La obra fuerte ya está hecha, pasamos a los tabiques. En la foto se ve el recubrimiento con piedra natural, tanto en la sala de control como en la de grabación. Su función será doble, decorativa por un lado y acústica dando mas viveza al sonido de las salas.
-
el 26/01/2007
-
Ya están colocadas las soleras. Previamente se hizo toda la instalación tanto eléctrica como de sonido por debajo, en la foto se ve el detalle de por donde salen todos tubos unos de luz, otros de sonido, centralizados en un cajetín estanco que lego coloqué.
el 26/01/20072 -
una vez hecho el edificio empiezan las labores de construir propiamente el estudio. En la foto se ve la colocación de la segunda solera sobre una camara de unos 30 cm, sobre la solera inicial, y aislada en cada sala de las paredes con aislante impactodan para evitar paso de vibraciones y sonido.
el 26/01/2007 -
ya se han levantado los tabiques perimetrales y se ha colocado la cubierta con naturvex. Su función no es insonorizar, por eso puse esta cubierta un poco más económica y fácil de montar. Luego ya vendrán mas techos.
el 26/01/2007 -
La gente es tonta o es tonta. Tanta estulticia a dosis de un usuario diario me cansa ya. Todos los días entra un McFly en Hispasonic preguntando por el crack de algo. ¿Pero no ven un anuncio en la cabecera? ¿Y otro encima del menú? ¿No ven las ofertas de tiendas?
¿No les hace pensar un poquito eso?
¿Cómo va a poder hablarse de piratería en un sitio que tiene tiendas como anunciantes? Es sólo un poco menos tonto que preguntar cómo reventar una protección anticopia en la web de la FNAC.
¿La gente no mira? ¿O no piensa? ¿O lo piensa pero le echa cara? ¿O vive en el país de las piruletas y no ve que piratear software es delito, pongamos como nos pongamos?
Coño.el 25/01/20071 -
son tabiques para delimitar zonas, luego vendran otros. aquí se puede ver el que separa la dos salas.
el 23/01/2007 -
poco a poco fui también subiendo los tabiques de separación y colocando marcos maestros.
el 23/01/2007 -
Enero es para mí tiempo de reflexión social porque me toca pagar el último trimestre de IVA e IRPF del año y cerrar el ejercicio fiscal, que es la muy pedante manera que tiene la administración pública de decir "año".
Como todos sabéis, los impuestos, que se parecen a la muerte en que al final siempre te llegan, se reparten para pagar entre todos la máquina pública. Un poquito en administraciones, un poquito en sanidad, un poquito para cada ayuntamiento, un poquito para cultura y para deportes, un poquito para...
Esa es una forma de verlo. Otra forma de verlo es que tus impuestos no han sido troceados en piezas muy pequeñas, sino que se usan para mantener una sola cosa. Un servicio, o una persona.
O un parásito.
Así es como yo lo veo. ¿Adonde van mis impuestos? Digamos, por decir algo, que no estoy pagando el sueldo a un maestro de primaria o a una enfermera, digamos que mis impuestos están apadrinando un parásito, pero apadrinándolo bien, a tiempo completo.
La cuestión es: ¿a qué parásito estaré yo apadrinando? Porque hay muchos. Está la gnte que defrauda el PER, que es un clásico en Andalucía, los funcionarios inútiles que cobran por ser un lastre para el sistema, todas esas bajas por enfermedad firmadas por médico amiguito que ni son enfermedad ni son nada, los fraudes del paro, las subvenciones a empresas fantasma creadas precisamente para chupar de la subvención sin hacer nada, y un tipo de parásito que me ofende especialmente: los fraudes por las ayudas a mujeres maltratadas, que de vez en cuando acaban en mujeres que tienen la desfachatez de reclamar la ayuda acompañadas de sus esposos a los que hacen arrumacos mientras el funcionario frente a ellos mira los papeles. Dinero destinado a ayudar a salir adelante a una pobre mujer que se ha juntado con quien no debía acaba en manos de gentuza que no la merece y que al rato planta ese dinero tomado del esfuerzo de gente honrada en las manos de su peluquera o de una tienda de ropa pija.
¿Quién será mi parásito? Sé que tengo un parásito apadrinado, pero no sé quién es ni cómo me parasita.
