Habanero (Malecón perdu) escribió:Yo no, hablo de la visión que se ha generalizado en España. La república es de izquierdas y la bandera de España de derechas. Yo no lo veo así, ni de coña, y he puesto el ejemplo de mi abuelo. Yo creo que se puede ser facha recalcitrante y republicano, como se puede ser comunista estalinista y ondear orgulloso la rojigualda. Pero los prejuicios pesan mucho.Eso evidencia la visión tan de derechas, y me atrevo a calificarla de temerosa y retardataria (del antiguo régimen; pero del de principios del XVIII) que tienes de determinadas cosas.
Hispasónicos Vacunados (o sea, viejos de aquí)
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Para tener todo el espectro de vacunas; diría que aún faltaba la de Johnson&Johnson por aquí, la semana pasada decidí probar por el bien común la Janssen, aplicada poco o nada por estos lares; ahí mi suerte legendaria. Me dieron a elegir; la Janssen, la Janssen o la Janssen. No dudé. Hubiese preferido Moderna o Pfizer; ni puta idea el porqué, pero es lo que se lleva en la calle, son las guays.
El jueves llevé a un familiar al centro masivo de vacunación Isabel Zendal.
La persona a la que se ha dedicado el mostrenco fue una persona de mérito, morirse en Puebla es un buen indicio, bajo el volcán y en Nueva España no lejos de la que debiera haber sido la capital del reino. Incluso Carlos V lo consideró, AMLO sería Sánchez.
La vez anterior le tocó ir al Wanda Metropolitano, otro hito en la línea del horizonte de un Madrid que coloniza la estepa que lo rodea como un Los Ángeles de cualquier película postapocalipica ochentera o noventera.
Yo tuve más suerte, me tocó un edificio intramuros, nada menos que el antiguo pabellón de deportes de Goya, donde escuché a Miles Davies y Terence Blanchard o a Óscar Peterson, ese pianista enorme canadiense.
Llegar hasta ahí no es grato y no es fácil para personas de cierta edad o con limitaciones. Por mucho que se empeñe la página Web y el relato oficial, no pertenece a la escala de los más mayores, que por lo visto y gemido, eran los que nos importaban tanto.
La ruta que te propone el navegador es tirar por el nudo norte (que ahora está otra vez en obras y a preparase por la prolongación de Madrid hacia el norte) hasta la desviación a la M11, eso deben de ser cuatro o cinco kilómetros desde plaza de Castilla (igual más) y otros tantos de una autovía rodeada de esa cosa gris parduzca, como de tierra a punto de ser tierra quemada que no deja claro si es un campo de batalla de la guerra civil recién deshelado y recogidos los cadáveres, o la superficie sobre la que se va a construir la futura ciudad logística mundial de Amazon. Cuando se llega ahí te encuentras un barrio de tamaño considerable cruzado por avenidas de muchos carriles.
Pocos edificios construidos; pero sí un edificio grande y gris con un punto de la arquitectura de los Nuevos Ministerios; pero con paramentos y tipología más actual: la sombra de Don Santiago Bernabéu, ah, que eso es Valdebebas...
Eso sí, no hay carteles para la ocasión que anuncien el festival (uno conté), en una urbanización de un pueblo, el ayuntamiento no se hubiera ahorrado unos cuantos; pero aquí no, que estamos en Madrid y hasta los viejos son Hi tech.
Se alcanza el edificio y no se termina con la mirada. Por suerte hay calles enormes y hay dónde quedarse en doble fila. Eso sí, una cola de taxis de cierta consideración, ¿sería de viejos ricos?, pues seguro, porque un taxi de ahí te va a soplar casi como a la T4, que está justo al otro lado, o sea, cerca de 30 pavos (la oferta de viejo gratis al Zendal que hizo Uber se acabó).
Muchos coches, muchos, gente como de mi edad que todavía conduce y muchos taxis y mucho hijo llevando a su padre que ya no conduce.
Hay algo de transporte público, sí; pero escaso, con una frecuencia larga y desde puntos que no son Madrid tal como lo entienden los más viejos de entre los vacunados.
Dentro, la cosa debe de estar bien organizada, seguramente lo hayan realizado médicos y no políticos y tuve que esperar quince minutos, que, teniendo en cuenta que la puerta no estaba tan cerca como esperar en la esquina de casa de alguien, es algo a destacar y mucho: vacunan a toda hostia.
Pero,¿qué necesidad hay de someter a los madrileños o quiénes vivamos aquí d esa sobredosis de aspereza paisajística, de magnitud (es la primera vez que sobrecoge un monumento por largo más que por alto, más que el Hermitage a lo mejor) y de choque emocional?, ¿por qué llevar adocenados a los ciudadanos (encima mayores) a unos pocos centros como si fueran a esquilarlos o a esquilmarlos?.
No niego que este disparate podría habérsele ocurrido a algún gobernante de la izquierda (como hubiera sido alguien de Podemos, el gulag y Stalin, en todos los medios y en todos los putos WhatsApp envenenados de los que han reflexionado para la ocasión).
