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  • Ludiguer - al loro - fauna de zapatería, ropa y complem

    Serían cerca de las nueve de la noche cuando llegamos a casa, e igual que aquellos que tienen un perro por mascota suelen estar acostumbrados a que al llegar, su fiel amigo salga a recibirles moviendo su cola, en nosotros ya empieza a ser una costumbre que nos reciba un gruñido de nuestro loro desde la otra parte de la casa, y una ensalada de preguntas aderezadas con incontinencia verbal y unas hojas de humor plumoso e ironía ornitológica, y ese día no iba a ser diferente, así que tan pronto como me vio me preguntó, “¿de dónde venís?”, “pues del centro, de comprar un par de cosas qué hacían falta y ver algo de ropa. En fin, ya sabes.”, le contesté yo. Entonces, como de costumbre, mi policromo amigo capturó la respuesta, la transformó y me la volvió a lanzar en forma de pregunta, “¿cosas para ti?”, “Bueno. No exactamente”, le respondí. Él entonces se giró hacia sus pipas diciendo, “¡Ah!”, pero es tipo de –ah- que cualquier otro pensaría que cierra una conversación, y que yo sabía que era la calma que precedía a su tempestad verbal. Así que como lo interesante era empezar pronto para terminar antes, me fui hacia su jaula y le dije, “¿¡ah! qué?”. Entonces él se volvió a girar hacia mí con una pipa en su pico, la mondó, se la comió y me preguntó: “¿Tú eres de los comunes o de los exóticos?” , “Dios mío,” pensé yo con una parte de mi cerebro mientras la otra parte buscaba sin éxito hasta por debajo de la más recóndita neurona algo con lo que poder relacionar semejante pregunta y así dar una respuesta que al menos me permitiera salir airoso del envite. Pero como nada encontré, probé con lo más parecido que en ese momento había en mi materia gris que ya para entonces debía ser verde gelatinosa y le respondía con la pregunta, “¿Estamos hablando del parlamento Británico y mis ideas políticas?”, y él se apresuró a responderme, “No. Estamos hablando de si cuando estáis de compras en un centro comercial o en unos grandes almacenes tú eres un marido como la inmensa mayoría o de los otros”. Ahora sí estaba claro. Creo que hubiera sido más fácil haber contestado a mi versión de la pregunta que a la suya. Estábamos donde al principio pero con más información, y pese a dedicar ahora todo el cerebro a buscar algo que responder, volvió a no haber éxito, así que de nuevo tuve que responder con una pregunta, “¿y qué diferencia hay exactamente?”. Entonces él me explicó que “cuando yo vivía en el centro comercial donde nos conocimos, si lo recuerdas, yo estaba junto al escaparate que daba a las tiendas de ropa y zapatería, y allí día tras día veía parejas como vosotros que iban de compras. Bueno, ella iba de compras y él de lo que podía. A la tienda siempre entraban cogidos de la mano, pero nada más atravesar la puerta, ella se soltaba de él y se paraba a tocar todas y cada una de las prendas que había en el primer expositor, sin importar talla, color o forma. Las grandes había que probárselas aunque fuera por encima, para comprobar que eran grandes, las pequeñas igual, y el resto también”. “¿Y él?”, le pregunté yo, “porque la pregunta tuya va de él y no de ella”, “pues él ya estaba como un metro por detrás de ella, mirando hacia el techo”. Continuó y añadió, “pero cuando ¿puedo decir el macho y la hembra”, “hombre, no es lo más correcto, pero creo que no estoy legitimado para decirte que no, pues yo así me referiría a ti”, le conteste, “bueno, pues cuando el macho se cree ya se van de esa tienda porque están abandonando el primer expositor en dirección al pasillo central”, siguió contándome, “ la vista de la hembra se desvía hacia un segundo expositor más adentrado en la tienda, y tras volver a tocar todo, ésta le da una percha con una prenda a él, la cual sujeta apoyándola en su hombro al tiempo que ella sin mirarle, sigue tocándolo todo y a él le toca entretenerse mirando a otra pareja que entra en la tienda para iniciar el ritual”. “¿Quieres decir que también se para en el primer expositor?”, le pregunté yo, y el me contestó, “exactamente. Pero lo peor no es que esa pareja le haga recordar su inmediato pasado, sino que si mira dos expositores más adelante tendrá ante sí su ineludible futuro, ya que ve a otro macho con la espalda apoyada en una columna, tres prendas en la mano derecha, y el bolso y el abrigo de ella en la izquierda, y dando su opinión sobre un artículo al que no ve diferente de los otros que ya lleva en su mano y que irremediablemente va a acabar también en su extremidad superior”. “La verdad es que tienes razón”, apostillé, “Es curioso ver como ellas retozan ágiles de un lado a otro de la tienda con una viveza envidiable, y a ellos con caras largas, deambulando por el recinto como almas en pena, y tropezando con todo lo tropezable porque las piernas no dan para más”, “pero, ¿a que si sacaran por ahí un balón las piernas volverías a funcionar?”, preguntó el retóricamente y luego continuó, “por eso yo desde la soledad de mi escaparate pensaba que si tuviera una tienda de ropa, dedicaría un espacio a colocar una gran pantalla con una diversión masculina generalizada, es decir, fútbol; con varios asientos más o menos cómodos, una mini-barra, o un mini-bar, y a pasar la tarde. Ellas comprando, y ellos viendo fútbol, y te aseguro que aumentarían las ventas, ya que llegaría un momento en el que hasta quedarían ellos en la tienda para ver los partidos con sus nuevos amigos, mientras ellas harían lo propio, pero para comprar”. “Bueno”, le dije yo, “y estos son los comunes, ¿no?”. “Sí”, me respondió, “y los exóticos, pues está claro. Como exóticos que son, son más variados, pero en general son los que eligen por ella o en consenso con ella, le buscan lo que más combina con la prenda elegida anteriormente, van un paso o dos por delante de ella y les pesan mucho menos las piernas. Van igual de cargados, ya que eso es común a ambos grupos, pero su actitud les da mas fuerza y parece que puedan soportar más peso. Algunos de ellos mirarían de vez en cuando de reojo a la pantalla del fútbol si existiera, lo que a la larga los convertiría del primer grupo, pero siempre quedarían los genuinos a los que ni siquiera les gusta el fútbol. Por cierto, aún no me has dicho a qué grupo perteneces”, entonces me fui alejando de la jaula para ir a ponerme ropa cómoda y mientras andaba por el pasillo le dije: “¿responde a tu pregunta saber que tan sólo atravesar los hierros que detectan objetos robados me hace bostezar?”.

