Pues es una pena que este año no haya manifa el 8 de marzo. El Coronavirus es la emergencia del momento; la feminista, climática, independentista y taxidermista deberán esperar. Es lo bueno que tienen los problemas comunes y no los caprichos particulares de colectivos y curatos varios.
Este año iba a ser morrocotudo, las femis divididas en transversalidades tan ridículas como el concordato común a todas ellas, las trans hasta las otrora pelotas con ganas de gresca y movida, los alertados aliados sin saber si pueden ir o deben de quedarse en casa haciendo las tareas del hogar, las mujeres sin saber si es su día o el cumple de Irene Montero y su pandi. Y mucho espectador, mucho mirón de lo dispuesto, seguidores de lo público y lo privado, admiradores del suceso, de lo ocurrente, de la moda y del desasosiego desasistido. Los inscritos al aburrimiento perpetuo, jubilados civiles e incivilizados.
En fin una pena. Tenía varios sacos de palomitas preparados para satisfacer la demanda personal gestionando el evento acorde a la indiferencia del firmante. La gran final de las series outdoor, el pressingcatch indoloro, donde hasta los improperios son ficticios, como el mundo en el que se empeñan que vivamos, nosotros, los seres libres, el humano reconocido, ese gran olvidado, escondido, ocultado entre símbolos e insignificancias varias.
Es lo que pasa con las ideologías, solo valen como marcos teóricos, ni eso, las sacas del garaje y gripan. Todas. El mundo no evoluciona ideológicamente, la ideología es la pausa, el pañuelo, la servilleta donde el intelecto se limpia esperando poder volver a coger las riendas de lo indefinido, de lo inconcreto, del caos que le rodea, a falta de un apropiado que pueda defenderse por si mismo, como la realidad relativa de todo lo que existe, incluidos nosotros mismos.
Ah, que no, me comunican que la mani sigue en pie, menos mal. El 8M es el nuevo solsticio de invierno, marca las actividades humanas como el stonenhench moderno , desde los cambios penales que no sirven para nada y que serán corregidos por las autoridades judiciales hasta postergar las medidas de contención del contagio pandémico. Que susto, y eso que he estado a punto de cambiar mis palomitas esta mañana por mascarillas en ebay.
El machirulado prevalece, no por ofuscación, ni por ser mayoría absoluta, no, predomina por ser sentido común y sobre todo por su coherencia intelectualmente ética. Nunca fue buena idea que un tamagochi dirija los asuntos comunes ni gestione lo público. Cuando una feministra florero se enfrenta dialécticamente con toda una eminencia intelectual y aristocrática altamente cualificada en eso, la palabra, la menestra búcara no sólo queda en ridículo, deja en ridículo a cualquiera que la defienda, galanes y gañanes incluidos, a sus fieles y a cualquiera que desde la inopia se acerque al instruido, educada en este caso.
Y es que algunos no aprenden ni aprendiendo. Ni viven ni dejan vivir.
Bueno, aquí hemos aprendido esta semana que presidente no es masculino sino neutro, y que presidenta está mal dicho pero cuenta como animal de compañía debido al uso habitual o habitual desuso de la lengua como código y patrimonio común necesario. Hemos comprendido que las reglas y normas no lo son cuando el dogma secuestra la cordura o cabalidad usual aceptada hasta por las piedras inertes sobre las que levantamos nuestra civilización. Hemos descubierto que el progreso no es avanzar como seres libres que somos sino que está supeditado al capricho de quien no puede justificarlo de otro modo, supeditado a la opinión del cinismo global y a la dictadura de los que atienden al poder desde la revuelta o chiquillada. El machanguito ilustrado, la morisqueta indiscreta, la rebaba imperfecta y la docta renuncia. Hemos aprendido quien es Plagia, a pesar de sus dos frases controvertibles sacadas de contexto, también que necesitaremos un notario para relacionarnos con quien queramos de manera recíproca, que los políticos no están a la altura de sus ciudadanos, que nos riñen y amenazan pero luego nos copian los palabros que usamos para definir sus incongruencias (me ha dolido lo del coñocimiento, son muchas cosas ya, textos enteros manipulados al servicio de lo que criticaban, por eso ya no escribo apenas, para dar ideas al “enemigo” y que las use en contra del interés general mejor estoy calladito). También hemos aprendido que el estatus no proporciona prestigio, el crédito lo procura la moral. Que odiar es humano, incluso si es dirigido y no aleatorio o imprevisible, aunque de la misma condición sean el reo y su condena. Y muchas cosas más que no hace falta ni mencionar, el gitano de la fergoneta, la secuestrada onomástica femenina, el onanismo pagliyero, el arte y las letras, la política, sanidad, hasta de partes amistosos de dulcineas y tobosos.
Sólo nos queda recordar una vez más. Vivan las personas libres.