Magacín

Hechizos y sortilegios para atraer a las musas

¿Qué hacer cuando las musas te desposeen? En esos momentos de abandono, hay formas de atraerlas de nuevo. Buscamos algunas recetas. Para los que tenéis una mayor formación/experiencia musical, seguramente este artículo resulte manido y simple. Para otros muchos que como yo no estamos tan sobrados de recursos y lenguaje, espero sí sea una lectura veraniega que motive a la propia reflexión y como resultado no sé si a progresar, pero sí al menos a movernos fuera de nuestras propias rutinas (y moverse es condición necesaria aunque no suficiente para progresar, desde luego quietos no vamos a ningún sitio).

Viva el cambio porque sí

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Siempre digo que cuando las musas vienen todo sobra, pero si están esquivas nos toca invocarlas. Para invocarlas no hace falta montar una güija. Basta a menudo forzar algunos límites o cambios o introducir algunas reglas dentro de nuestra rutina de composición, o dentro de la pieza que estemos creando. Reglas, cambios y límites que nos lleven a un territorio distinto, para intentar desenvolvernos en él.

No pocas veces sobre una idea musical inicial, cuando llego a un punto en el que ya estoy dando vueltas sobre lo mismo, saco las recetas de teoría musical hago unas cuantas sustituciones armónicas aquí y allá, me obligo porque sí a saltar a otra tonalidad concreta y ver cómo lo resuelvo, cambio una línea a otra voz o instrumento y tengo que reorganizar todo el resto del material en torno a ese nuevo eje… Cualquier truco es bueno. Incluso troceo una frase en fragmentos la reordeno, invierto alguno de los trozos y ya está: dejo de esperar a las musas y me toca trabajar con un objetivo. El objetivo de hacer que esos cambios cobren sentido, se integren (o contrasten adecuadamente) con lo anterior… Lo que sea con tal de abandonar la sensación de parón. Esa vuelta a la actividad es muchas veces todo lo que hace falta para recuperar creatividad.

El resultado del esfuerzo no sabemos si acabará en algo útil, pero sí al menos en algo distinto. Y lo distinto es lo que generalmente nos trae de vuelta a las musas. Tener que movernos en algún margen de incertidumbre, de desconocimiento, de reto, es lo que nos mantiene alerta y vivos. Tener que resolver ese dilema ante el que nos hemos situado. Lo que puede iniciarse como un puro juego formal, como una imposición, quizá lo acabemos resolviendo con gracia, con arte.

Las musas más que irse, las dejamos marchar con nuestro desdén hacia ellas. Cuando al crear un tema empezamos más a escuchar lo que ya hemos hecho que lo que estamos haciendo estamos abriendo una autopista para su huída. Las recetas que os propongo son por tanto formas de volver a centrarnos en escuchar y resolver lo que tenemos delante y no lo que ya hemos asentado. Las musas son por definición curiosas, y cuándo ven que nos regodeamos en exceso con lo que ya hemos hecho se aburren y van a buscar a alguien en mejor disposición de satisfacerlas. Cuando notes ese tedio de estarte repitiendo, de callejón sin salida, date (dales a tus musas) una novedad, incluso aunque parezca forzada, y oblígate a resolverla. Las dos o tres primeras novedades que te impongas quizá no funcionen finalmente pero te mantienen despierto y la siguiente puede llevarte por fin a ese territorio en el que ya no vagas sólo, sino con el refuerzo de ánimo que ofrece la compañía de la inspiración, haber encontrado una fuerza que te guía y conduce.

Os doy algunos fogonazos sobre varias de las muchas recetas de las que me han valido en diferentes ocasiones para recuperar interés por lo que estoy creando. No creo que tenga mucho sentido que las desarrolle en profundidad, ni que haga una recopilación exhaustiva. Se trata más de asentar una estrategia. Cada uno tenemos nuestro conocimiento, nuestra técnica, nuestros instrumentos, …y a la postre confeccionamos nuestras propias recetas para huir de nosotros mismos y nuestras inercias.

Eso sí, si queréis contribuir a acrecentar la lista con vuestras propias sugerencias, más que bienvenido. Al fin y al cabo estos trucos yo ya los tengo usados, algunos hasta el punto de que ya se han derivado casi en ‘clichés’ míos (y por tanto me resultan ya poco operativos). Cualquier truco nuevo que me propongáis puede ser justo lo que necesite la próxima vez que me abandone la inspiración.

