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Música por y para animales

El lenguaje musical que ha ido desarrollando la humanidad, sobre todo en occidente, es algo humano. El concepto de ritmo, armonía, la sintaxis de los elementos que generan las melodías, es algo característico de nuestra especie.

Aun así, nos hemos empeñado a lo largo de la historia en hacer a los animales participes de la música desde prácticamente todos los ángulos posibles: como interpretes, instrumentos, creadores y como espectadores.

Animales como instrumentos

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En la actualidad el uso de sonidos de animales y de la naturaleza en general, mediante el uso de samplers, es algo bastante explotado. Pero varios siglos atrás, cuando nos encontrabamos a años luz de la tecnología actual, el uso de animales como instrumento, de manera literal, era la única opción.

Pierre Bayle (1647-1706) y Nathaniel Wanley (1634-1680) nos cuentan que el Rey Luis XI de Francia (apodado "El prudente") retó al abad de Baigne (maestro de música y constructor de instrumentos) con la creación de un órgano en el que el sonido fuera emitido por una piara de cerdos. El abad aceptó, previa promesa del pago de una buena suma de dinero. Durante un mes seleccionó a diferentes cerdos y jabalíes (haciendo engordar a unos y adelgazar a otros) para disponer de diferentes tesituras de voz, la cual emitirían al ser pinchados con agujas, tras ser pulsada la tecla correspondiente. Según nos cuentan, el invento funcionó y Luis XI quedó encantado con aquel concierto. Este instrumento fue bautizado posteriormente como "Piganino"

Otro instrumento igual de singular y quizá más conocido es el Katzenklavier o "Piano de gatos". Según el Psiquiatra alemán Johann Christian Reil (1759-1813) se trataba del antecedente a lo que hoy entendemos como musicoterapia, un instrumento para tratar a pacientes con déficit de atención: «una serie de gatos acomodados en una fila con sus colas extendidas detrás de ellos. Un teclado equipado con puntas afiladas sobre ellos. Los gatos afectados proporcionan el sonido. Una melodía tocada con este instrumento deberá traerlos a un estado fijo de conciencia».

El estudioso Jesuita Athanasius Kircher (1602-1680), en su tratado musical Musurgia Universalis, describiría el instrumento de la siguiente manera: «para levantar el ánimo de un príncipe italiano agobiado por las preocupaciones de su puesto, un músico creó para él un piano de gatos. El músico seleccionó a varios gatos cuyas voces naturales tenían diferentes tonos y los colocó en jaulas adyacentes, de manera que cuando se presionaba una tecla del piano, un mecanismo elevaba una punta afilada hacia la cola del gato correspondiente. El resultado era una melodía de maullidos que se iba haciendo más fuerte a medida que los gatos se iban desesperando más. ¿Quién no iba a reírse con esa música? Así fue como terminaron con la melancolía del príncipe».

No hay constancia de que el Katzenklavier (afortunadamente para los felinos) fuera alguna vez construido realmente... salvo para este curioso video de Salvador Dalí (entendemos que de manera simulada), a partir del minuto 01:00:

http://ubu.com/film/dali_soft.html

Animales como músicos

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Imaginarse a un animal componiendo una pieza es una tarea difícil. Pero su participación activa en algunas obras ha sido algo recurrente en la historia de la música. Muchos músicos han querido que los animales intervinieran, de alguna forma, en el proceso creativo de sus piezas.

Cuenta la leyenda que el compositor Domenico Scarlatti dejaba pasear a su gato Pulcinella por encima del teclado y que algunas veces esas notas —que el animal ingenuamente hacia sonar— terminaban formando parte de algunas de sus piezas, como en las primeras notas de la conocida sonata "Fuga del gato".

Pero existen muchos casos en los que la implicación del animal ha ido más allá de pasearse por encima de unas teclas. Oliver Messiaen, atraído profundamente por el canto de los pájaros —a los que definía como verdaderos músicos—, fue transcribiendo el canto de diferentes especies en sus viajes por el mundo. No sólo muchas de estas transcripciones acabaron integradas en algunas de sus obras; algunas de ellas están compuestas casi en toda su integridad a partir de estos cantos.

La autoría de estos pájaros era anónima (aunque Messiaen, como gran ornitólogo, anotaba la especie a la que pertenecían, así como otros detalles). Pero hay animales que han logrado tener un protagonismo con nombre propio: este es el caso de Seamus, el perro que debuto en el single de "The Universal" de los Small Faces y que alcanzó la fama con Pink Floyd al participar en un blues que recibe el mismo nombre que el perro, incluido en el álbum "Meddle". Su interpretación mediante aullidos proporciona la melodía solista de este tema.

Curiosamente en un concierto Seamus no se encontró disponible y fue sustituido por la perrita afgana Nobs, la cual supo estar a la altura de su compañero.

Animales como oyentes

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Pero el ser humano no sólo quiere que los animales participen en la producción musical de una u otra forma. También queremos que la escuchen y que esta les produzca algún efecto.

Esa vieja frase de "la música amansa a las fieras" se ha llevado a la literalidad desde hace mucho tiempo incluyendo la música en granjas, con la intención de que la música favorezca el estado de los animales y por consiguiente su producción. Sobre esto se han realizado infinidad de experimentos —incluso con plantas— con conclusiones muy genéricas y poco concluyentes. En definitiva, la música suave —no necesariamente clásica— tiende a relajarlos y el rock duro, cuanto más duro, más les estresa.

Nosotros también responderíamos de manera genérica si nos pusieran música de otras culturas, con cuyo lenguaje musical no estamos familiarizados o en frecuencias auditivas poco aptas a nuestro oído. ¿Se le habrá ocurrido a alguien componer música para animales? ¿Una música que ellos entiendan y que puedan disfrutar?

Sí, al compositor David Teie. Junto al profesor de psicologia Charles Snowdon (autor del proyecto) han compuesto música para gatos. Sí, así como suena.

En esta música sí se han tenido en cuenta los detalles más específicos de la especie. Las piezas están inspiradas en ellos y tratan de representar en melodía y ritmo momentos placenteros presentes o pasados del animal: ronroneos, lactancia, etc, y están en tonos que su oído capte con más comodidad y les llame más la atención.

Aquí se pueden escuchar algunos ejemplos:

http://musicforcats.com/21-listen.htm

Al parecer los gatos han respondido de manera diferente, prestando más atención e interés a esta música que a la música hecha para humanos. Se acercaban al altavoz, ronroneaban, etc. Sus creadores están muy satisfechos y de hecho la comercializan. En todo caso, recordando el famoso Katzenklavier del que hablábamos al principio, la calidad de vida del gato, en lo que a nuestros caprichos y experimentos musicales se refiere, ha aumentado, para el bien de ellos, considerablemente.

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