Personal (blogs de usuarios)

  • Cambio de vida 2

    Bueno, pues ... ha vuelto a pasar el tiempo... y vaya... veo que han vuelto a pasar un poco mas de 6 meses....

    estoy en Guadlajara y me va muy bien, de hecho , me acaban de ascender a lider de proyecto de desarrollo... mas trabajo, mas responsabilidad... mismo salario.. jajajja

    el 17/10/2008
  • El despertar de la oscuridad

    Siempre como sombras de la legión del poder, ocultas en las tinieblas de la desmedida muerte.



    Saber que el mundo es alimento para nosotros, durante el vuelo nocturno buscando entre tus ríos.



    Sangre, alimento divino dador de vida a seres muertos, que destruyen el alma.



    Maldición o bendición ver pasar los tiempos, sin daño alguno por la perdición.



    Solo al purgar con las ruinas de las almas perdidas. En la miseria de su codicia y disfruto con ellas acabar.



    Soy el que limpia del pecado al hombre, para que pueda algún día purificarse.

    el 14/10/2008
  • Nuevo tema: Tempest Prophecy

    ¡Buenas a todos! Actualizo con un tema que he compuesto entre ayer y esta tarde. Lo he titulado Tempest Prophecy, y aporta un toque distinto a las composiciones que os he enseñado anteriormente.

    ¡Espero que lo escuchéis os guste y que dejéis algún comentario! Más como siempre en mi web oficial:

    http://www.manuelmora.es

    el 13/10/2008
  • Rayos en la noche

    Como todas las noches, se veía debajo de ese árbol retorcido y siniestro la figura de Lucrecia con un cuerpo fantasioso, vistiendo ropa negra entallada para lucir sus encantos que ella poseía, de una blancura tersa era su piel semejante a la seda, su palidez era evidente por lo que la suavizaba con maquillaje, transformando su rostro como si fuese de porcelana y luciendo unos labios rojos y provocativos.



    Nunca duraba mucho tiempo en ese lugar a media luz porque, como era de esperarse su sensualidad arrebatadora atraía a infinidad de hombres, sollozando por su lujurioso instinto, esta noche era nublada, sin estrellas. El turno era para Marcos, un ejecutivo hombre de negocios y empresario de una importante compañía de productos electrodomésticos, todo un triunfador en todos los aspectos de su vida, de personalidad varonil e imponente. Pasó en una lujosa limosina, de aspecto fúnebre y no dejó pasar la oportunidad al ver a Lucrecia quedando pasmado como tocado por el diablo, sintió correr su sangre rápidamente, pidiendo con voz firme a su chofer, que se acercara y se detuviera en el lugar exacto donde se encontraba Lucrecia, para hacer alarde de seducción de una manera que no pudiera ella rehusar tan tentadora proposición, sin importar el precio que fuese, para así lograr su objetivo porque nunca había fallado en estas cuestiones.



    Se escucharon truenos, se veía de manera definitiva que el cielo lloraría en esta noche, Lucrecia al verlo sintió que su instinto asesino corría por todo su hermoso cuerpo, así que sin titubeo subió a la limosina para dirigirse a donde Marcos quisiera, pero su deseo era tal, que solo se preocupó por subir el vidrio divisor polarizado de la limosina, diciéndole a su chofer que no interrumpiera y que diera vueltas por toda la Ciudad sin importar el tiempo.



    Marcos se sentía desesperado y dispuesto a todo sin importar el precio, se abalanzó sobre Lucrecia deslizando sus manos entre sus piernas besándola intensamente y pasando su lengua por el cuello en donde ella respondió de manera aceptable entregándose a todos los deseos a los que se le fuera sometido. Haciendo práctica de su gran experiencia, se desnudaron sin ninguna dificultad, Lucrecia abrió sus piernas sentándose sobre de Marcos, siendo de manera instantánea la penetración dejándose llevar por una serie de movimientos oblicuos, a los que ambos respondieron con alaridos infrahumanos y como si el momento estuviera encantado, él parecía un super macho durando como nunca antes lo había hecho en toda su existencia, ella dominando la relación no dejaba de disfrutar de esos momentos de poder femenino adquiridos por una diosa del arte del placer.



    Después de un rato, Lucrecia se decidió a entrar en acción, tomando del cuello a su víctima, empezó por estrangularlo hasta llegar al clímax perfecto, donde de manera extraña Marcos experimentó el placer de un orgasmo mortal, al momento de ser desprendida su cabeza de tal forma que pudo ver un instante su cuerpo ensangrentado del cual Lucrecia se dejaba beber a sorbos mientras que con sus manos desmoronaba el cráneo como terrón de azúcar.



    Ya disfrutado el banquete, tocó el vidrio divisor polarizado de la limosina y en el momento que fué deslizado, Lucrecia adoptó el cuerpo de una loba avalanzándose sobre el chofer, sin darle tiempo a defenderse y con sus fauces destrozó el cuello, sólo para matarlo porque ya estaba saciada su sed de sangre.



