Tampoco quiero dar ideas, pero a nadie se le ocurre a día de hoy incluir en el rider la necesidad de un bajista. Todos damos por hecho que si una banda necesita uno, éste formará parte intrínseca de la propia banda. Aún así, la teoría lo permite: una partitura bien escrita es lo único que un buen músico necesitaría para tocar perfectamente, dotando su gracia y sensibilidad como ese valor añadido extra que le permitiría mejorar su caché. Lo podrías pedir en el rider y así ahorrarte ir a buscarlo, gastar en transporte y dietas e incluso discutir en los ensayos: que toque lo que está escrito y que no dé ideas. Pero, con excepciones muy contadas, esto no es lo normal. Incluso cuando el bajista titular no puede hacer un concierto, te tomas la molestia de contactar con el sustituto, realizar un par de ensayos y aún así eso no te deja del todo tranquilo. Entonces, ¿por qué no lo haces con el técnico de sonido?
El técnico de mesa de PA (y tendría otro artículo para el de monitores) es el último elemento que conseguirá que tu banda suene de una manera u otra. El simple hecho de mezclar apenas 16 canales —ni que sea con el mejor equipo del mundo— puede ofrecer millones de variaciones posibles. De estas, quizá la mitad son horrorosas, y de la otra mitad te gustarán más unas que otras. De la misma manera que quieres que tu bajista ejecute con precisión todas y cada una de las notas de tu repertorio, la elección del técnico de sonido debe alinearse en esta misma sentencia: que suene todo como uno quiere que suene.
Es un principio que casi nadie tiene en cuenta, seguramente debido a la falta de cultura del propio espectador. Aunque no es el cometido de estas lineas, también haría falta educar a quien escucha. Pero mientras, uno debe ser consciente de su producto. Y en este eje no hay excusas.
Puedes decidir no tener técnico, claro está. Como también puedes decidir no poder disfrutar de una sección de metales. Pero al no llevar técnico lo que haces es abusar del trabajo de otros y, peor aún, dejar el control de tu producto en manos ajenas. Es verdad que, cuando montan un equipo en una plaza o vas a una sala de conciertos, hay como mínimo una persona que tiene los conocimientos técnicos necesarios para resolver con eficacia cualquier proceso de producción sonora; es decir, sabe manejar y bien el equipo que le rodea. De hecho, muchos de estos técnicos de sala y de empresas son, a su vez, técnicos de PA de otras bandas, por lo que su profesionalidad no suele estar en duda. Pero ellos cobran por un cometido que dista mucho de ser tu asalariado, pues no lo pagas tú. Dependerás totalmente de sus ganas de trabajar, a la par de su sentido musical y su empatía con tu banda, contigo y con el estilo que tocas. Incluso de su ánimo ese día, quizá estropeado porque todavía ni le has dicho “buenas tardes”, ¡con el trabajo que tienes esa tarde! Estoy convencido que no sonará mal, pero no te extrañe que no suene como tu quieras (y no confundas con “sonar mal”). Insisto, excepciones aparte, la única manera de controlar tu producto es controlando todos los procesos. Todos.
La mayoría de veces que discuto este tema, sale a la palestra el coste del técnico de sonido. “Es que cobran mucho”. Cobran lo que valen, y valen lo que ofrecen. Muchos serían los que quisieran tener en su banda a Dough Wimbish, pero se “conforman” con Antonio López, ese amigo de toda la vida. Dough no cobra lo que Antonio, pero es que Antonio toca de cojones, o como mínino es lo que necesitas: habéis crecido musicalmente juntos. Pues lo mismo con los técnicos: hay técnicos de todas las clases, presupuestos y estilos, algunos conocidos y otros por conocer. Incluso aquellos que crees que son caros e inaccesibles pueden querer disminuir su caché sólo por formar parte de tu proyecto, como hace Antonio que, cuando no es contigo, toca con esa banda de reconocido nombre. Además, de la misma manera que hace meses echaste a Juan —ese guitarra rítmica que tenía el sentido del tempo en el culo— siempre puedes cambiar de técnico.
Podrás discutir con él, como cuando lo haces con Antonio. Le podrás dar referencias sonoras (discos de otros), ir de conciertos juntos para escuchar lo que quieres, mejorar concierto tras concierto, elaborar los riders, preparar cada concierto como si fuera el más importante, independientemente del equipo. Ay, los equipos. A veces tendrás la suerte de tocar en salas preparadas, que suenan de lujo o en festivales de renombre (aunque sea a las cinco de la tarde), pero otras veces lo harás en salas cutres, equipos de mierda y mesas que parecen de los cincuenta pero que fueron compradas justo ayer. Será en estos últimos casos donde también agradecerás tener tu técnico, donde verás que tiene la maestría y la gracia de conseguir ese sonido que quieres con apenas cuatro cables, dos micros y unas cajas de plástico y LED azul.
Pronto reconocerás no sólo la ventaja de controlar tu sonido, sino de todos los otros procesos que hasta ese momento te hacías responsable dentro de la ignorancia. Llegarás a los bolos con la única misión de pensar en lo tuyo, ya sea cantar o tocar. Te despreocuparás de un montón de cosas, como el número de monitores, cómo deben sonar, qué micro es el más adecuado, su posición… tantas cosas que ahora estarán bajo la responsabilidad de tu compañero de viaje y trabajo, el técnico que, cómo no, domina mucho mejor que tu todos estos procesos. Incluso él podrá traducir eso de chillón, lata u oscuro en algo que los otros técnicos entiendan y puedan solucionar. Entonces, tendrás toda tu alma dedicada a lo importante: tocar.
Con más de 20 años de experiencia en los escenarios, es técnico de sonido especializado en FOH. Trabaja para bandas nacionales e internacionales como técnico de mesa, y es productor técnico para diferentes festivales y grandes eventos. Kinosonik es su estudio de sonido basado en plataforma digital. Le gusta compartir y le encanta aprender.