Son insultos graves; pero de cosas, de sucesos que otros comentan.
Se puede argumentar que menoscaban la integridad moral de este ciudadadno, o se puede pensar que, al ser el rey, es intocable.
Ya me habéis leído en otro hilo sobre los agravios y en alguno como el de la Independencia de Cataluña lo que me parecen los enunciados de los nuevos delitos ad hoc, probablemente me preocupa mucho más que se recurra a palabras trasnochadas (que ni siquiera tuvieron vigencia en su tiempo salvo en círculos ya rancios o cursis ya en su momento), como enaltecimiento.
En realidad me preocupa muchísimo más la lengua que la sociedad, y creo que se rectificase (con una declaración colectiva de arrepentimiento) la palabra enaltecimiento por la más cabal de apología, me quedaría más tranquilo, ésto les pasaría a unos tuercebotas y algo habrían hecho otros que nada tiene que ver conmigo, pensaría en mi fuero interno.
Lo malo es que mañana pueden describirse delitos por pechos henchidos y banderas al viento, incluso por montañas nevadas, eso no me debería preocupar (y menos en este momento que estoy haciendo una caja con unos picos nevados a los que tengo que aplicar bruma, sí, en una fotografía que estoy editando) y además porque carezco de empatía, vergüenza y conciencia social.
Aunque, si lo pienso, me debería de preocupar; porque, aunque sea tan poco dado a lo social, aunque tenga menos conciencia social que mis gatos (a los que tiendo a parecerme), también soy dado al desacato, a la irreverencia y cagarme en lo más sagraó, y además, siendo liberal irrefrenable, tendré que atarme los machos, no sea que alguna de mis manifestaciones sean objeto de delito, es más, si lo pienso bien, soy un candidato nítido al paredón desde cualquier bando.
Y encima no tengo mucho respeto por opositores investidos de supremacía a no ser que el examen haya sido sucedido de méritos de lo que yo considero verdaderos méritos: los intelectuales, la gallardía, la valentía, el atractivo (tan necesario en la especie, ahora que parece comprometida su supervivencia por tuits y cancioncillas) o esa rara mezcla que hace en todos que nos entren ganas de follarnos a otros y que en ningún caso me pasa con casi ninguno de éstos, no se a otros.
Pero, bueno, no abundemos demasiado en lo animal ni en el atractivo (que en eso ya salgo yo muy perdedor), ni en lo personal, vayamos a lo textual y lo jurídico. Pese a todas esas animadversiones que tengo hacia el garantismo, lo equitativo, lo providencial, me afecta y me enoja (además me preocupa, y mucho), la deriva que está tomando la autoridad en España, he de referirme a autoridad de forma intencionada, no por no ser capaz de discernir la separación de poderes, es que me empieza a preocupar que la autoridad se convierta en autoritarismo, en la misma medida que ésta (desempolvando un silogismo también rancio) parece querernos recordar que se acabó la fiesta de la transición y que la libertad no puede subvertirse y convertirse en libertinaje, y no porque el asunto sea baladí, o porque no sea un tema de debate permanente (la tensión ente el derecho a publicar y el derecho a la intimidad como paradigma de todo esto).
Y eso, al menos como votante, como simple (y en estos tiempos jodido) elector, claro que me preocupa.
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