Una contra deliciosa, de la vanguardia:
"'Low cost': usted paga menos y pronto le pagarán menos"
Apple tuvo un pico de demanda y para cumplir sus compromisos se vio obligada a triplicar la producción...
¿Movilizó media California?
Despertó a todos sus trabajadores de Guangdong a las dos de la madrugada.
¿Son muchos?
La subsidiaria de Apple, que trabaja también para otras megatecnológicas, cuenta con un millón cien mil empleados.
No es una pyme.
Apple necesitaba doblar la cadena nocturna y en una hora lo logró. A las tres de la madrugada, todos ya trabajaban a tope, y a las diez de la mañana se había cubierto el pico.
¿Cómo lo sabe?
Es un caso de manual en las universidades. Tratamos de explicar cómo el hambre de trabajo de millones de inmigrantes chinos del campo a la ciudad permite milagros productivos globales como Apple.
Quien emigra suele trabajar más.
Estamos en un proceso imparable en el que a medida que los trabajadores de países emergentes vayan adquiriendo más derechos –ojalá los logren pronto– nosotros, los empleados de países anteriormente ricos, los iremos cediendo... con nuestros salarios.
En Harvard dicen que el equilibrio entre sueldos y derechos de los chinos y nosotros se alcanzará en veinte años.
Cada vez que un trabajador norteamericano entra en Wal-Mart y compra productos chinos baratos está rebajando su salario.
Que se preparen también para trabajar como chinos por el salario de los chinos.
Es el mismo proceso. Usted compra barato lo que antes fabricaban en su país o en otro país europeo que respetaba los derechos laborales y, de ese modo, contribuye a liquidar su empleo y a rebajar su propio salario.
Los chinos tienen derecho a prosperar.
Por eso mismo: prosperar significa conseguir derechos laborales. Pero seamos realistas: no podemos bajarnos del tren de la globalización, porque aislarse sería peor que la peor de sus consecuencias.
Podemos intentar entenderla.
Veamos: los estados europeos habían conseguido tras la guerra una cierta estabilidad en sus estados nación, dentro de lo que los juristas llaman marco westfaliano.
Íbamos tirando.
Cada Estado protegía a sus ciudadanos y, mediante sus impuestos, redistribuía la riqueza que creaba su economía en forma de servicios del Estado de bienestar.
Algunos lo hacen mejor que otros.
Pero para poder redistribuir la riqueza, primero hay que crearla, y lo que Europa fabricaba y vendía para mantener sus servicios hoy lo fabrican y venden mucho más barato los países emergentes.
Eso lo sabíamos.
Pero es que, además, el peso del capital financiero especulativo y sus instrumentos de intervención multiplica varias veces el capital invertido en producir bienes. Su enorme poder acelera la competitividad global, un proceso que antes era más lento.
El especulador proporciona liquidez.
Y antes de eso, los occidentales ya hemos cedido bienestar sin darnos cuenta...
Es que estos años han sido duros.
Estas décadas. Recuerde que sus padres podían vivir relativamente bien sólo con el salario del cabeza de familia. Hoy son imprescindibles dos sueldos para mantener el mismo nivel de vida en un hogar.
Pronto harán falta tres para vivir peor.
Nuestra convergencia con las condiciones de vida de los emergentes podría, no obstante, ser menos traumática para todos si interviniéramos como ciudadanos democrática y soberanamente en el proceso.
¿Hay alternativa a aguantarse?
Por supuesto. Antes le hablaba de Wal-Mart y la vida low cost: usted paga menos y así le acaban pagando menos a usted.
Nadie regala nada por nada.
Y en el otro extremo está el high tech: Google, Facebook, Apple... Son sectores californianos donde los sueldos se han disparado.
¡Pero aquí evaden sus impuestos!
Porque sus estados nacionales europeos ya son impotentes para hacerles pagar. Pueden confiscar las rentas del trabajo de sus clases medias, pero son incapaces de hacer pagar a grandes fortunas o multinacionales.
¿Si quisieran, podrían?
Han entrado en una subasta competitiva por atraer inversiones y empleos que incluye hacer la vista gorda fiscal con las multinacionales, porque ellas pueden crear empleo.
También tienen miedo a que los grandes capitales huyan de la fiscalidad.
Se gravan más las rentas del trabajo que las del capital, precisamente por la misma lógica anticuada: si se molesta al gran capital, se irá a otra parte y perderemos inversiones. Si evitáramos los paraísos fiscales –algo perfectamente factible con la suficiente presión ciudadana–, se frenaría ese proceso.
No tenemos estados capaces de eso.
Han sido desbordados por la globalización. Estamos hablando de problemas globales que requieren soluciones globales. Y eso implica un nuevo cosmopolitismo que las haga posibles. Hoy sólo las clases medias creen en el Estado nación: las clases altas lo utilizan y las clases bajas son migratorias.
El nacionalismo es de clase media.
Necesitamos un nuevo cosmopolitismo que sepa ver que nuestros grandes problemas globales ya no tienen soluciones nacionales. Así podremos crear instituciones globales para solucionarlos.
http://www.lavanguardia.com/lacontra/20120229/54261572081/nancy-fraser-low-cost-usted-paga-menos-y-pronto-le-pagaran-menos.html