    el 13/01/2007
  • hasta donde influira la tecnologia para los nuevos dj's

    http://www.numark.com/

    el 10/01/2007
  • El hombre del saco ya no persigue niños

    El hombre del saco ya no persigue niños.

    Los opositores son más y son más fáciles de asustar.

    Hoy en día no vale la pena pelear para asustar a los niños. Ningún hombre del saco que sepa cómo son las cosas hoy en día se molestaría en intentarlo. Esos pequeños monstruitos ya no se asustan de nada, en parte por las películas y en parte por los videojuegos. Y no me refiero al Tetris y esas mariconadas abstractas, me refiero a los videojuegos de verdad, los que venden mucho, los que tienen bandas sonoras potentes, se anuncian en la tele. Ya saben, esos que la sangre salpica el televisor hasta que casi no se ve lo que pasa y los intestinos se esparcen por el suelo como spaghetti.

    Frente a niños más acostumbrados a las vísceras esparcidas que la forense de CSI MiamiTM, sale más rentable, puestos a asustar, ir a por los opositores. Esos sí que tienen miedo. ¿Ha visto cómo se alteran cuando descubren una nota extraña en la web de la Consejería de Educación de nosequé comunidad autónoma? ¿Y cuando llaman seis veces a lo largo de la mañana y empiezan a sospechar que el funcionario que les debería atender -el funcionario del cual depende su futuro, su vida, su universo, y todo1- está desayunando desde que entró hasta cinco minutos antes de salir?

    Y es que estos opositores son sangre fácil para el hombre del saco porque viven con dos miedos metidos permanentemente en el cuerpo: el miedo a la oscuridad y el miedo al abandono. Como son adultos, esos dos miedos cogen formas más elaboradas porque, bueno, porque son adultos, pero en el fondo siguen siendo el miedo a la oscuridad y el miedo al abandono que todos, salvo la nueva generación de niños Playstation, hemos tenido. Y estos dos miedos son precisamente las mayores especializaciones de los hombres del saco, tanto los titulados como los autodidactas -estos últimos no pueden colegiarse y pagan cuotas más altas en el sindicato-.

