Netz escribió:
los creyentes hablando de mentes retorcidas?
anda que vuestras creencias son todas perfectas...
gracias a muchos de esos experimentos hoy puedes ir al medico a que te opere, vacune, cure, etc...lo otro es seguir rezando...elije rápido...
Netz, No descontextualice los comentarios, por favor. Estoy hablando de un caso específico, el de Robert White (El neurocirujano del trasplante de cabeza) Ahora bien, soy de los que opinan que el fin no justifica los medios, por más bien que genere a la humanidad o a la ciencia. Su experimento es cruel. Asesinó 2 simios, que a nivel biológico son prácticamente idénticos a nosotros, por no decir que idénticos. La cabeza del chimpancé trasplantada al cuerpo descabezado del otro chimpancé, estuvo totalmente consiente durante una semana, pero sin ningún control sobre su cuerpo, y manteniéndole vivo a base de medicamentos, sondas, etc., y así lograr que el cuerpo no rechazase el cerebro nuevo.
Robert white, debería saber que la cabeza injertada en el nuevo cuerpo, no iba a poder controlarlo (al cuerpo), ya que previamente no resolvió el problema de cómo unir el cerebro a la médula espinal, que es la encargada de transmitir los impulsos nerviosos a los nervios raquídeos, quedando así comunicados el cerebro con el cuerpo. Entonces, me pregunto yo, ¿por qué no solucionó antes el problema de unir el cerebro con la médula espinal? ¿Quería ayudar a la investigación, o le urgía ser el primero en lograr un trasplante de cabeza? Digo urgía, porque precisamente en otros países se estaba investigando sobre lo mismo.
El experimento sirvió para 3 cosas: 1. demostrar que una cabeza se puede mantener viva (artificialmente, es decir con ayuda externa de medicamentos, sondas, etc.) en otro cuerpo, aunque de cuello para abajo quede paralizado. 2. Matar a dos chimpancés, uno de los cuales tuvo que padecer la angustia de verse privado de su movilidad, además de verse rodeado de desconocidos, cables, maquinas, etc., podía ver, escuchar, saborear y quién sabe qué cosas más. Y 3. Que Robert white (En representación de Estados Unidos) se convirtiera en el primer neurocirujano en hacer un trasplante de cabeza. La finalidad de su experimento, es muy cuestionable. Eso fue en los años 70, hoy en día sería ilegal realizarlo. Actualmente hay ciertas normas en cuanto a experimentación en animales y un debate permanente a nivel bioético.
Otra mente científica de esta misma calaña, fue la mente de josef mengele, responsable de toda la investigación “científica” en Judíos recluidos en los campos de concentración Nazis durante la segunda guerra mundial. Fueron, entre otras “investigaciones”, las siguientes:
Experimentos con heridas en la cabeza: Registro de un niño de 12 años al que inmovilizaron atándole a una silla, y al que le dejaban caer un martillo mecánico cada pocos segundos.
Experimentos de congelación, para investigar la hipotermia: Pues eso, dejar en el invierno a la intemperie al judío o ruso de turno, o meterlo en una bañera con agua helada, con un termómetro insertado en el ano para poder saber cuál era la temperatura en la que moría, y luego intentar encontrar la mejor forma para su reanimación. Se llegó a la conclusión de que la mayoría perdían el conocimiento antes de morir y que solían fallecer cuando la temperatura corporal bajaba a los 25 grados.
Experimentos con trasplantes: Quitarle un hueso, músculo, etc., al judío de turno e injertárselo al ruso de turno, para estudiar la regeneración del mismo. Sin anestesia. Resultado: Intenso dolor, mutilación y discapacidad permanente.
Experimentos con agua de mar: Privarlos de alimentos y darle solamente agua de mar. Se estudiaba cómo hacer potable el agua de mar.
Y muchos más, con veneno, bombas incendiarias, infección con bacterias, no los voy a enumerar todos.
Ahora bien, las religiones, pues que vamos a decir que no sepamos. Atrocidades a montón. Los cristianos del comienzo de la era cristiana, pasaron de ser víctimas a victimarios.
Pero cuidado, que no solo hemos matado por religión (“en el nombre de dios”), sino también por la ciencia (“en el nombre del conocimiento”). También hemos matado por política, por futbol, por poder, “por amor”, por la patria, por un ideal, por una palabra, por un pensamiento.
Así que la culpa de que nos matemos, no es ni de la ciencia, ni de la religión, ni de la política. El conflicto surge cuando no hay comprensión, y solo puede haber comprensión cuando podemos ver la totalidad de las cosas; la totalidad de las cosas que podemos ver, sentir, percibir, etc., y la totalidad de nuestra condición de humanos, de nuestra anatomía, de nuestros condicionamientos que tenemos en todos los niveles, de la manera como percibimos la realidad a través de los sentidos, y la manera como la estructuramos a través del pensamiento, del lenguaje, etc., En un estado de comprensión de esta magnitud, donde entendemos que todo está relacionado con todo, a nadie se le ocurriría quitar una cabeza de un cuerpo, o un brazo, para injertarla en otro y ver qué pasa. Solo está teniendo en cuenta una visión muy parcial de la realidad, basada únicamente en intereses colectivos, o peor aún, en intereses personales (¿Será que estas “joyas” de científicos esperaban que les dieran un Premio Nobel, como si la investigación se tratáse de un campeonato de futbol?)
No existe una única historia, una única verdad. Si nos aferramos a una idea, nos estamos quitando la posibilidad de comprender, porque dejamos de comprender, para defender. Y en un estado de defensa puede surgir cualquier cosa, pero no racional, sino instintiva; nos convertimos en territoriales, queremos defender lo que es mío. Defender mi postura. Defender mi religión, defender mi creencia, defender mi raza, mi nación, etc. Y de ahí surge la ira, de la ira la violencia, etc. No se puede dialogar en una posición de defensa, no se puede investigar, no se puede comprender.
Así que no tengamos una visión fraccionadas de las cosas. Una mente “inspirada” por la ciencia puede hacer atrocidades, del mismo modo que puede hacerlo una mente “inspirada” por la religión, el futbol, o la deidad del botellón de 5 litros. No nos descalifiquemos. Ateos, religiosos, gnósticos, raperos, prootuleros, etc., somos en esencia iguales.