    La limosina perdió el control y fue a estrellarse a un poste de luz, en esa calle obscura y solitaria, Lucrecia salió de ésta y se alejó entre la lluvia que enjuagaba sus ropas batidas por la sangre, mientras esto sucedía se escuchó un rayo que azotó derribando aquel árbol retorcido y siniestro que había sido testigo de todas las noches en que Lucrecia esperaba a los cliente.

    el 12/10/20081
  • Ludiguer-Un mayo en la vida-Capítulo 23

    Ludiguer - Un mayo en la vida - Capítulo 23 - Epílogo



    Frank Marth:

    Años más tarde lo despidieron, y el anuncio de su despido coincidió con un apagón de luces en la oficina, aunque nunca se demostró que hubiera relación, pero el hecho fue ése. Ahora ya no archiva los discos poniendo los azules en una caja y los rojos en otra sino que separa los redondos en un sitio y los cuadrados en otro.



    Eleanor Close:

    Una tarde entró en el despacho de Joe y al salir dijo a sus compañeros que tenía una oferto mejor y se marchaba. Noticia recibida con alivio por parte del resto que por fin no tendrían que enseñarle más veces lo mismo de siempre. Meses más tarde parece que su nueva empresa también le propuso una oferta mejor, pero lejos de ellos y le invitaron a marcharse, bueno, de ahí y de el resto de empresas en las que por periodos no superiores a tres meses hha ido trabajando. A sus compañeros actuales los llama diciéndoles “oye cariño”, “escucha mi amor”, “dime guapo” y cosas por el estilo, ya que entre la cantidad de empresas para las que ha trabajado y su memoria de pez, le es imposible recordar el nombre de sus compañeros actuales.



    John Partridgehunter:

    Tal y como en su día vaticinó, una mañana de invierno mientras se hacía un reconocimiento médico, entre extracción de sangre y toma de tensión, fue informado por las lágrimas de Sara de que le habían dado la patada. Él que se había pasado el tiempo pidiendo a sus superiores, a los cuales siempre consideró inferiores, que le aclararan cual iba a ser su futuro y el de la oficina, pues nunca lo vio muy claro, se fue a enterar de él cuando éste ya era pasado, así que aún con la tirita en la herida de la aguja fue corriendo a la oficina a por su talón de su indemnización, no sin antes escuchar una absurda explicación que aunque trató de evitar no lo consiguió pues ya que la habían aprendido había que decirla, y tras comprobar que tenía fondos se dedicó a ser feliz, empezando por olvidar los números de teléfono y fax de la oficina, siguiendo por su dirección de correo, continuando por la dirección exacta, después el nombre de sus superiores, y hay quien asegura que ahora cuando alguien le pregunta por su época en esta oficina él niega que alguna vez estuviera allí.



    James Barkeson:

    Invitado a abandonar la nave pocos días después de Frank, se marchó a otro sitio donde todos le llamaron jefe, y de ahí a otros donde siempre fue llamado jefe, y en esos lugares también todo siguió estando bien. Aún a veces recuerda que nunca dio a John el regalo de su boda, pero ése te lo toma a broma pues siempre comenta diciendo que igual que no le regaló nada, le podía haber regalado el mismísimo piano con el que John Lennon grabó Imagine, así que no deja de ser una mera anécdota que nunca influyó en su relación.



    Jane Jackson:

    Un día decidió que hasta ahí había llegado, dejó la oficina y se marchó a cantar. La memoria nunca fue su fuerte, pero pese a ello aún hay veces que recuerda que un día pasó muchas horas en esa oficina. Algún día será millonaria cantando y entonces John también algún día recibirá un enorme talón pues algunas letras de las canciones de ella las ha traducido y adaptado él.



    Gerry Wit:

    Después de irse de ahí fue a otra empresa, y de ésa a otra, y de ésa a otra, y de ésa a otra, y de ésa a otra, y de ésa a otra, y de ésa a otra, y ahora no está ni en ésa ni en otra, sino en una diferente.



    Albert Check:

    Tal y como también vaticinó, dos mañanas frías de invierno antes de John, y sin darle tiempo ni a hacerse el reconocimiento, una vez desempeñada su jornada laboral matutina tuvo que adivinar de entre un discurso retórico y demagógico que aquel documento que le ofrecían a firmar no era una considerable mejora en su contrato, aunque así se lo estuvieran intentando hacer ver, sino su finiquito. Tras observar él también que su talón se traducía en dinero, decidió gastarse parte de su indemnización en aparatos de aire acondicionado para resarcirse de todo el calor pasado en aquella oficina.



    Joe Turnness:

    Siguió sin saber decir no a los clientes, confundiendo servicio y servilismo, desacreditando a sus compañeros delante de extraños, manteniendo conversaciones telefónicas de más de 50 minutos y pensando que es mejor abarcar mucho y no llegar a nada que confiar en el trabajo de los demás y delegar tareas e imponiéndose e imponiendo una presión innecesaria, sólo soportable por aquellos que son capaces de nadar y se levantar pesas al tiempo que hablan por el móvil.





    Irma Itfish Meadows:

    Se salvó de todas las limpiezas de personal que hubo y se aferró a su silla, o a sus sillas, ya que cada vez tiene más, con lo que siguió siendo presionada, desacreditada y confundida con instrucciones contradictorias, lo cual indudablemente ha dañado su cerebro, pero según los expertos, no de manera irreversible, afortunadamente, una temporada en algún país no más cercano que China puede ser un alivio a sus problemas actuales. Por miedo a tener que asimilar otra explicación infumable jamás volvió a pedir aumento de sueldo.