Pero, no, esto ha sido cosa de la desahogada de las terrazas de esa Españita en la que no quiero que se me incluya
En unos días me enteré que le toca a mi cuñada en el Zendal, y como ahora van a vacunar las 24 horas (me me parece estupendo,¿no lo pueden hacer en los centros de salud?, sí mucho lo van a hacer...) tiene que venir desde Hoyo de Manzanares al Zendal a las 8 de la tarde...¿ en transporte público?, ¿en cuántos, uno después de otro?.
Y luego que el vehículo privado contamina...
La persona a la que se ha dedicado el mostrenco fue una persona de mérito, morirse en Puebla es un buen indicio, bajo el volcán y en Nueva España no lejos de la que debiera haber sido la capital del reino. Incluso Carlos V lo consideró, AMLO sería Sánchez.
La vez anterior le tocó ir al Wanda Metropolitano, otro hito en la línea del horizonte de un Madrid que coloniza la estepa que lo rodea como un Los Ángeles de cualquier película postapocalipica ochentera o noventera.
Yo tuve más suerte, me tocó un edificio intramuros, nada menos que el antiguo pabellón de deportes de Goya, donde escuché a Miles Davies y Terence Blanchard o a Óscar Peterson, ese pianista enorme canadiense.
Llegar hasta ahí no es grato y no es fácil para personas de cierta edad o con limitaciones. Por mucho que se empeñe la página Web y el relato oficial, no pertenece a la escala de los más mayores, que por lo visto y gemido, eran los que nos importaban tanto.
La ruta que te propone el navegador es tirar por el nudo norte (que ahora está otra vez en obras y a preparase por la prolongación de Madrid hacia el norte) hasta la desviación a la M11, eso deben de ser cuatro o cinco kilómetros desde plaza de Castilla (igual más) y otros tantos de una autovía rodeada de esa cosa gris parduzca, como de tierra a punto de ser tierra quemada que no deja claro si es un campo de batalla de la guerra civil recién deshelado y recogidos los cadáveres, o la superficie sobre la que se va a construir la futura ciudad logística mundial de Amazon. Cuando se llega ahí te encuentras un barrio de tamaño considerable cruzado por avenidas de muchos carriles.
Pocos edificios construidos; pero sí un edificio grande y gris con un punto de la arquitectura de los Nuevos Ministerios; pero con paramentos y tipología más actual: la sombra de Don Santiago Bernabéu, ah, que eso es Valdebebas...
Eso sí, no hay carteles para la ocasión que anuncien el festival (uno conté), en una urbanización de un pueblo, el ayuntamiento no se hubiera ahorrado unos cuantos; pero aquí no, que estamos en Madrid y hasta los viejos son Hi tech.
Se alcanza el edificio y no se termina con la mirada. Por suerte hay calles enormes y hay dónde quedarse en doble fila. Eso sí, una cola de taxis de cierta consideración, ¿sería de viejos ricos?, pues seguro, porque un taxi de ahí te va a soplar casi como a la T4, que está justo al otro lado, o sea, cerca de 30 pavos (la oferta de viejo gratis al Zendal que hizo Uber se acabó).
Muchos coches, muchos, gente como de mi edad que todavía conduce y muchos taxis y mucho hijo llevando a su padre que ya no conduce.
Hay algo de transporte público, sí; pero escaso, con una frecuencia larga y desde puntos que no son Madrid tal como lo entienden los más viejos de entre los vacunados.
Dentro, la cosa debe de estar bien organizada, seguramente lo hayan realizado médicos y no políticos y tuve que esperar quince minutos, que, teniendo en cuenta que la puerta no estaba tan cerca como esperar en la esquina de casa de alguien, es algo a destacar y mucho: vacunan a toda hostia.
Pero,¿qué necesidad hay de someter a los madrileños o quiénes vivamos aquí d esa sobredosis de aspereza paisajística, de magnitud (es la primera vez que sobrecoge un monumento por largo más que por alto, más que el Hermitage a lo mejor) y de choque emocional?, ¿por qué llevar adocenados a los ciudadanos (encima mayores) a unos pocos centros como si fueran a esquilarlos o a esquilmarlos?.
No niego que este disparate podría habérsele ocurrido a algún gobernante de la izquierda (como hubiera sido alguien de Podemos, el gulag y Stalin, en todos los medios y en todos los putos WhatsApp envenenados de los que han reflexionado para la ocasión).
Pero, no, esto ha sido cosa de la desahogada de las terrazas de esa Españita en la que no quiero que se me incluya
En unos días me enteré que le toca a mi cuñada en el Zendal, y como ahora van a vacunar las 24 horas (me me parece estupendo,¿no lo pueden hacer en los centros de salud?, sí mucho lo van a hacer...) tiene que venir desde Hoyo de Manzanares al Zendal a las 8 de la tarde...¿ en transporte público?, ¿en cuántos, uno después de otro?.
Y luego que el vehículo privado contamina...
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