La doctrina del Shock - Naomi Klein
La doctrina del shock es una obra de la canadiense Naomi Klein, otro aldabonazo ético de la autora del célebre No logo, aparecido en el 2001, una especie de manifiesto revolucionario y mordaz contra el poder de las supermarcas y la esclavitud del consumidor.
De lo que trata ahora es de las técnicas de sometimiento en la globalización. El método tradicional ha sido la llamada política "del palo y la zanahoria", aunque los pueblos pueden contar en su historia muchos palos y pocas zanahorias. Sería muy aleccionadora una Historia de los Palos.
Lo que llamamos memoria histórica es, en el fondo, una memoria de palos, el recuerdo rebelde por los palos impunes. Ahora el palo es el shock. El palo virtual. La producción sistemática de intranquilidad, de piel de gallina.
Es difícil resumir el contenido de “La doctrina del shock” dados los numerosos ejemplos a los que recurre Klein para cimentar sus tesis. No obstante, hay un punto fundamental para entender todas las situaciones a las que se refiere el libro, y ese punto se llama Milton Friedman.
Este hombre fue un economista que impartió clases en la Universidad de Chicago en los años cincuenta del pasado siglo, y que formó a su alrededor un grupo de personas que darían lugar a la llamada Escuela de Chicago. Este grupo, con Friedman a la cabeza como mentor teórico y líder entusiasta, sentó las bases para la implantación política de una economía basada en el laissez-faire más absoluto, una radical interpretación del capitalismo de libre mercado que se comenzó a imponer por la fuerza en la década de los setenta y que ha terminado por asentarse de una forma más democrática en los últimos años del siglo XX.
En su libro “Capitalismo y libertad”, Friedman enunciaba las claves para que su programa económico se pusiera en práctica: en primer lugar los gobiernos deben eliminar todas las reglamentaciones y regulaciones que dificulten la acumulación de beneficios; en segundo lugar deben vender todo activo que posean que pudiera ser operado por una empresa privada y dar beneficios; en tercer lugar deben recortar drásticamente los fondos asignados a programas sociales.
Parece evidente que una economía diseñada bajo semejantes premisas daría como resultado acontecimientos como los que vemos a nuestro alrededor hoy por hoy. La invasión de Irak, por ejemplo (y no hace falta que Naomi Klein lo analice, si bien lo hace con profusión de datos y con interesantes resultados), no es más que una gigantesca operación empresarial para que empresas estadounidenses (algunas británicas; españolas, mal que les pese a algunos, más bien ninguna) se repartan los despojos del país e implanten su actividad a un coste bajísimo y con unos beneficios desorbitados, en parte proporcionados por el Estado norteamericano en forma de ayudas y subvenciones.