    Ann Bellyache:

    Duró en la empresa lo que dura un merengue en la puerta de un colegio, pero pese a ello, le dio tiempo a enfrentarse a todos los compañeros e incluso a la empresa, pues nunca entendió que con todo lo que ella aportó, la radio, mil maneras de pelar fruta, olor a tabaco, culebrones íntimos, entre otros, ahora ésta prescindiera de ella.



    Mary Bellmarket:

    Un día cogió las maletas y se marchó buscando una empresa donde ella fuera su propio jefe, su empleada, su cliente, su proveedor, y todos hicieran lo que ella dijera, pero al final se tuvo que despedir a sí misma por incompatibilidad de caracteres.



    Sara V. Blackhair:

    Increíblemente, tras una temporada en la central volvió a la oficina de origen, ella cree que por iniciativa propia, pero en realidad fue para suplir con su sinceridad la cobardía e hipocresía de otros a la hora de anunciar a compañeros que estaban despedidos. Hubo un día que quiso también pedir aumento de sueldo, pero siempre temió recibir una explicación aún peor que la de su compañera Irma y por eso no lo hizo.



    General Guardland O’Hara:

    Un buen día hacienda lo cogió por banda y le quito las ganas de volver a aceptar talones al portador y alquileres sin declarar.



    Lewis Harrison:

    No pudo soportar aquello y un día enloqueció, y hasta hay quien dice que la locura le llevó a escribir las cosas que en esa oficina había vivido junto con unas conversaciones entre él y su loro, y no sólo eso, sino que parece ser que su locura le llevó hasta el límite de pensar que podía ganar dinero con lo que escribía, de ahí que dejara algunos finales codificados para que quien quisiera conocerlos tuviera que darle dinero por ellos.





    FIN

    el 06/10/2008
  • Ludiguer-Un mayo en la vida-Capítulo 22

    Ludiguer - Un mayo en la vida - Capítulo 22



    Viernes 31 de mayo, ese día Lewis llegó a la oficina a la hora de abrir y poco a poco vio como iban llegando los empleados de la oficina. La mañana transcurrió sin grandes novedades, es decir, Joe seguía sin solucionar ni el problema de visitar clientes ahora que Gerard no estaba para visitarlos, ni buscaba gente para cubrir la baja de Sara, y mucho menos para ampliar la plantilla, Frank seguía ensañándose con su teclado, Jane cantando por toda la oficina, Albert y John con sus predicciones deportivas y alguna que otra pincelada política, James escondido, Ann saboreando su fruta en los momentos libres que le deja el fumar cigarros, Mary, hablando de fiestas y festivales con su cliente favorito e Irma y Eleonor buscando algún sitio donde salir de copas esa noche, los tubos seguían fundidos, y el aire sin acondicionar, pero pese a todo esto, ese día Lewis no se marchó pasadas la una sino que espero hasta la hora de cerrar a las dos, de tal modo que cuando ya no quedaba nadie en la oficina más que los empleados y él, y le invitaron a marcharse pues ya era hora de cerrar al público, se levantó colocándose en el centro de la sala y desde allí alzando la voz se dirigió al personal de la oficina diciendo, “Buenos días a todos. Soy Lewis Harrison, y desde el día dos de mayo he venido a esta oficina todas y cada una de las mañanas y he estado aquí desde las nueve hasta la una ininterrumpidamente, y nadie, repito nadie se ha dignado a preguntarme qué necesitaba, qué me ocurría, quién era y qué hacía aquí tantas horas al día. A nadie le ha importado si era un parado, un terrorista, o un enfermo con intención de contagiar su enfermedad al mayor número posible de personas. Al final, todos han terminado considerándome como una parte más del mobiliario, como algo que no aporta nada, pero que como no da problemas, pues ahí está bien, por no hablar de las veces que han preferido hablar entre ustedes o leer la prensa y comentarla en lugar de venir a ver qué era lo que yo necesitaba, ¿y ustedes se llaman trabajadores?, ¡vaya profesionalidad la suya!” y terminando de decir esto, uno de los trabajadores se dirigió a él ofendido y le dijo, “haga el favor de calmarse hombre, ¿quiere que llame a seguridad?, ¿quién se cree que es para venir aquí y decir todo lo que ha dicho?”, y en ese momento Lewis adoptó un gesto de jugador de cartas repleto de ases y le dijo muy sosegadamente, “en respuesta a su primera pregunta, sí, llame a seguridad que para ellos también tengo algo que decir y con respecto a su segunda pregunta, ya le he dicho que soy Lewis Harrison, y en cuanto a quien creo que soy, mp ft rvf 3p drfb, ft rvf tpy dftdf hbdf vm mft f3 mvfvp dirfdtpr df fttb pfidimb, y f3 3vmft rvifrp vfr3ft b tpdpt fm mi dftpbdhp b pbrtir df 3bt pdhp vmp trbt ptrp ppr prdfm df bmtigüfdbd, jvmtp dpm vm tédmidp df3 birf bdpmdidipmbdp. Señores, buenos días, buen fin de semana y hasta el lunes”.