Fíjate en qué notas usas para comenzar melodías y frases musicales

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La primera vez que lo hice me di cuenta de que muchísimas veces mis melodías y frases empezaban por la tercera de la tonalidad. Me dio un bajón terrible. Es duro ver que estás tan constreñido, ser consciente de hasta qué punto innovas realmente poco no ya en el conjunto de la música, te repites hasta dentro de tu propia música. Ahora que lo sé, es una de las primeras cosas que miro y me obligo a empezar en otro lugar. Es casi un castigo: ‘hoy arranca con la cuarta’ (o lo que sea). Pero funciona si lo vives como reto y no como castigo. Lo mismo dentro de una canción. Si estoy reiterándome en empezar de una cierta forma cada frase o sección, me impongo una diferencia. Ya sea la nota con la que empiezo, o un determinado guiño o motivo melódico o rítmico. Si me estoy reiterando en exceso me toca cambiar.

Tiene también otra lectura: los días que me obligan a improvisar y estoy flojo de ánimo sé que empezando por la tercera voy a estar más cómodo.

Busca tus reglas… y sáltatelas

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En realidad es una ampliación de la receta anterior. ¿Porqué tantísimas veces hago evolucionar mis canciones saltando armónicamente por terceras menores? Muchas veces cuando reexpongo un tema lo subo/bajo una tercera menor, y aunque lógicamente en ese nuevo registro hago cambios y no es una pura repetición, me entra una cierta frustración cuando me doy cuenta de que ya he caído en el salto de tercera menor. Me sale de forma natural, sin pensarlo. Sí, es cierto, hay muchas explicaciones teóricas y podríamos justificarlo. Pero lo que me importa destacar es que esa regla me sale sola y… me sale demasiado a menudo. Cuando me entra el síndrome de ‘ya estoy con mi salto de siempre’, la solución es: ‘hoy no, hoy salto aquí’ y busco otro intervalo. Busco salirme de mi propia tendencia, para crear un poco más de desazón interna, para redespertar la propia curiosidad.

Quizá os parezca tonto, pero funciona hacerlo de forma consciente. Quien dice eso dice cualquier otra regla en la que descubráis que caéis con excesiva reiteración. Analízate a ti mismo, descubre tus reglas y cámbialas de vez en cuando. Es sano y es divertido, también frustrante a veces en el momento de no saber cómo resolver la novedad, pero igualmente frustrante es la sensación de reconocer que tu creatividad y tu nueva canción son realmente lo mismo que ya contaste en otras cuántas anteriores. Mejor frustrarte un rato y tirar a la basura las ideas que has pergeñado en un rato, que encontrarte con que tu nueva canción te frustra al día siguiente (después de dedicarle unas horas) por poco innovadora respecto a ti mismo.

Analiza qué es lo que estás reiterando, qué es lo que te ancla y no te deja volar… es la forma de poder volver a tirarte sin paracaídas y tener que buscarte la vida. ¿Tus semifrases en un tema ya aburren porque son todas ascendentes? Ya sabes que la siguiente te toca descendente. ¿Estoy moviéndome por pasos cortos? Toca arriesgar introduciendo algún salto, meter algún intervalo más amplio en la melodía. ¿Los salto los estoy haciendo en el arranque de las frases y las conclusiones con movimientos más contiguos? Invierte tu propia regla.

Armónicamente lo mismo. Un día de poca inspiración me autoimpuse varias condiciones. En lugar de usar modo menor en la estrofa y mayor en el estribillo (que es lo más común por aquello de que el estribillo se supone más alegre y redondo, menos reflexivo y más instrascendente) decidí invertir los papeles: tengo que ser capaz de tener la estrofa en mayor y el estribillo en menor pero que aun así sea claramente más ‘activo’ y 'brillante'. No fue la única regla, también decidí ‘a priori’ otras muchas cosas para introducir diferencias entre las dos secciones, hasta definir un juego de normas que tenía que respetar. Era una especie de ‘pasatiempo’, de ‘crucigrama musical’. Lo suficiente para llegar finalmente a crear algo que resultó fresco dentro de mis canciones, con gestos que no había usado antes. Una mañana que se prometía poco productiva resulto agradable y acabó con una canción nueva.

Muchas veces esos cambios obligados de forma ‘racional’ son demasiado abruptos, forzados. Pero el escucharte en otro terreno te reabre las orejas, te libera para poder encontrar otros grados de libertad que te empeñabas en no ver. Cuando ya te has puesto a trabajar en el nuevo terreno quizá no la primera solución que des, sino la segunda o tercera (en la que ya has puesto a trabajar tu gusto para amoldar el material y acompasar las reglas con tu propia intención) puede ser la que mantengas de forma definitiva dentro de la canción.

Los cambios de timbre no son irrelevantes

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La música no son notas dispuestas horizontal y verticalmente. La música se hace con sonidos que se combinan y se suceden. Es cierto que hay músicas magistrales que aguantan ser interpretadas con cualquier instrumento y casi con cualquier estilo o agrupación y mantienen su interés. Pero ser magistral no está al alcance de todo el mundo. También es cierto que hay estilos más tolerantes al cambio de timbre y otros más dependientes de timbres concretos.