    El miedo a la oscuridad toma una forma abstracta o simbólica, en forma de pesadillas sobre el supuesto, más que probable, de suspender. Toda la situación alrededor del opositor es como una gran conspiración para maximizar este miedo. Sólo hay un examen cada varios años, muy pocas plazas y demasiados aspirantes -todos tan estresados como tú o más-, una materia de estudio desenfocada e infinita, que nadie sabe muy bien de qué se compone y que aburre hasta a las vacas. Y al final del tunel, si suspendes -que es lo más probable-, seguirás sin tener la menor idea de qué hacer con tu vida. Como antes de preparar la oposición, claro, con las dos pequeñas diferencias de que ahora eres uno, dos, tres o incluso cuatro años más viejo y de que a papá le queda algo menos de paciencia. Y como guinda de ese gran pedazo de pastel, después de tanto esfuerzo, tanto estrés y tanta incertidumbre, el premio de consolación si suspendes será absolutamente nada y algún que otro año -de los presuntamente mejores de tu vida- completamente perdido. Si juntas todo eso, ¿no te sale una gran oscuridad?

    Y como todo viene de dos en dos, está además el miedo al abandono. Porque nadie te va a ayudar, nadie puede. Rara es la familia que entiende el lío en el que te has metido. Tu pareja, si no oposita, no puede entenderlo, y si oposita, bastante tiene con lo suyo. Y tus amigos, que tampoco entienden, hacen sangre cada vez que te ven con esa primera pregunta que les sale de la boca: “¿qué tal llevas la oposición2?” (la respuesta es “mal”).

    El examen será el día previsto a la hora prevista. Los opositores se presentan al examen habiendo intentado conseguir las mejores cartas para una única partida, pero todos saben en el fondo que cuando llegue la hora de la verdad, todo se reducirá a simple suerte. Suerte con las preguntas que salen del sorteo. Suerte con quien te corrige, a qué hora te corrige y antes y después de qué otros exámenes te corrige. Suerte con el tribunal que tendrás que enfrentar.

    Podrías caerle bien.

    Podrías caerle mal.

    Si eso supone dos décimas de diferencia, podrían ser las dos décimas más importantes de tu vida, y las habrás ganado o perdido dependiendo de que a algunos tipos del tribunal les guste tu aspecto, tu voz o tu acento. De que haya más hombres que mujeres en el tribunal. De que haya más mujeres que hombres. Que te parezcas una barbaridad a su muy reciente ex-mujer. O ex-marido. O a su nuevo amante.

    Y estarás allí, a tu suerte, como una botella a la deriva, muerto de miedo y reteniendo líquidos desde hace una semana. Y el hombre del saco personado allí, con su traje y su corbata, disfrazado de calvo cabrón con bigote, dispuesto a hacerte picadillo, sonriendo.

    Porque ese hombre del saco, al contrario que otra mucha gente que ya no es joven y ha perdido su empleo, ha conseguido reciclarse con éxito y entrar de nuevo en el mercado laboral.

    A lo grande, además.

    Y es que siempre habrá gente con miedo.