    el 06/10/2008
  • Ludiguer-Un mayo en la vida-Capítulo 21

    Ludiguer - Un mayo en la vida - Capítulo 21



    Jueves 30 de mayo, día nublado, pero con una alta humedad en el ambiente, lo que hace que la situación meteorológica hoy sufra una notable mejoría a peor, y casi es más fácil entrar a la oficina de empleo nadando o buceando que andando, pero aún así, a eso de las 9 y 25 Lewis entra caminando, y al pasar junto a las mesas de Albert y John oye que uno de éstos comenta que el aire acondicionado del horno de enfrente se había estropeado el día anterior, pero que él se jugaba la parte de su anatomía que más se estimaba a que ya estaba hoy arreglado, pero en cambio ellos, llevaban dos o tres semanas sin encontrar a la persona adecuada para que lo arregle, unos porque llevan toda la vida en el negocio y se saben todos los trucos para sacar dinero, otros porque llevan poco y les falta experiencia y los que llevan menos tiempo que los que más y más que los que menos no son buenos porque no tienen la experiencia de los antiguos pero si conocen las tretas para sacar dinero que no tienen los inexpertos. Los que están próximos a la oficina, porque tienen mucha faena y no vienen nunca, y los que están lejos por su lejanía nunca vienen, los baratos porque son malos y los caros porque cuestan mucho dinero, los afamados cobran mucho y los desconocidos son una incógnita, es decir, que unos por otros, no hay nadie digno de arreglarles el aparato de aire acondicionado, el cual parece ser que ya se estropeó en otoño, pero tal y como irónicamente comentan, era imposible de arreglar antes ya que no había confirmación oficial de que este año también tuviera verano, y por eso les ha cogido por sorpresa. Todo esto que oye hace que Lewis esboce la primera sonrisa de la mañana, ya que nuevamente Albert y John con alguna colaboración especial de Irma y Jane han vuelto a sacar punta y a dar su ingenioso punto de vista irónico a una situación grotesca de las muchas que ocurren en su puesto de trabajo, así que cuando termina de sonreír, se da cuenta de que hoy la música viene de otro sitio y es de diferente estilo, no es ni folklórica ni clásica, sino algo más tirando a pop. Intenta localizar la fuente, y ¿cómo no?, algo así sólo se le podía haber ocurrido a una persona aplicada, dinámica y cumplidora y que no vive para otra cosa que no sea el trabajo como tal y no como un lugar donde pasar la mañana lo mejor posible, y bajo ese perfil quien mejor encajaba era por supuesto Ann Bellyache, quien se había traído una radio de casa y colocado sobre su mesa para amenizar sus largas ingestiones de fruta y sus aburridos periodos entre cigarros, así que Lewis decide sacar sus apuntes para anotar algo sobre Ann, pero al final recapacita y piensa que ya no hay mucho de lo que escribir pues ya no sabe por donde empezar a describir las extrañas cosas que ella hace, y vuelve a guardar sus anotaciones, mientras una irrelevante conversación sale a gritos del despacho de Joe, una ráfaga de teclas pulsadas del de Frank, y el propio James del suyo en lo que parece ser una de sus clásicas escapadas, lo cual hace pensar a Lewis que algún problema o situación desagradable se prevé, y estaba en lo cierto, pues como una media hora más tarde, a la radio de Ann, a los gritos de Joseph y a los aporreamientos de teclado de Frank, se une el aterciopelado y ornitológico graznido de un hombrecillo de pelo gris engominado, o simplemente sucio, diciendo buenos días casi desde la puerta, el cual es recibido con más aversión que otra cosa y respondido con una tremenda desgana por parte de los empleados que no pasaron de la emisión de una diversidad de sonidos guturales para contestar a su saludo. Al ver esto, Lewis pensó, “¡Oh no. No puede ser. ¿esto es otro jefe?”, ya que a cliente no sonaba, a mensajero menos y a proveedor tampoco por la soltura con la que por allí campaba, así que se mantuvo alerta y cuando su curiosidad se hizo casi incontenible hasta tal punto que tenía la necesidad de preguntar quién era aquel personaje, Ann, que al parecer no llevaba en la empresa el suficiente tiempo para conocerlo, le ahorró la faena, y tan pronto como éste terminó de introducir su nariz aguileña en el despacho de Frank, Ann preguntó indiscretamente, “¿Éste quién es?”, a lo que pronto se le agolparon las respuestas explicándole que era el General Guardland O’Hara, un tipo identificable con las zanahorias italianas y con la preposición alemana bajo (carota y unten para los no conocedores de estos idiomas) y que bajo el pretexto de conseguir clientes y contactos para la oficina, lo cual no podía ser más lejano a la realidad, venía una vez al mes para llevarse un sustancioso talón al portador y a hacer varias llamadas personales desde allí para poner en vereda a alguno de sus varios inquilinos, o para intentar hablar con alguno de sus antiguos compañeros de cuartel, los cuales eludían sus llamadas, y todo ello se confirmó cuando volvieron a salir sonidos como de cuervo afónico y medio ebrio del despacho de Frank que preguntaban por un tal Martin, con el cual quedó en encontrarse el sábado siguiente en un restaurante de una ciudad cercana, y al momento y tras organizar su cita, volvió a hacer otra llamada a alguien a quien le recordaba que le debía haber pagado el alquiler del piso en el que estaba viviendo hace al menos tres días y aún no lo había hecho, y que además, la pintura del comedor la debía pagar él ya que las manchas eran culpa suya, para terminar con