¿No debería escribirme una carta o algo?el 21/01/20071 -
Cómo nos gusta despotricar de los (dis)gustos musicales del pueblo llano. A mí me gusta especialmente despotricar de la Disney y su fascinación por meter canciones cursis en donde puede. Sé, además, que no soy el único que opina así, porque los de Shrek se cachondearon de eso en la escena de la princesa Fiona, el pajarito azul y los huevos fritos para desayunar, señal de que a otros frikis de mi calaña también les repugna.
Esa canción infame en mitad de Cars, por ejemplo, qué caspa.
Pero claro, eso es lo que a los niños les gusta. No les vas a poner swing, ¿no? No les gustaría.
Bueno... Y UNA MIERDA.
En el viaje de vuelta de la boda de mi primo Luis fui con mi prima Amparo y mis sobrinos-en-segundo-grado Blanca y Fernando, ambos menores de 10 años. Como de Madrid a Granada hay tiempo para muchas cosas, le dejé mi pseudo-iPod-marca-coreana y le puse... ¿qué podía yo ponerle a Fernando? ¿Con las cosas tan raras que escucho yo y lo chico que es él, qué podía gustarle?
"The Scarefloor", the Randy Newman, banda sonora de Monstruos SA. Puro swing desde que empieza hasta que acaba, pero swing compuesto por Randy Newman, no por un cualquiera, y sabiendo que está poniendo música a una película dirigida sobre todo a niños. A Blanca, por supuesto, también le gustó.
Un éxito, por supuesto, como no podía ser de otra manera. Gracias sean dadas a los de Pixar porque ellos saben que las películas para niños no necesitan música cursi, sólo buena música. Los niños son niños, no idiotas.
Y malditas sean Apple y Disney por quedarse con Pixar fifty-fifty.el 20/01/20071 -
En uno de los pocos momentos que me quedan libres al día, y como mi mujer se había bajado a comprar un par de cosas que necesitábamos, yo me quedé cuidando al bebé mientras éste dormía, así que aproveché para desempolvar uno de mis libros y ponerme a leer. Bueno, no exactamente a leer, ya que cuando tan sólo había abierto el libro por la página en la que en su día me quedé, oí como mi loro se comía apresuradamente una pipa, y tras expulsar la cáscara de su boca me preguntó, “¿Qué haces?”. Cerré el libro manteniendo el índice de mi mano izquierda sujetando la mencionada página, y mirando a mi multicolor mascota le contesté, “Pues iba a continuar leyendo un libro que hace cuatro o cinco meses que no leo, pero entiendo que va a tener que esperar, ¿no? ”, “no, no”, me respondió medio ofendido, “Si lo dices por mí, yo mientras tenga pipas que comer me voy entreteniendo”, “vale”, le dije, “pero no hagas mucho ruido que vas a despertar al peque”. Me levanté a mirar dentro de la cuna por si se había despertado el bebé, y al ver que no, me senté de nuevo en el sofá y volví a abrir el libro por la famosa página. Pero como si hubiese un mecanismo conectado a la quinta palabra del texto, cuando mis ojos llegaron a ella, mi loro volvió a preguntar, “¿Cómo dices que se llama el libro?”. “No, no lo he dicho, pero ¿a ti qué más te da como se llame?”, le dije susurrando en voz alta, “¿es por si te lo has leído?, no me digas que además de hablar también lees”, Yo sabía que no, o creía saber que no, porque el día que lo compré también pensaba que no hablaba, y me equivoqué. ¡Vaya si me equivoqué!, entonces él me miró, expulsó otra piel de pipa de su pico y me dijo, “bueno, vale, pues no me lo digas. Yo seguiré con mis pipas”. En ese momento me arrepentí de haber sido un poco grosero, así que le dije, “No te he dicho el título porque ni siquiera es en español, el libro es en inglés y me imagino que si te lo digo te vas a quedar igual”. “Ah, en inglés, ¿Siempre lees los libros en inglés?”, me preguntó, y yo manteniendo mi índice izquierdo en la en tantas veces nombrada página le respondí, “Sí. Me gusta el idioma y es una manera de aprender y no olvidar lo ya aprendido. Igual que ver películas en su versión original, oír canciones, ...”, “¿Me enseñas a hablar en inglés?”, se apresuró a preguntarme mi plumoso amigo mientras yo pensaba que si había veces que no lo aguantaba siendo monolingüe, sólo me faltaba soportarlo bilingüe, pero le dije que sí porque pensé que así saldría del paso, cambiaríamos de tema y él se olvidaría. Bueno, pues no pude estar más equivocado. Ahora ya ni comía