Al fin y al cabo lo que se vende, en realidad, es el sonido, la interpretación. La mayoría de nosotros nos hemos quedado colgados de Jean-Michel, Kraftwerk, Depeche Mode, Vangelis, Tangerine Dream, Patrick Cowley o el Fary solo por lo que hemos escuchado la primera vez, normalmente por la radio o similar sin tener ni pajotera idea de qué instrumentos se traian entre manos.
Ni arp-láser, ni cajas mágicas, ni mil músicos tocando al unísono nos sorprenden ya, aunque los veamos en video.
O esto da un giro de 180 grados o TODO ESTÁ INVENTADO. (Snobismos aparte).
Reconozco que el “Génesis” está muy bien, dos pantallas enormes para tocar cuatro botones, un teclado largo, un par de módulos y tal... pueden ser un modestísimo comienzo para algo más ambicioso. Todo depende de lo pesada que sea la cartera, o la cuenta corriente de inversión.
Apuesto a que cualquiera de los que está leyendo esto ha tenido mil ideas acerca de un equipo fantástico, ideal y sin soltar demasiados miles de euros, que englobe varios sistemas y variedad de sintetizadores. Solo hay que comercializarlo pero... ¿cómo saco yo un producto definitivo que no pise el resto de productos que tengo en el mercado?
La respuesta que nos tragamos es igual que la que nos tragamos en fotografía: “La cámara perfecta no existe”. “El sintetizador perfecto no existe”.
Y yo respondo, a ambos: porque no nos dejan participar.
Hace poco comenté en uno de los hilos... “con lo sencillitos que eran los casiotones...” y lo reitero una vez más.
Creo que el óscar a eso que siempre será innovador, espectacular (en su justa medida) y creativo por muchos años que pasen, de momento, seguirá estando en manos del Theremin.
Todo lo demás son automatismos, secuenciadores, arpegiadores, DAWs, parafernalia en torno a un sonido electrónico que revolucionó, y sigue revolucionando, el siglo XX y, de momento, principios del XXI.
Sí, ya sé que es un ladrillazo difícil de leer. Pero soñar es gratis y, creo, que con no demasiado dinero, se podrían fabricar muchas cosas más dignas de un siglo XXI.
Saludos (y perdón por el peñazo)