una tercera llamada que comenzaba con su ya clásico -buenos días, je,je,je-, y seguía diciendo, “soy el general Guardland O’Hara, ¿está el coronel?, ¿ah no?, pues, ¿el teniente coronel?, ah tampoco, ¿el comandante?, ¿y el capitán?, vale, bueno, pues dígale que soy el General Guardland O’Hara y que le he llamado”, lo que hacía que Albert y John tuvieran una nueva oportunidad de sacar punta a la situación haciendo gestos a sus compañeros de que todos huían de la base militar para evitar hablar con este hombre, ya que si llamas a una farmacia o a un horno es posible no encontrar a ningún militar allí, pero que en un cuartel no encuentre nunca a nadie por encima del cabo de cuartel, es ciertamente sospechoso, y se imaginan a todos los militares haciendo gestos al telefonista diciéndoles que ellos no están y que le pase la llamada a su inmediato inferior. Pero a todo esto y entre llamada y llamada, Frank salió de su despacho para dirigirse a la mesa de Irma y encomendarle las tareas de hacer el talón mensual al hombrecillo y escribirle en el ordenador una carta que él traía manuscrita la cual era para mandar a un inquilino del general, así que Irma se puso manos a la obra en ambas tareas mientras gritaba al viento que ella aún no había cobrado y tenía que estar haciendo el talón para el inútil éste, y además, por si era poco, haciendo de secretaria personal suya y mientras esto ocurre, Eleanor, Mary y Ann están en la máquina de café haciendo un paréntesis en su dura jornada laboral, cosa que pronto llama la atención del general, el cual se acerca a la máquina y tras entablar una estúpida y obvia conversación haciendo algunos comentarios sobre la bondad de tener dicha máquina en la oficina, una de ellas y por cortesía se ofrece a prepararle un café, el cual y ante la perspectiva de su gratuidad no deja de aceptar. Pero John, que estaba al tanto de la situación y movido por el gran cariño que este hombre despierta, se levanta y se dirige hacia la máquina, y pese a que nunca jamás se había tomado nada de ella, pregunta al tope de su voz que cuánto debe él de los cafés del mes, indirecta bien captada por sus compañeras que se inventaron una cifra la cual John pagó ficticiamente, y contrarió y dejó en evidencia al General, el cual no tardó en preguntar con cierto tono de inocencia y una gran dosis de - a ver si cuela- que si es que había que pagarlos, y ante la respuesta afirmativa no le quedó más opción que rascarse el bolsillo, porque lo que era evidente es que allí no había nadie dispuesto a invitarle, y en lo que todo esto transcurre, Irma termina con sus agradables tareas y el hombrecillo se acerca a la puerta del despacho de Joe para alimentar la relación con la mano de que le da de comer y prometerle que en breve volverá para llamar a su íntimo amigo Sawroske, el cual era un conocido dirigente de un importante organismo, para ver que negocios podía conseguir para él , a lo que Joe le dijo que si quería lo hiciera ahora desde su despacho, ya que tenía que hablar unas cosas con Fran y que estaría en el despacho de este último, así que ahí estaba nuestro general, curtido en mil y una batallas, sentado en la silla de Joe, tembloroso cual corderillo acorralado por una jauría de perros rabiosos, llamando a su íntimo amigo Sawroske. La conversación comienza y el hombrecillo se desenvuelve en ella como pez en el desierto, titubeando, dudando y con la boca seca, así que tras explicar quien era a la persona de la centralita, parece que le van a pasar con alguien más y en ese momento, con la cara desencajada y huyendo de la escena como el niño que acaba de romper un cristal de un balonazo, el general sale en busca de Joe diciéndole, “corre, corre, ven. Me van a pasar con su secretaria”, así que Joe sale corriendo hacia su despacho y coge el teléfono, donde habla con alguien, y al colgar le explica al general que no estaba y que ya hasta mañana no volvería. Irma, Jane, Albert y John principalmente que estaban pendientes de la importantísima gestión que allí se estaba llevando a cabo, no pueden evitar volver a reírse del hombrecillo al ver la cara de susto con la que salió del despacho, pues tal y como sospechaban, no conoce a nadie importante, ni hace nada que justifique su talón mensual, pero que pese a ello va en su bolsillo cuando parado un rato abandona la oficina, momento en el alguien hace un comentario que hace recordar a Jane como son las nocheviejas en su edificio y lo difícil que se hace dormir allí hasta que el año nuevo entra en todo el mundo, ya que según comenta entre sus vecino y allegados hay un japonés con quien comparte piso, el cual celebra la llegada del nuevo año según su horario natal, para continuar con la familia china del piso de arriba, el pakistaní del segundo, la vecina turca y su marido ucraniano del primero, los españoles peninsulares repartidos por todo el edificio, a éstos sigue ella que es inglesa y la familia canaria del tercero, la brasileña que también vive con ella, el neoyorkino del segundo, y la estudiante de Los Ángeles, en resumen que en su casa las celebraciones de nochevieja duran casi 24 horas ininterrumpidas. Y hablando de horas, éstas han ido transcurriendo mientras Lewis miraba como él está acostumbrado a que le mire su loro, mientras trataba de asimilar alguna de las cosas allí vividas, así que, para evitar ver más y saturarse, cogió sus cosas y un poco antes de la una del mediodía despego su ropa manchada de sudor de su silla y tomo el camino de su hogar dulce hogar.