Pero una forma simple de situarte ante un nuevo reto es cambiar la instrumentación. No al completo, pero sí de la parte que veas necesitada de atención. Si la melodía empieza a ser reiterativa, interprétala sobre otro sonido que contraste en algo. Otra familia o instrumento, un sonido que sea más brillante o más opaco, que tenga un registro algo diferente, que tenga un ataque más definido y percusivo o más romo y suave… Cualquier cosa. Te obligará a un fraseo diferente, te permitirá escucharte de otra forma y buscar nuevos recorridos sobre la base de lo ya hecho.

¿El problema no es la melodía sino que eres incapaz de inventar un acompañamiento para el bajo que contraste con el de la sección anterior? Prueba con otro timbre y quizá que te conduzca de forma automática a otro contexto sonoro en el que afloren otras formas de resolver un patrón para el bajo.

Cuando tengas esas nuevas ideas, trasládalas al instrumento original y mira cómo resisten o qué adaptación exigen.

Simplifícate la vida

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Otro recurso que aplico a veces. Tenemos tantas ganas de hacer cosas grandes, que demuestren nuestro magnífico poder, conocimiento y recursos que nos perdemos. En esos momentos en que parece que no acabas de decidirte a arrancar, perdido entre la maraña enorme de posibilidades de lo que podrías hacer, una estrategia es autolimitarte.

Para hacer una melodía tengo doce posibles notas… y no tiras ni para adelante ni para atrás. Día aciago, no sale nada de nada, ni te animas a comenzar, abrumado por las posibilidades. Es momento de cortar por lo sano. Coge sólo cinco notas o cuatro. No te permitas ninguna más ni siquiera como adorno. Ahora el problema es un poco más simple. Ya sólo te toca hacer algo con cuatro notas. Quien dice melodía dice cualquier otra cosa, si te abruma el universo de posibilidades, redúcelo.

Vuelve a ser la misma filosofía de las otras recetas, pero que aquí se aplica al revés. Se trata de salirte del atasco en que te has metido. Si el atasco es por exceso de opciones y la incapacidad para decidir y elegir, reduce tus opciones. Lo que no puedes permitirte es el parón. Mejor caminar con cuatro notas que sufrir parado a la espera de que vuelvan unas musas que nunca se paran y que por lo tanto ante los parones sólo se alejan. Las musas van a pié, no en coche. En cuanto empiezas a moverte es fácil alcanzarlas.

No te empeñes en tocar, oye y canta

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A veces nos entra la urgencia por tocar. Todo lo queremos pasar inmediatamente por el instrumento. Estupendo para los que ya están a ese nivel de musicalidad e intimidad con su instrumento. Para el resto muchas veces nos toca dejar más espacio a la oreja y menos a los dedos. Lo ideal es que haya una conexión directa entre ambos, pero eso tarda años en desarrollarse. Si no estás ya ahí, deja a un lado el instrumento, oye por dónde está sonando lo que llevas hecho y ponte a imaginar y a tararear qué quieres añadir. No tiene nada que ver cómo imaginamos música tocándola con cómo imaginamos música si es sólo la oreja/cabeza la que entra en juego, liberados de las obligaciones musculares de ejecutar sobre el instrumento.

Un paso más allá, no pocas veces (eso ya depende mucho del tipo de música, del grado con el que ya esté desarrollada o no, etc.) cosas como oír lo ya realizado a un nivel de volumen muy reducido que haga difícil apreciar lo que suena y sólo mantenga un ‘contexto’ pero que nos abra espacios para la imaginación, o escuchar la música creada sonando junto a una grabación que no tenga nada que ver (cualquier CD que tengáis por casa) de forma que en la competencia entre las dos escuchas salten posibles ‘chispas’ que nos enciendan la imaginación. Incluso oírlo a través de una distorsión que haga aflorar algunos armónicos y disonancias a través de los cuáles percibamos nuevas notas y contrastes posibles que introducir en el resto del desarrollo.

Sustituciones y retoques de acordes

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Es lo primero que viene a la cabeza para forzar cambios. Hay manuales de sustituciones armónicas, no es nada que estemos inventando. Muchas técnicas están más que documentadas. Pero eso no significan que tú las estés usando. Cuando te obligas a aplicar un tipo de sustitución que acabas de aprender/leer estás dando entrada a un nuevo recurso en tu lenguaje. Las primeras veces puede ser complicado o el resultado demasiado artificial. Puede que se note impropio, resuelto sin excesiva gracia. Pero habrás aprendido un recurso más con el que jugar cada vez con mayor maestría.