    el 08/01/2007
  • Ludiguer - al loro - felices reyes magos

    Como cada noche antes de acostarnos, he puesto el capuchón a la jaula del loro, pero hoy, a diferencia de otros días, la he cogido para llevármela a otro sitio. Entonces al iniciar la tarea de traslado una voz desde dentro me decía, “¡eh, eh!, ¿qué está pasando?”, “nada”, le contesté yo, “que hoy vas a dormir en otra habitación,. Y entiéndelo de la manera más literal que sepas, es decir, vas a dormir, y en otra habitación”. “¿Y eso por qué?, ¿por qué no puedo dormir en el salón como siempre?”, me preguntó él desde la oscuridad de su jaula aún cubierta por el capuchón, “pues porque hoy es la noche de Reyes y no quiero que estés tú por ahí por medio cuando ellos lleguen”, le dije mientras levantaba la oscura tela para verle la cara. Entonces él me miró y me dijo , “¿los Reyes Magos?”. “Sí, los Reyes Magos“, le dije yo, se subió al techo de su jaula y me dijo, “Pero los Reyes ...”, “¿qué?”, le dije yo , “hombre, ya sabes“ prosiguió. “No, no sé, ¿qué pasa?”, le pregunté. “Pues que los Reyes Magos..., en fin, pues eso“. “Pues eso, ¿no?, Creo que sé por donde vas, pero te diré algo“. Le repliqué yo, “¿Tú has visto ese pasatiempo en el que hay que buscar las siete diferencias entre dos dibujos?, “sí, alguna vez”, me dijo él, “¿pero qué...?”, y yo le interrumpí, “¿Y has visto unos dibujos que según se miran se ve una imagen u otra totalmente distinta, como dos caras o una copa, por ejemplo?” Sí, también los he visto”, contestó para que yo siguiera diciendo, “y ese otro dibujo en el que hay que buscar quince delfines que están escondidos por todas partes?”, “pues sí, pero aún no he visto a los Reyes en ninguno de ellos, ¿qué quieres decirme?”, me preguntó, “quiero decirte que las diferencias, las dos caras, la copa y los delfines siempre están ahí, pero no todo el mundo los ve. Sólo los encuentra quien verdaderamente los busca porque sabe con seguridad que están ahí. Ahora bien, quien mira los dibujos y como a primer golpe de vista no los ve, piensa que es imposible que estén, jamás los verá.”. Y tras escucharme con atención me dijo mi plumoso amigo, “entonces ¿quieres decirme que ...?”, “pues quiero decirte“, continué yo, “que con los Reyes Magos pasa lo mismo. Quien no los busca en el dibujo de su vida con predisposición para encontrarlos, no los verá nunca y pensará que no están,”, entonces me acerqué a la jaula porque el loro me escuchaba con tal atención que hasta pensé que se había dormido, pero cuando vi que al acercarme yo él se acercó también a los barrotes continué diciéndole: ”Si bien es cierto que a veces los Reyes necesitan a las personas para que les echen una mano con la ropa, juguetes, música, electrónica y todo esto tipo de cosas que los humanos les pedimos, y para aquello donde la tarjeta de crédito no puede llegar, es para lo que están ellos. Solo hay que buscarlos con detenimiento y predisposición, y sabiendo que no siempre se llaman Melchor, Gaspar o Baltasar, ni ocultan sus rostros bajo pobladas barbas, o incluso la mayoría de las veces ni se dejan ver, pero se nota que han estado ahí”, al oír esto, mi plumosa mascota picoteó una pipa y cuando la tragó me miro fijamente y me dijo, “¿Aún estoy a tiempo de mandarles mi carta”, entonces yo le contesté, “no te preocupes que si hay algo en lo que te pueden ayudar, lo harán aunque no la hayas mandado. Piensa que son Magos”. Le volví a poner el capuchón y me fui a acostar mientras oía su voz que me decía “Felices Reyes Magos”.