    el 06/10/2008
  • Ludiguer-Un mayo en la vida-Capítulo 20

    Ludiguer - Un mayo en la vida - Capítulo 20



    Miércoles 29 de mayo, día radiante que ya a primera hora de la mañana deja a las claras lo que va a ser el resto. Calor, y más calor, alternado con momentos de altas temperaturas, y hasta parece ser que puede haber algún rato de bochorno, así que Lewis entra ya sudando en la oficina donde la situación no mejora lo más mínimo pues el aire sigue sin estar acondicionado y el tubo de luz que está fundiéndose le regala veinte o treinta guiños a su paso, que unido a la oscuridad que produce el resto de tubos fundidos, a algunos métodos de trabajo que allí ve y a los cuadros ya existentes, le empieza a producir la necesidad de pintar un par de bisontes en alguna de las paredes que aún quedan libres, y para reforzar su teoría, al poco de sentarse en su silla, suena el timbre de la puerta y cuando Irma contesta, está hablando unos segundos con alguien y vuelve a donde están sus compañeros para decirles que ha venido el vehículo del material de la oficina y que necesita que le ayuden a vaciar la furgoneta y a entrar las cosas ya que el conductor, Ralph, ha dicho que hacía calor dentro y él no podía entrarlo. En ese momento, tanto Albert como John se enfadan y le dicen a Irma que le conteste que le han dicho que el mismo calor hacía para ellos y que su labor no era ésa y sí la del transportista, pero Joe que salía en ese momento y ha oído las quejas de sus compañeros, ha empezado a mover la cabeza de un lado a otro como hacen los elefantes cuando se sacuden la trompa y ha salido hecho un poseso hacia la puerta. En ese momento Lewis ha pensado que menuda le va a caer a ese tal Ralph, y que muy bien por defender de ese modo a sus empleados y que no le gustaría estar en el pellejo del transportista, y cuando iba a apuntar esto en su hoja de anotaciones, al pasar por su lado le oye decir que si nadie lo quería hacer que ya lo vaciaría él en persona, y que todo lo tenía que hacer él si quería que se hiciera bien, cosa que para evitar males mayores obligó a varios empleados a dejar sus obligaciones y a ponerse a hacer las del transportista, mientras alguien decía que todo el mundo les tomaba el pelo. Así que ya que tenía sus notas a mano, decidió escribir junto al epígrafe dedicado a Joe que había desacreditado a sus compañeros cuando ellos defendían algo legítimo y además al hacer tareas de otros les obliga a descuidar las suyas. Y escrito esto, el hecho de que ahora haya menos gente en la sala, y con ello un mayor silencio le permite darse cuenta de que algo nuevamente suena por la zona del techo, pero otra vez ha olvidado ponerse entre las dos filas de altavoces y por eso se va a volver a quedar sin oír la mitad de la canción, o visto desde el lado optimista, sólo va a oír media canción. Haciendo un gran esfuerzo, pues con el entrar y salir de la gente con cajas de material, el sonido vuelve a perderse, llega a la conclusión de que de nuevo se trata de música clásica, pero hasta donde oye, es incapaz de identificar la melodía. Poco a poco las cajas van entrando y al terminar, entre gotas de sudor y juramentos en lenguas muertas, van todos los que han intervenido en la -operación descarga de material- a lavarse las manos, refrescarse la cara, y a lo que venga, bueno, todos menos Joe, que nada mas entrar en la oficina, recibe el aviso de que tiene una llamada esperándole y se va a su despacho a atenderla. Como de costumbre ésta es sonora y larga, no se fijó mucho en la hora de comienzo, pero no fue mas corta de 55 minutos, lo cual motivó que Lewis volviera a coger sus anotaciones y a escribiera en ellas: “por mucho negocio que se consiga, nunca una conversación telefónica de una media de 55 ó 60 minutos puede ser rentable”, y menos dos o tres por día, siguió diciendo para sí, lo que hace de doce a quince por semana que traducido a horas significa unas tres horas de trabajo menos al día, y siguió rumiando para sus adentros, que eso era presuponiendo que al menos el primer cuarto de hora de cada conversación era útil y ya el resto desechable por ser repetición de lo ya dicho o simplemente asuntos extra laborables, ahora se comprende que no haya tiempo para conseguir negocios ni hacer entrevistas a candidatos a los puestos vacantes, y siguió plasmando alguna de las ideas que le venían a la cabeza de manera esquemática en sus anotaciones, “quiere atender a tantas cosas a la vez que al final no consigue llegar a ningún lado ni terminar nada. Es el hombre de los eternos proyectos, permitiendo que los árboles no le dejen ver el bosque y convirtiendo su realidad en la realidad universal. No sabe valorar lo que tiene, emitiendo a veces comentarios que pueden herir a sus compañeros que son los que en realidad le apoyan y le sacan las castañas del fuego mientras él no tiene ninguna duda en posicionarse siempre a favor del de fuera, por más que el currículo de éste y la experiencia aconseje lo contrario”, y como de costumbre repaso sus anotaciones subrayando y remarcando cosas, pero cuando ya tenía casi todo repasado, Joe recibe otra nueva llamada que termina con su salida hacia la fuente a reponer líquidos y sus quejas al aire pues era de la central y según comenta, desde allí le imponen trabajar con un cliente al cual parece ser que allí nadie quiere hacer caso y por eso a modo de “favor”, se lo mandan a él, lo que le hace comentar que cada día hacen las cosas peor en la central y que cada uno va a su aire y habla su propio lenguaje como si fuera la “Torre de Papel”, pero que él no va a dedicarle tiempo a esta empresa, pues sólo le mandan lo que allí nadie quiere y no lo que es verdaderamente rentable y que si no les parece bien en la central, pues que ya saben lo que tienen que hacer, que le paguen lo que le tienen que pagar y que lo tiren. Ya que él está ya harto. Así que Lewis que ya le ha visto varias actuaciones de este tipo y sabe que son una mera explosión a modo de gaseosa recién agitada, anota en sus apuntes que, “está desmotivado y contagia esa desmotivación a sus empleados que al final son los que realmente pueden verse perjudicados por su actitud“, mientras los gritos de Joe pierden fuerza hasta desintegrarse, y una vez concluidos éstos, y como la gente está muy acalorada para llevar a cabo cualquier actividad que no sea sudar, el silencio retornó y por su altavoz oye decir, “y a continuación escucharemos el tercer movimiento de su sonata número 7 para violonchelo y triángulo en Fa sostenido opus 245 también conocida como la...”, y ahí dejó de oír lo que decía ya que Albert comenzó una serie de 15 estornudos consecutivos, con lo que se perdió el principio de la sinfonía para violonchelo por culpa del concierto de trombón con el que le habían deleitado en directo, pero al fin ahí estaba oyéndolo, y lo que el no se esperaba, es que el archifamoso tercer movimiento de la sonata número 7 para violonchelo y triángulo en Fa sostenido opus 245 fuera aproximadamente 25 ó 30 segundos de un Fa sostenido tocado por un violonchelo el cual era seguido por otros 25 ó 30 segundos de un Re bemol y éste por un Si, éste por un Fa de igual duración que los anteriores para volver a otro Fa sostenido, el cual era interrumpido en el momento más álgido de la melodía y cuando parecía que la orquesta iba a dar lo mejor de sí, por un tímido toque de triángulo, y vuelta a la serie de notas anterior, pero esta vez, una octava más baja y con alguna nota de piano suelta por medio de algún compás. Así que tan animada melodía unida al esfuerzo de la descarga de cajas y todo aderezado por el sempiterno y perpetuo calor húmedo de la oficina, y unas gotas de oscuridad por el pase a mejor vida ya mencionado de algunos tubos, y las canciones de fondo provenientes de los aseos de una incombustible Jane, hacían que el sueño campara a sus anchas por el lugar, lo que obligo a Lewis a coger sus cosas y marcharse a su casa antes de que Morfeo se apoderase de él y se lo llevara como prisionero o como aliado a su reino.

