lgarrido escribió:La analogía de Mikolópez respecto a los gustos infantiles y la inocencia perdida es válida, y creo que todos la hemos experimentado de una manera o de otra. Cuando creces ya no te gusta atiborrarte de chuches, oír veinte veces al día la última canción de Disney o los dibujos animados de argumento pueril (lo cual no le quita valor a ninguna de esas cosas, que incluso se siguen disfrutando, aunque en dosis bastante más pequeñas). Inevitablemente el campo de experiencia se amplía, y eso da más opciones, más elementos que comparar, y el gusto se vuelve más sofisticado. Por contra, el mayor criterio hace que uno se entregue con menor abandono. La risa de un niño es tan franca y profunda que resulta difícil no sonreír por simpatía al oírla, aunque se esté riendo del chiste del perro Mistetas.
No recuerdo cual escritor decía que había adquirido tal rigor crítico que ya no podía leer placenteramente ni el Quijote.Creo fué aquel que había despertado "y el Dinosaurio aún seguía allí"...Pues hay gente que es así y otros nos manejamos bien en muchas aguas en cuanto al gusto se refiere, lo cual siempre es personal.