    el 07/01/2007
  • Ludiguer - al loro - dimite hombre, dimite

    Como siempre ocurre a finales de diciembre, los medios se encargan de recordarnos lo más destacado del año que está terminando. Así que en no sé qué cadena estaban haciendo uno de esos programas resumen, cuando llegaron a una sección que debería ir dedicada a personajes del año o algo así, no lo sé muy bien porque estaba con la tele puesta pero leyendo y sin prestar atención, lo que sí sé es que al momento oí a mi loro decir “Dimite hombre, dimite”. Levante la vista del libro y ví en la pantalla un mosaico de personajes españoles de todo tipo: artistas, políticos, deportistas, escritores, así que decidí seguirle la corriente a mi enfurecida mascota, y dije yo mirándole “¡eso, eso!. ¡Vete ya, hombre!, ¡qué se vaya!”, sin saber por supuesto de quién hablábamos, pero él pensando que sí, se sintió apoyado y continuó mientras me miraba, “hasta que no deje su puesto a otro que sí sea competente España no va a hacer nada”, y yo que ya medio imaginaba de quién hablábamos le seguí el juego, “pero nada de nada”, y él de nuevo sacando pecho me dijo, “no tiene ni estrategia, ni planificación, parece que improvisa en cada decisión que toma, y va a la suya. No hace caso a los que le advierten que se está equivocando y se empecina en no dar marcha atrás con sus errores.”. Y ahí ya tenía yo claro de quién hablábamos, así que ahora era yo el que se lucía añadiendo, “En el extranjero hemos hecho el ridículo por donde hemos ido por su culpa”, “eso” añadió el rascándose la parte interior del ala. Y siguió diciendo, “y aquí cada decisión suya no ha hecho más que levantar polémica, algunas de las cuales ya estaban más que olvidadas. Ni da la impresión que le respeten los suyos, pues más parece que estén esperando que en una de sus muchas pifias se estrelle y así se ahorran el tener que echarlo...”, “ni los rivales tampoco”, continué yo, “ya que saben que con el tiempo acaban poniendo en evidencia sus carencias y debilidades”. “Luego”, prosiguió mi ave favorita, “cuando hace declaraciones hoy dice una cosa, y mañana otra, y si no le conviene, no dice nada, esconde la cabeza y en paz.”, y ya, para culminar y poner la guinda a la conversación le dije yo: “bueno, y verás la que se arma si al final no consigue clasificar a España para la Eurocopa ..., ahí sí que o se va o le echan” . Entonces mi mascota se quedó mirando al infinito, totalmente estático, y sin hacer más movimientos que los necesarios para masticar y tragar una pipa, y una vez tragada me miró y me preguntó”, “¿Qué Eurocopa?”, “bueno, la que habrá en 2008, ¿no?” le contesté yo, “si este año ha habido mundial en dos años toca Eurocopa.”, “Ah”, contesto él, y luego me preguntó, “¿Y qué tiene él que ver con la Eurocopa?”, “Bueno”, le contesté yo, “estamos hablando de fútbol y del seleccionador, ¿no?”. “Yo no” me dijo mi loro, y entonces fui yo el que se quedó estático pero sin pipa que comer, y le dije mientras me levantaba, “mira, creo que ya ha terminado la lavadora, Voy a tender”.

    el 04/01/2007
  • The Er Zú Project & Lagartiha

    Yo mismo y mi Lagartiha (wv del 76 que tantos placeres me ha dado a estas alturas del sueño).

    el 04/01/2007
  • The Er Zú Project, Focus & mi Kaniha

    Aqui nos encontramos Yo mismo, el cantante del grupo holandes de rock prograsivo Focus y mi KANIHA...

    el 04/01/2007
  • Find ur Sound

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    el 03/01/2007
  • Me has arrancado...

    Fue brusca la partida
    y estrecho nuestro abrazo
    quisiste de despedida
    arrancar de mi costado
    lo que llenaba el vacío
    que ahora dirige mis pasos
    creo que también se fue
    arrastrada por tu ira
    aquella parte que usaba
    para justificar sagaz
    actos rellenos de nada.
    Seguro que algún día
    pasarán factura cruel
    con forma de dentelladas
    en lo poco que recupere
    de mi llagada y triste alma.