    el 05/10/2008
  • Ludiguer-Un mayo en la vida-Capítulo 19

    Ludiguer - Un mayo en la vida - Capítulo 19



    Martes 28 de mayo, como en días anteriores, Lewis entra en la oficina de empleo que ya hace casi un mes le fue asignada, y lo hace tan despacio como le es posible con el fin de que la transpiración corporal se reduzca a la mínima expresión, pero como ya es tradición, el recibimiento es una bofetada de calor húmedo acompañado por las protestas de empleados como Albert y John que, luciendo sus mejores pantalones bermudas, a tenor de las peludas piernas que aparecen por debajo de sus mesas de trabajo, enumeran el grado de sudoración de algunas partes de su anatomía, degenerando hasta decir que si fueran griegos, ellos se llamarían Mr. Skrotos Skaldaos y Mr. Sudórosos Sóbakos, a lo que el otro le contesta que si fueran nigerianos serían Empapao N’Gallumbo y Toeltiempo N’Sudando, y el otro añade que en Escocia serian McHedor y McPeston, y en Irlanda Sally O’líen y Sean O’Dor, y cosas por el estilo más fruto del poco riego sanguíneo por pereza cardiaca que de otra cosa crónica, lo cual hace a Lewis sentarse en su silla con una ligera sonrisa en su cara. Por supuesto, Joe no ha ido a ninguna parte y ya está hablando por teléfono y Frank está aporreando las teclas de su ordenador para escribir uno de sus extensos mensajes con más gazapos que información, cosas que dificultan a Lewis llevar a cabo la tarea que tenía prevista para hoy, y es observar la música que se escucha por los altavoces del techo. Aguza su oído y mientras mira hacia arriba tratando que con este gesto las ondas penetren mejor en su aparato auditivo, se da cuenta con estupor de que hay un nuevo tubo fundido encima de la fotocopiadora y el fax, lo que le hace pensar si aquello puede ir aún peor, y realmente podía, ya que mientras lo mira, otro tubo empieza a parpadear, lo que le obliga a quitar la vista de él por lo incómodo para sus ojos que esto resulta, él entiende que si los tubos tienen una vida más o menos parecida, se fundan más o menos a la vez, pero lo que no entiende es que haya que dejar que se apaguen todos y trabajar con velas antes de cambiarlos. Pero pensando en esto con la mirada perdida en uno de esos maravillosos cuadros que aún cuelgan de las paredes, vuelve a prestar atención a la música, y se da cuenta de que hoy es clásica, y además incluso hay algo en ella que le resulta conocido, así que la escucha con agrado y al terminar la melodía una voz como venida de unos cuantos metros más allá del más allá dice, “Hemos escuchado un fragmento de Las Cuatro Estaciones”, y en ese momento Lewis pensó que con razón le sonaba lo que escuchaba pero no lo identificaba, y es que de las cuatro estaciones, él sólo ha oído días alternos que son los que salen por sus altavoces, ya que recordó que él sólo oía la mitad, y los de la otra parte de la sala habrían oído los días de las estaciones que él no, pero de lo que no cabía duda por el calor que allí hacía es que el verano salió por su altavoz, y tras esto la voz siguió hablando para concluir diciendo, “... y a continuación escucharemos el segundo movimiento de la Sinfonía 32 Opus 615 en Si Bemol allegro energico e passionato para clavicordio y orquesta”, lo cual, y pese a no saber de que pieza musical se trataba le alegró, ya que aunque el calor era inevitable, al menos la música haría ser más llevadero el tiempo allí pasado, de modo que se pone cómodo y se dispone a escuchar, o a medio escuchar, ya que los primeros acordes de piano suenan por el otro altavoz y él apenas los oyó. Pero tras unos titubeos comienza el clavicordio a decir aquí estoy, y lo que en un principio era una relajante sucesión de acordes, en menos de dos minutos se ha convertido en una inundación de notas y una marea de sonidos de tal modo que cada minuto se podría escuchar no menos de 400 notas, lo cual hizo que cuando ya habían transcurrido unos cinco minutos de alubión musical, Irma, totalmente exhausta de fusas y semifusas se levantara jurando en varios idiomas y mientras expulsaba por su boca palabras de grueso calibre cuya reproducción no es conveniente, apaga de nuevo la radio, mientras Albert y John se lo recriminan de manera jocosa, pues la sensación es que todos están ya un poco saturados de notas de clavicordio, bueno, todos menos Jane que esa mañana estaba especialmente unida a su teléfono y en un momento dado lanza al aire una expresión de desencanto añadiendo que tenía un gran problema, así que se despide e inicia una nueva llamada en la que explica el problema a alguien, así que le comunica a su interlocutor que tienen un problema, y cuando algunos compañeros suyos de la oficina se ponen ojo avizor para ver en qué consiste ese problema y en qué medida les puede afectar, Jane aclara que el escenario de su bolo del próximo sábado tiene un escalón en lugar de rampa y va a ser difícil subir todo el equipo para la actuación., lo cual hace a Lewis anotar en sus famosos apuntes lo siguiente:



