Hace tiempo que no participo activamente en los foros (aunque no he dejado de leer la saga Charles/Oscarcot con total interés).
Lo cierto es que me habéis ayudado mucho a reafirmar mis ideas sobre armonía, ciencia, objetividad y subjetividad. Gracias.
El dilema de la percepción humana, de su fiabilidad para proporcionarnos datos de nuestro entorno en comparación con nuestro intelecto es más antiguo que la escala de pitágoras. Hay miles de páginas al respecto y muchas dedicadas a la música como una de las artes más complejas de explicar. Desde el fenómeno acústico (la vibración del aire) a la idea musical, pasando por la excitación de nuestro sentido del oído y por el procesamiento de la señal eléctrica de las neuronas hasta nuestro cerebro (donde el "misterio" está aún sin resolver) hay todavía pocas teorías confirmadas.
Desde luego que la física de las ondas está muy estudiada. Pero el problema se haya en nuestro entendimiento, nuestras emociones de respuesta, la acción selectiva de nuestra percepción, etc.
La armonía, la teoría musical, la acústica, la estética, la filosofía o la psiquiatría están empeñadas en darnos la respuesta lo antes posible y a su manera de la experiencia musical, la mayoría de las veces contradiciendo unas a otras. Creo que en ese magma de ideas "científicas" cada uno de nosotros se suma a la que se adapta a su manera de entender el mundo, en particular la música. Pero la visión de todas estas ideas juntas (o al menos de una parte) da que pensar que ninguna es válida o falsa. Si os fijáis en la historia de la música, este mismo problema de conceptualizar la práctica musical (la composición, lainterpretación, la escucha, etc.) ha enfrentado a unos y a otros con ideas de cómo debía realizarse tal o cual cadencia, de cómo debe afinarse la escala, cómo debe esto y cómo debe lo otro. Todos usaban sus creencias oponiéndolas a las de los demás, a las de sus antecesores y las de sus coetáneos.
Pero lo más sorprendente es que no ha dejado de haber tampoco una música sorprendente, genial, e insuperable en cada época. Bach no desbanca a Tomás Luis de Victoria, ni Haydn a Bach, ni Mozart a todos aquellos. Los cuartetos de Bartok no son mejores que los de Beethoven, ni Halfter compone mejor que Bernstein. Lo maravilloso del arte, al que nos dedicamos, es que no hay motivo para desechar obras ni modos de hacer música del pasado. Aunque usaran modelos de armonía que consideremos erróneos o caducos sus obras hablan por sí mismas.
Muchos en este foro son moderados a ese respecto. Yo me sumo a esa manera de ver la música. Hoy día podemos oir lo que nos plazca (¿acaso creéis que un oyente de Mozart de su época pudo siquiera escuchar la cantidad de obras no sólo de Mozart que tenemos a nuestro alcance?), poseemos medios para la composición y producción musical cada día más avanzados, y el océano de teorías de la música, de escuelas de composición, de interpretación, de modelos de enseñanza inagotables. Conviven multitud de estilos nacionales y globales actuales con todos de los que tenemos noticia del pasado. Da vértigo, ¿verdad?
Me parece que la lucha dialéctica de Charles y Oscarcot y de cuantos siguen a uno o a otro reproduce y perpetúa el problema de querer imponer una visión de la música única. A estas alturas de siglo XXI ya deberíamos haber aprendido a desechar los modelos universales de armonía, propios de la ilustración y no de la globalización (para bien o para mal) de nuestro tiempo.
Yo siempre he creído en que un músico debe ser instruído en la tradición, que es la mejor manera de aprender del genio de nuestros antecesores. Todo lo demás, los inventos que uno quiera asumir para explicar su música o la de otros, es cosa de cada uno. Los que acuden a este foro de teoría tratando de resolver problemas prácticos de producción musical deberían empezar por ahí, por lo que ya hicieron otros, por la visión tradicional de los acordes y las escalas. Y deben procurar, eso sí, obtener el conocimiento de cuantas más fuentes mejor: libros de teoría, análisis de partituras, transcripciones y escuchas atentas, etc.
Mi modelo de enseñanza no propone una armonía universal (porque no creo que exista), ni natural (porque lo más cerca que estará la armonía de la naturaleza es de la naturaleza humana). No tiene leyes sino consejos. Tiene recetas, y reglas, claro. Pero está en la voluntad de cada uno aceptarlas o no (para ello hay que conocerlas bien, sin duda).
Dejad las leyes para el derecho. Yo, de momento, son las únicas a las que las hago caso.
Salud y música,
Miguel