pipas, y un segundo después me estaba preguntando, “¿Empezamos ya?, ¿Qué he de hacer para aprender inglés?”, “pues para empezar”, le interrumpí mientras volvía a colocar el papelito que marcaba la página ya casi considerada como un miembro más de la familia y recuperaba mi índice izquierdo, “tienes a tu favor que no te da vergüenza hablarlo, y eso es algo que desde mi punto de vista es muy importante a la hora de aprender un idioma. Desgraciadamente aquí en España eso nos sobra, vergüenza a hacer lo que se cree que es el ridículo. Ante un fallo ajeno todos sacamos ese lado ingenioso que llevamos dentro aunque no sepamos hacerlo mejor que el otro, y no vemos que lo verdaderamente ridículo de un alumno de idiomas no es responder equivocadamente a una pregunta, sino quedarse con cara de pez al oírla. Es más, te diría que a muchas de las personas a las que les he dado clase, el primer objetivo era hacer que perdieran el miedo a equivocarse delante de mí, y de ellos”. “Vale, pero ¿empezamos ya?, ¡venga!, enséñame algo, ¿por dónde empezamos?. Cuando venga tu mujer quiero decirle ya algo en inglés”, me dijo totalmente alterado por la emoción del momento, con lo que yo, viendo la que se me venía encima, decidí apaciguar un poco los ánimos contándole que, “he tenido retos contra reloj en esto de dar clases de inglés, pero con tanta prisa como tú no he tenido a nadie. El que menos me dio un par de días para poder prepararle un examen, pero no diez minutos como me estás dando tú. Esto es algo que requiere mucha paciencia, y construirse una buena base para luego ir añadiendo cosas encima.”, y entonces me dijo él, “bueno, pues te doy esos dos días”, “no, no me das esos dos días”, le repliqué, “tener paciencia no es esperar dos días sino más bien dos años como poco”, “¿y por qué a otros sí le enseñaste en dos días?”, me preguntó mi loro medio enfurecido, “No les enseñé en dos días. Ellos ya venían con una base. Con una empanada mental importante, pero con una base”, le aclaré, “y yo lo único que tuve que hacer, es lo segundo que suelo hacer después de hacerles ver que sus errores no me producen risa ni ganas de burlarme, y es coger todas esas ideas que tienen mezcladas en un solo cajón en su cerebro, ordenarlas y distribuirlas en varios cajones, para que al menos el día del examen les resulte más fácil buscar las respuestas en su cerebro.”, “¿y ya está?”, preguntó colgado del techo de la jaula, “Era lo único que podía hacer”, añadí, “ya que esos dos días que solían ser sábado y domingo, porque el lunes era el examen, se reducían a hora y media cada día. Así que en tres horas no había tiempo para muchas más cosas”. “¿Y aprobaban?”, me preguntó con cierta ironía, ”por supuesto”, le contesté, “imagínate que estás en una habitación totalmente a oscuras. Bueno, pues yo les abría esa pequeña rendija por donde entraba la luz suficiente para que ellos ya se pudieran valer por sí mismos para encender la luz, abrir ventanas, o cualquier otras cosa que les permitiera ver. Te repito que en tres horas tenía que repasar todo un año de clases. Complicado, pero bonito. Siempre me ha parecido un bonito reto y nunca he dicho que no a ese tipo de clases. Nunca imaginarías el partido que se le puede sacar a un alumno o dos como mucho compartiendo mesa contigo”. “Bueno”, me dijo, “ponme alguna película y canciones en ingles y yo las escucho, dime qué más vamos a hacer”. “Pues para empezar”, le repliqué, “iremos con más calma, y hasta que no sepas lo que oyes tampoco es bueno que intentes aprender todo lo que dicen los nativos, porque ¿tú has oído cómo hablan algunos nativos españoles en la tele?”. “Sí”, me respondió, “y ¿cómo hablan?”, me preguntó, “pues algunos bastante mal y con incorrecciones”, le aclaré, “así que tampoco uno puede nunca dar por correcto lo que oiga de la boca de un nativo. Ingleses que hablen mal inglés también los hay”. Entonces él insistió, “bueno, no tengo miedo a utilizar el idioma, tengo paciencia y ganas de ver películas y oír canciones, y hasta saldría de la jaula y me sentaría en una mesa contigo, ¿cuánto inglés sé ya?”. Entonces oí la llave en la cerradura y le dije a mi proyecto de –gentleparrot-, “Ya está aquí mi mujer, voy a poner la compra en su sitio”.
el 20/01/2007