Eric Jiménez, de Los Evangelistas, consiguió incendiar las redes sociales después de su actuación como teloneros de Bob Dylan el pasado 8 de julio en el Palacio de los Deportes de Granada —es decir, en su casa—. Su protesta llegaba tras varias críticas sobre el deficiente y nefasto sonido que esta banda, medio Los Planetas y medio Lagartijanick con gotas de El Ronco de Albirán, ofreció en su actuación, una de ellas publicada por Eduardo Tébar en su crónica para EFE EME. Eduardo Tébar destacaba una “gama de frecuencias descompensada”, seguramente debido por una atenuación del “20% de los altavoces operativos” (sic). No Tébar, fue peor: más tarde me confirmaron que en realidad atenuaron 12 dB las vías de agudos y medios y mutearon todos los subs. ¡Una jodida! La misiva de Jiménez, además, explicaba que no les permitieron realizar pruebas de sonido, que sus camerinos evitaron cualquier contacto con Bob Dylan y que, durante toda la actuación, los miembros del staff de Los Evangelistas padecieron el acoso continuo del personal de seguridad del equipo de Dylan.
En mi vida profesional nunca, absolutamente nunca, he recibido orden alguna de un artista en concreto para que atenue la PA de un concierto a favor del cabeza de cartel para con el telonero. Sí he recibido la orden, pero por parte del mánager o road-mánager de turno. De hecho, de algunos mánagers he recibido tantas órdenes como estupideces puedas pensar, la inmensa mayoría aceptadas con un “sí señor” (que la educación no falte, como mínimo por mi parte), pero olvidadas y despreciadas ipso-facto (y sin consecuencias posteriores: suelen ser arrebatos incomprensibles motivados por esa necesidad de querer justificar sueldo y una supuesta jerarquía laboral). La de veces que he modificado una curva de ecualización de un procesador de audio que está en bypass y ha dejado tranquila la conciencia del susodicho. ¿Tienen potestad para hacer lo que exigen? Pues depende. Sí acepto que durante la actuación de un telonero, y en circunstancias muy definidas, éstos toquen a un nivel de presión sonora más bajo con un equipo normalmente sobredimensionado, pero sin restar respuesta en frecuencia, léase: con calidad. Bien está que el ingeniero de sistemas actúe además con precisión ante este tipo de eventos, consiguiendo una buena respuesta tanto para el cabeza de cartel como para el telonero, aunque para ello deba reducir algunos dBs la presión sonora final. debe ajustar y bien la respuesta en frecuencia consecuente (¿recordáis el artículo de Fletcher-Munson?). Joder un telonero sólo por placer, me parece tremendamente despreciable.
El error, si es que existe, del mánager de Los Evangelistas fue aceptar todas las condiciones de su actuación. No quiero juzgar lo que se hizo bien o mal, en cuanto creo tremendamente injusta la situación y reacción por parte del equipo de Bob Dylan hacia Los Evangelistas. Pero si en el paquete de condiciones contractuales (en papel o de viva voz) existía el hecho de que no habría pruebas de sonido, se bajarían las etapas 12 dB y se apagarían los subs, se impediría cualquier contacto con Dylan y que su actuación estaría condicionada al juicio personal del staff de Dylan, entonces Jiménez no tiene de qué quejarse. Pero ¿alguien se cree todo eso? ¿O es que imperó la posibilidad de telonear a Bob Dylan y se dijo “sí” a todo sin leer la letra pequeña? ¿En serio creéis que alguien con el currículum de Jiménez aceptaría tales condiciones? Incluso si fuera así, ya sea por devoción u oportunidad, creo que la situación fue injusta, hasta ilegal. En cualquier caso, por lo dicho por Jiménez, existieron decenas de oportunidades donde el “pues nos vamos” seguramente se les apareció por la mente y bien habrían hecho de hacerlo, incluso a media actuación. Y tendría que haberse hecho por respeto al público, que es nuestro mejor valedor.
Dudo mucho que alguien del público adquiriese la entrada para el show de Bob Dylan pensando única y exclusivamente en Los Evangelistas, pero sí acepto el hecho (más que probable siendo Granada) que muchos agradecieran la inclusión de la banda previa actuación del cabeza de cartel. ¿Qué mejor que un concierto? Dos. La adquisición de una entrada supone la adquisición de unos derechos y deberes por parte del usuario final, léase el espectador. Este conseguirá un conjunto de productos y/o servicios (en este caso dos actuaciones musicales) en unas condiciones óptimas a cambio de un comportamiento adecuado como tal (aquello de “se reserva el derecho de admisión”). Además y como otro ejemplo, estará obligado a avituallarse a precios fuera de mercado ante la imposibilidad de poder traerse comida ni bebida ‘de casa’. Pero quedémonos en lo de “unas condiciones óptimas”. ¿Os acordáis del también nefasto sonido de Coldplay en Barcelona en septiembre de 2009?
Otra noticia publicada recientemente explica que el Consumer Disputes Board finlandés —una especie de junta de discusión del consumidor— empezará la creación de una especie de “manual” para los conciertos capaz de determinar la calidad de los mismos. Así, tras una evaluación basada en parámetros objetivos, si la puntuación decae del 50 %, el promotor estará obligado a devolver el precio de la entrada. Esta acción vino motivada tras una reclamación de un asistente a un concierto en 2013 de Chuck Berry, porque le pareció que el artista estaba demasiado cansado y no dio el 100 % de él. ¿Deberíamos hacer lo mismo? ¿Deberían los espectadores del concierto de Los Evangelistas y Bob Dylan reclamar sus derechos en la oficina del consumidor? ¡Pues claro!
Muchas de estas situaciones, despreciables e ilógicas, siguen existiendo por el simple hecho que nadie (del público) se opone a ellas. La queja no arbitral (es decir, no cursada) no ha conseguido que los entes públicos correspondientes actuen de oficio en algo que es tan simple como normal en otras situaciones. Cuando compro una docena de huevos quiero 12 y ningún supermercado presupone que aunque compre una docena tendré suficiente con 11 o 10. Cuando los asistentes al concierto de Bob Dylan en el Palacio de los Deportes de Granada pagaron por ver a Bob Dylan, lo hicieron también para ver y escuchar dignamente al telonero. Dos grupos. 12 huevos. Ni uno menos. Ya sería el momento en que nos pusiéramos las pilas como consumidores, porque una docena de huevos vale apenas un par de euros, pero la entrada para el concierto de Bob Dylan y Los Evangelistas costó cerca de los 60.
Con más de 20 años de experiencia en los escenarios, es técnico de sonido especializado en FOH. Trabaja para bandas nacionales e internacionales como técnico de mesa, y es productor técnico para diferentes festivales y grandes eventos. Kinosonik es su estudio de sonido basado en plataforma digital. Le gusta compartir y le encanta aprender.