso no sabían que heredaban un erial? ¿Tiene ZP la culpa del agujero de Bankia o de la bancarrota de las comunidades del PP? Los españoles les dieron una mayoría absoluta no para buscar excusas sino para aportar soluciones. Cierto es que ha pasado poco tiempo para ver los frutos, que se necesita al menos un año para percibirlos, pero no deja de ser preocupante que hoy la situación del país sea mucho peor que hace seis meses.
Si en este junio trágico España es sometida a alguna clase de intervención, aunque el Gobierno la disimule con un vocabulario interesado, la responsabilidad principal habrá sido de Rajoy, el hombre que sabía lo que tenía que hacer para sacarnos de la crisis, pero que ahora anda perdido en su laberinto. De momento, del presidente sólo nos llegan sus dudas y sus zozobras. No es, desde luego, la mejor manera de tranquilizarnos. Creíamos haber encontrado un líder y vemos que sólo es un político vacilante, ambiguo y muy superado por los acontecimientos.
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