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La prevención de la sordera en músicos y técnicos de sonido

La sordera es un riesgo grave pero demasiado fácil para músicos y técnicos. Lo atestigua una larga y creciente lista de afectados con muchos grandes nombres archiconocidos. Una lista a la que muchos nos encaminamos (la de los afectados, no la de los famosos) de la mano de una despreocupación irresponsable. Admitimos agresiones constantes y demasiado evidentes que dejan su huella indeleble y acumulativa en un órgano tan complejo y sensible como nuestro oído. Y es que realmente estamos en malos tiempos para el oído de los colectivos de músicos y técnicos sometidos a agresiones inconcebibles, pese a ser una herramienta esencial que merecería mejor cuidado. Hoy os ofrecemos material serio para leer al respecto.

Aviso a la entrada de una sala de cine
Aviso a la entrada de una sala de cine
Visto en wikipedia... y en la entrada del cine :-(

Algunos casos conocidos

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Roger Daltrey a sus 74 años ha sido noticia en varios medios por unas declaraciones recientes, recomendando a los asistentes a los conciertos "ponerse los 'jodidos' tapones en los oídos". Él mismo reconoce que necesita leer los labios como apoyo para poder seguir una conversación, por las dificultades que tiene con la audición tras una vida de escenarios nada calmados en lo sonoro.

En 2016 medio mundo del rock se alarmó al saber que Brian Johnson, entonces cantante de AC/DC ocasionaba la cancelación de la gira por USA porque sus médicos le habían alertado de que su pérdida auditiva ya no podía aguantar más esa actividad sin un riesgo altísimo de acabar en severísima sordera.

Los casos de acúfenos (esos molestos 'pitidos' incesantes que parecen estar permanentemente en los oídos de los afectados) son muy habituales, y no por casualidad los presentean tantísimos baterías como Lars Ulrich de Metallica. Phill Collins es otro batería que ha referido problemas serios con su audición. Pero no se libra ningún instrumento. Eric Clapton o Anthony Kiedis (Red Hot Chili Peppers) han contado también que sufren de tinnitus.

Quizá podía tener alguna disculpa, por cierto 'desconocimiento', el que Nico (The Velvet Underground) o Pete Townshend (The Who) hayan degradado su oído, pero tantos años después es casi propio de masoquismo el que Josele Santiago de Los Enemigos se haya llevado como premio sordera de un oído, o que Chris Martin de Coldplay reconozca que llegó a darse cuenta demasiado tarde de su progreso hacia la sordera, progreso que ahora toda la banda intenta frenar (ya no retroceder) usando tapones a medida o auriculares para monitorizar con menor nivel.

Y es que parecemos querer ser sordos, nunca mejor dicho, a los avisos: los de los organismos de salud, los de las tablas que relacionan nivel en dB con tiempos de exposición y daño, o los de nuestros propios oídos cuya fatiga o dolor aparecen demasiadas veces sin que nos demos por enterados de que están pidiendo un cambio de costumbres.

Los riesgos, también para músicos de clásica

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Asociamos un mayor riesgo a los adolescentes por el uso de reproductores con auriculares a todo nivel y la visita frecuente a discotecas y actuaciones/festivales. No falta razón. En una reunión de varios hispasónicos, uno de ellos, profesor de universidad en temas de sonido, nos contaba que las mediciones de audición en sus alumnos (aún no veinteañeros) ofrecía desde hace lustros resultados peores de los que normalmente se asocian a personas de más de 50 años. Pero hoy no queremos hablar del público de las actuaciones o los bares ni de los consumidores de música con auriculares y reproductores MP3. Hoy nos mirarnos el ombligo: desde la perspectiva de prevención de riesgos laborales, es evidente que los músicos y técnicos de sonido forman un colectivo que necesitaría una vigilancia y sensibilización específicos. Aunque especialmente grave en el mundo pop/rock por los excesos a los que llegamos con la ampificación, tampoco se libran los músicos clásicos.

Hace un par de años Magne Nyvoll Temte publicaba su tesis 'Músicos de orquesta y problemas de audición' elaborada en la Univesidad de Oslo. En ella apuntaba de que más del 40% de los músicos de orquesta sufren una significativa pérdida de audición y que más del 75% padecen tinnitus y escuchan acúfenos. Lo achaca a la escucha prolongada a niveles que suelen rondar los 85dB dentro de una orquesta (no hablamos de sus picos, mucho mayores). Algo que debería hacernos también reflexionar, porque esos 85dB parecen una caricia para los oídos frente a los niveles que en un local de ensayo o en un escenario soportamos, muchas veces sin protecciones, en el entorno de pop/rock o de la música amplificada.

Un daño acumulativo que arranca antes de lo que pensamos

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Parecemos no querer recordar que se ha establecido con claridad que el daño en la cóclea es acumulativo. Los mismo que nos dicen con el sol y la piel. Cuando la hemos quemado aunque recupere luego su tono habitual ya hay un perjuicio que permanece. Con los oídos quizá sea un problema el que el daño no asoma en forma de enrojecimiento. Sólo a veces como dolores inmediatos como el que sufrí hasta retirarme de alguna actuación reciente a la que tenía ganas de asistir (olvidé mis tapones y sólo me podía escapar).

Ya con los niveles de una vida ordinaria 'a la antigua usanza' (sin tanto y tan ruidoso tráfico, sin auriculares metidos a fondo en las orejas, sin discotecas ni cines atronadores, etc.) el 'cansancio' de la cóclea que viene con los años conlleva una pérdida inevitable de capacidad auditiva, especialmente en agudos. Pero a esa degradación natural e inevitable estamos sumando muchas causas para acelerar y profundizar el daño. La OMS fija en un valor tan bajo como 65dBSPL el nivel de ruido aceptable. Estar sistemáticamente sometido a niveles de 80 u 85 dB ya implica un impacto a largo plazo y sin retorno (como se hacía sobresalir en esa tesis). Hay diferentes tablas y recomendaciones de qué niveles y durante cuánto tiempo pueden soportarse y sus consecuencias.