    el 02/01/20072
  • Ludiguer - al loro - sueños desagradables

    Anoche mientras dormíamos, a eso de las tantas de la madrugada, minuto arriba, minuto abajo, empezamos a oír unos graznidos que venían del salón. Me levanté corriendo y al llegar allí observé que los berridos salían de la jaula del loro. Rápidamente le quité el capuchón y le vi moviéndose de un lado a otro como si se hubiera tomado quince litros de café. “¡Tranquilo, tranquilo!”, le dije, y luego le pregunté qué le pasaba, entonces él se bajó del techo de la jaula al que se acababa de subir y me dijo: “Pues no sé muy bien. De repente han empezado a venir a mi cabeza un montón de imágenes raras que me han empezado a poner nervioso y me han despertado sobresaltado”, “¿pero qué tipo de imágenes veías?”, le pregunté yo con curiosidad, y el me explicó, “pues ..., era como si acabara de explotar una bomba, con un montón de gente tendida en el suelo, coches humeantes y un loro herido en el suelo, y luego, un choque de coches, con sirenas de la policía, más personas en el suelo llenas de sangre y un loro dentro de uno de los coches pidiendo auxilio.”, “¿pero cómo ha sido eso?, ¿así por las buenas?”, le pregunté yo, y él me dijo: “bueno..., por las buenas..., por las buenas, pues no. La verdad es que ayer mientras vosotros bañabais al bebé y hacíais la cena, me dejasteis la tele puesta y yo estuve viendo las noticias.”, “¿y?” le pregunté yo en un alarde de elocuencia matutina, “pues que como de costumbre, casi todo fueron desgracias perfectamente ilustradas con sus imágenes”. Al oír esto creo que por primera vez me puse realmente en el pellejo de mi loro. Bueno, en el pellejo o en las plumas, o en lo que sea,. Así que le dije: “Como sabes, yo soy de los que ven la tele en los escasos momentos que me quedan tras haber cumplido con casi todas las obligaciones diarias y durante la hora de las comidas, que es el momento en el que uno aprovecha para ver que ha pasado en su planeta mientras él se ganaba los garbanzos”, “o sea, que ves poca tele” matizó él. “Pues eso. Pero día tras día, termino sin saber qué ha pasado porque me toca buscar una cadena donde solo emitan anuncios, o poner la pantalla del teletexto”, terminé de decirle, a lo que él añadió, “parece que las televisiones llevan mucho tiempo empeñados en que veamos a todas y cada una de las víctimas, y cuanto más de cerca mejor, de las noticias trágicas que a tal efecto seleccionan, vengan o no a cuento”, “además”, le dije yo, “la mayoría de esas noticias que hoy llenan nuestros telediarios antes sólo salían en un periódico muy concreto”, y entonces él me preguntó, “¿y era menos noticia un robo, una puñalada, un ahogado, un atropellado, un accidentado, etc., etc., antes que ahora?”. “Pues no creo”, le contesté yo, “pero es lo que se lleva ahora en la tele, los humanos nos movemos por modas. Me imagino que ya te habrás dado cuenta.”, y entonces él me dijo: “pero aun siendo moda el comentar estas noticias ahora, parece como si las cadenas pensaran que sois un poco cortos, ya que si no os enseñan a las víctimas creen que no vais a entender su noticia.”, y yo le dije, “Hombre, pues para el tiempo con un mapa y cuatro símbolos me vale, no necesito una conexión con cada ciudad para creerme que llueve, truena o nieva.”, “Incluso”, añadió mi plumoso amigo, “en aquellos atentados que hubo hace unos años en Nueva York, no se mostraron las imágenes de las victimas, y no creo que nadie dudara de que aquello fuera una catástrofe, ¿verdad?”, “pues lo cierto es que no conozco a nadie que no se lo creyera”, continué yo al tiempo que me frotaba los ojos como diciéndole que era muy grata su conversación pero que mañana más, pero claro, él no tenía que madrugar a la mañana siguiente y como ya se había desvelado, pues se rascó el pecho y prosiguió. “¿Qué mueve a las cadenas a ofrecernos tantos litros de sangre y lágrimas en cada espacio de noticias?, ¿por qué no nos cuentan los accidentes de tráfico, atentados, guerras, ajustes de cuentas y demás hechos de esta índole sacando sólo las imágenes del entorno, o ni eso, pero nunca a las víctimas o parientes cercanos desgarrados de tristeza?, ¿acaso al cámara o al responsable del noticiario le gustaría que lo viéramos a él o a algún familiar suyo en el estado en el que nos presentan a muchas personas diariamente?”, “no creo”, le contesté en medio de un bostezo mientras miraba de reojo al reloj más a tiro, y me acercaba poco a poco al pasillo. Pero mi señor loro tenía cuerda para rato, así que continuó, “y no sólo es el hecho de que algo acabe de ocurrir, sino que los aniversarios los celebramos volviendo a sacar a la pobre víctima del terrorismo troceada en un amasijo de hierros, a los del autobús de no sé donde desparramados por la carretera, a la mujer de éste o a los hijos de aquel desconsolados en una iglesia cualquiera, o unos fusilamientos y linchamientos públicos de una guerra que ese día precisamente hace no sé cuanto que acabó. Y digo yo, ya que sois una especie de clientes de las cadenas, ¿por qué no proponéis -una semana sin sangre-, y si se pierde credibilidad o rigor en la noticia, admitiremos que somos los equivocados, y que sus sangrías son necesarias, pero si no, que lo admitan ellos y dejen de emitirlas. ¿Qué te parece?”, entonces oí el principio de un llanto de bebé y por una vez me alegré de que se despertara en medio de la noche, así que salí corriendo hacia la habitación diciéndole, “tengo que dormir al pequeño. Si eso ya mañana continuamos. Buenas noches”.

    el 30/12/2006