    * Jane Jackson



    - Buena trabajadora, pero para su verdadera vocación que es la música.

    - Tiene la cabeza en otro sitio.



    Entre todo esto, Joe ha terminado una de sus extensas conversaciones telefónicas, lo que ha aprovechado Irma para encerrarse en su despacho y solicitarle un aumento salarial acorde que su desempeño laboral, pues recordemos que en este momento ocupa tres mesas, así que la conversación fluye y pasados unos momentos sale ella del despacho con lo que Albert denominaría como cara de H intercalada. Sus compañeros se muestran curiosos y rápidamente le preguntan que cómo ha quedado su solicitud, a lo que ella responde que le acaban de contestar que no le van a subir el sueldo, pero que lo hacen por su bien, ya que cuando las cosas vienen mal, siempre despiden primero a los que más cobran y así no estando en este grupo, no corre ese riesgo, a lo que todos coinciden en afirmar que en todo caso ese riesgo lo deberá asumir o no ella si así lo decide, además, ¿qué pasa si nunca hay despidos?, “pues eso”, respondió ella, que me quedo toda la vida cobrando una miseria, a lo que John le añade en plan burlón, que sí, pero con la tranquilidad de saber que cualquier documento que llegue de la central no es su despido. Todos sonríen de manera jocosa recordando tan inspirada, meditada y coherente respuesta y Gerard se levanta de su mesa y dice, que ahora le toca a él, y va hacia donde está Joe para entrar en su despacho, cerrando la puerta a sus espaldas y provocando la intriga del resto de la oficina, cuyos miembros se miran entre sí preguntándose qué pasa, cosa que en menos de un cuarto de hora se resuelve cuando la puerta se vuelve a abrir y sale Gerard haciendo un gesto con sus manos como indicando que se marcha, Lewis presta atención a lo que pueda decir, y al llegar a las mesas de Albert y John les aclara que no puede más y que se marcha, que ya está harto de oír que tenemos que hacer y que tenemos que hacer, pero al final nunca se hace nada, y les sigue diciendo que ya hace un par de meses comentó a Joe que así no se podía seguir, que o se hacía algo por mejorar y avanzar o él se iría, y le prometieron que se harían cosas, pero como nada se ha hecho mas que retroceder, lo siente pero deja la empresa. Las muestras de desencanto de sus compañeros son evidentes, las cuales se unen con comprensión, y Lewis piensa que sus valoraciones sobre algunos individuos de la oficina habían sido ciertas, y al final el tiempo ha venido a confirmar cosas que él en su día escribió en sus hojas de anotaciones. Así que con la satisfacción de su acierto, dejó correr el reloj hasta pasadas la una, hora en la que abandono aquella caldera en la que se había convertido la oficina, y no sólo por su temperatura medida en grados sino por la medida en mal humor, no sin antes cruzarse con los operarios que dos días antes habían instalado el panel publicitario en la oficina y venían a desmontarlo y a volvérselo a llevar.

    el 05/10/2008
  • La estrella Pide su Luz

    Brisas roces de invierno

    luz del saber

    la noche dice

    con un sentir

    y la estrella pide su luz

    en su lugar

    nubes espesas

    los rayos rompen

    la noche oscura

    Roces de invierno

    contra tu cara

    te vuelves y

    contra tu cara

    Te refugias en tu ser

    no sabes nada de la vida

    caminas por caminar

    y te tropiezas al momento

    el 02/10/2008