Por supuesto los acordes relativos, los sustitutos tritonales o los basados en el sistema de ejes, … son formas fáciles de introducir cambios sobre lo que ya tenemos. No necesariamente funcionará el resultado si los aplicamos ‘a las bravas’, pero el objetivo no es tanto el que el cambio sea útil como la mera utilidad de cambiar. La criba y la seleción (la decisión, esto me lo quedo, esto no) sigue siendo tuya. Se trata de impedir el aburrimiento que ahuyenta a las musas. Esos cambios nos obligan a reescuchar, a criticar lo que estamos haciendo, a buscar soluciones. Nos resitúan en el lado creativo/constructivo.

Personalmente, y siendo el teclado de piano mi ‘interfaz’ hacia la música, muchas veces más que cambios conscientes basados en reglas de armonía o sustituciones, lo que busco es algo así como ‘movimientos’ de las notas de los acordes. Si ya he pasado dos veces por una cierta secuencia de acordes, en la tercera visita cambio alguna nota. Los mínimos cambios posibles. Desde convertir una quinta en aumentada, o sin pensar ni siquiera en esos términos, sencillamente dejar que uno o dos dedos ‘caigan’ o ‘suban’ un semitono o dos (lo que mejor suene -lo que mejor ‘me’ suene, es decir, lo que más me inspire para seguir-). Si nos ponemos a analizarlos muchos de esos cambios tienen una explicación armónica, pero lo que me interesa es marcar las dos posibilidades. Realizar una alteración basada en aplicar reglas conscientes (sustituciones, etc.) o realizar una alteración basada en ‘me gusta como suena’ (sin estar atento a qué regla expresa ese cambio).

Ambas son útiles. Personalmente las reglas las suelo aplicar cuando busco cambios grandes y no estoy inspirado para hacerlos por mí mismo, para buscar secciones claramente contrastantes, y sin embargo los retoques ‘me gusta así’ me funcionan con cambios más discretos, menos llamativos, destinados a dar variación frente a la mera reexposición. Pero unos y otros me resultan útiles para continuar sin excesivos parones la creación de un tema.

El poder del reposo de las ideas

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A veces he tenido que dejar en reposo alguno de esos retos, ya sea en la memoria, anotadas en pentagrama o registradas como borrador en una grabadora o en un secuenciador. Un reto que me parecía imposible o demasiado extremo y difícil de salvar con algo que me gustara musicalmente, al cabo de un par de días (o un par de semanas) lo reenfrento y puedo encontrar soluciones.

No sé si la cabeza ha estado trabajando mientras tanto (quizá por las noches) o si sencillamente lo único que he hecho es saltarme un mal día y dar una nueva oportunidad posteriormente. Pero sí es cierto que con aquellas reglas y autoimposiciones que resultaban más chocantes para mis formas tradicionales, ha sido a través de visitas reiteradas como he podido llegar a acostumbrarme más a la sonoridad de una nueva progresión o cambio. Es a través de los días como, sin ser demasiado consciente, he estado buscando escuchar qué soluciones han aplicado otros en situaciones parecidas y qué recursos han puesto a funcionar. De alguna forma haber llegado a ese punto en el que has encontrado algo que no salvas de forma inmediata, te hace evidente una laguna y vas buscando con qué llenarla, tomando cosas de lo que oyes, tomando cosas de lo que sabes,… hasta que por fin encuentras una salida. En el camino las pruebas son siempre útiles. Tanto importa lo que finalmente mantienes como lo que descartas, de todo aprendes.

Todo vale

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Podríamos así continuar, pero como os decía al principio, el objetivo, más que el conjunto de reglas, era motivar a cada cual hacia una reflexión sobre la forma de abordar los momentos de parón creativo. No pocas veces la aplicación de reglas se ve como enemiga de la creatividad, de la expresión de un supuesto ‘yo natural y libre’.

Por el contrario, os animaría a usar las reglas y los condicionantes como forma de animar el camino solitario de ese ‘yo natural y libre’. Prefiero enfrentarme a la crudeza de algunas reglas y tratar de integrarlas y superarlas de una forma personal, que mantenerme en un parón desmotivador e inmovilista.

Mientras vuelve la creatividad que no falte la 'creactividad'. Una regla impuesta puede ser el impulso necesario para abandonar un agujero en el que estamos caídos y volver poco después a correr más libremente, de nuevo sin ataduras.

Pablo Fernández-Cid
EL AUTOR

Pablo no puede callar cuando se habla de tecnologías audio/música. Doctor en teleco. Ha creado diversos dispositivos hard y soft y realizado programaciones para músicos y audiovisuales. Toca ocasionalmente en grupo por Madrid (teclados, claro).

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