Superar los 80dB(A) durante la jornada laboral (8h al día o 40h por semana) o los 135 dB(C) pico corresponde a los niveles 'de referencia' en la normativa española, y que ya obligan a estar atentos. Y es que sólo un poco más allá ya está prohibida la exposición media a 87 dB(A) en la jornada de 8 horas o rebasar picos de 140dB(C). Son cifras cuya lectura desde nuestro sector provoca una mezcla de risa y de llanto. Seguramente se cumple en un buen número de fábricas y otros entornos hostiles. Que lo nuestro sea música puede que haga más agradable lesionarse, pero no lo hace menos dañino. Ruido o música son, a los efectos que hablamos, una misma agresión.

Lecturas recomendadas

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Podéis acudir al Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, para leer alguno de los documentos que publican, como un monográfico divulgativo sobre 'Riesgos laborales de los músicos. El ruido' que os recomiendo a modo de lectura amable y fácil de digerir. Se habla en él de una cierta 'resignación' en el sector a que las cosas tienen que sonar fuertes, sin mayores planteamientos preventivos que sí se dan en otros ámbitos. Hablando de bares musicales y discotecas cita que el nivel "supera fácilmente los 100 dB(A), la música más que sonar, estalla en los oídos".

Como lectura mucho más profunda y rigurosa, de nuevo desde ese Instituto, podéis descargar 'Ruido en los sectores de la música y el ocio. Código de conducta...' que contiene una profusa y detallada exposición, que atiende a las diferentes situaciones y entornos típicos, repleta de datos, recomendaciones y soluciones. Por ejemplo una tabla indica algunos niveles y tiempos equiparables en su daño, y que ya hacen necesario pensar tomar medidas.

85 dB(A) 8 horas Violinista tocando piano -fuente pegada al oído-
95 dB(A) 45 minutos Recoge vasos en un club
100 dB(A) 15 minutos Puesto de venta ambulante en actuaciones en vivo
105 dB(A) 5 minutos A 3 metros de un piano tocando forte
110 dB(A) <2 minutos Saxofón forte
115 dB(A) <30 segundos Público de actuación pop en la barrera del foso

No leáis la tabla de prisa. Miradla con detalle y no podréis evitar una sensación de cierta angustia. Los oídos que tantísimo placer nos dan los tenemos no en el borde sino de lleno en zona peligrosa mucho más de lo que pensamos. Las protecciones, se entiende así mejor, son una obligación. No hay excusa, salvo que admitamos la compañía de la pérdida auditiva severa, los acúfenos, la hipersensibilidad acústica y el vértigo, la fatiga auditiva y los dolores de cabeza asociados, y demás consecuencias.

Para seguir poniendo las cosas en un contexto adecuado, mirad también esta otra tabla, tomada del primer apéndice de la misma fuente ('Rock y pop. Música interpretada ante público')

Tabla con niveles de varias fuentes en actuaciones pop rock
Tabla con niveles de varias fuentes en actuaciones pop rock
insht.es

También interesante este otro documento del mismo instituto 'Guía técnica sobre exposición de los trabajadores al ruido', que no se centra an una visión enfocada al músico/técnico de sonido, pero que aún así es útil por cuanto no dejamos de ser trabajadores amparados por la misma normativa que vigila niveles de ruido en general para los ambientes de trabajo. Una vigilancia que nosostros deberíamos ser los más interesados en reforzar, porque nuestros oídos no son meros 'testigos' presentes durante nuestra labor, sino parte de nuestras herramientas de trabajo... Y una parte esencial, además.

¿Hasta cuándo?

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¿Hasta cuando? Sólo podemos responder siendo realistas con el contexto que nos toca vivir de una forma: hasta que cada uno de nosotros quiera. Pese a la existencia de alguna legislación, la vigilancia de su observación no es todo lo celosa que debería en nuestro sector, y además muchos de los daños nos los autoinfligimos y no podemos culpar a otros.

Cada vez que ensayo colocado junto a un batería y he olvidado mis tapones (o he acabado descartándolos por no poder tocar a gusto) puede que disfrute mucho ese momento, pero estoy adelantando la edad de jubilación de mis oídos. Ha habido ocasiones en las que los pitidos y las molestias, incluso el dolor, han sido inmediatos (y en cada ocasión más prolongados que en la anterior). Y por mucho que lo digamos y repitamos, parecemos cada uno llamado a cometer nuestros propios errores. Todos queremos llegar a esos límites antes de darnos cuenta y asumir definitivamente que hay cosas a las que decir 'no',al menos 'no sin mis tapones'.

A ese respecto, os propongo que leáis el capítulo 4 'Utilización de la protección auditiva individual' de la ya referida guía del INSHT, así como aquel de los apéndices con el que os identifiquéis más. Ya sea el de pop/rock en vivo (9 páginas llenas de buenas prácticas), bares y clubes, orquestas, estudios de grabación y/o emisión, profesores y escuelas de música, bandas de música, e incluso el último y más breve apéndice relativo a ensayos. Por poco que os guste leer, os aseguro que no es un tiempo malgastado.

Pablo Fernández-Cid
EL AUTOR

Pablo no puede callar cuando se habla de tecnologías audio/música. Doctor en teleco. Ha creado diversos dispositivos hard y soft y realizado programaciones para músicos y audiovisuales. Toca ocasionalmente en grupo por Madrid (teclados, claro).

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