La salida alpina a la crisis por
Javier Rodríguez Laguna
Estamos sumidos en una grave
crisis de demanda, desatada primero por el endeudamiento privado y después por el paro. Las empresas no venden, así que cierran. El Estado recauda menos, así que reduce gastos. El paro se incrementa aún más, se reduce aún más la demanda y completamos el círculo.
La salida más directa sería un ataque frontal al fraude fiscal, sobre todo de las grandes fortunas y la banca (74%, según GESTHA), acompañado de la obligación a los bancos de actualizar sus balances, evaluando el precio de mercado real de sus activos. Varios bancos españoles quebrarían (si no todos).
El Estado debería llenar el vacío financiero creando una Banca Pública.
Pero esa solución necesita una contrapartida monetaria. Ahora mismo el Estado carece de fondos para los gastos ordinarios, y los grandes capitalistas (también conocidos como “los mercados”) se niegan a prestárselos. El gobierno ha optado por desmantelar los servicios públicos, encantado de que los mercados le obliguen a hacer lo que se moría por hacer de todas formas. Pero la pregunta sigue estando sobre la mesa: ¿cómo obtenemos los fondos necesarios para sacar los servicios públicos adelante, hoy?
Los grandes capitalistas nos niegan los fondos. Lógico: nos quieren ahogar para que abandonemos los servicios públicos y tener una enorme posibilidad de negocio: sanidad, educación y pensiones, fundamentalmente. El gobierno parece extrañado de que bajarse los pantalones no incremente la confianza de los mercados. Sí, sí que la incrementan. La confianza en que podrán expoliar al Estado cuanto quieran.
¿Y si fuera la propia ciudadanía la que le presta al Estado? ¡No tenemos dinero para prestar, dirán algunos! Pero eso no es cierto.
Austria fue, como toda Europa, un país muy sacudido por la Depresión del 29. Una crisis que, todo sea dicho, se parece sorprendentemente a la actual: un endeudamiento que ahoga la economía, paro rampante, ausencia de demanda, falta de liquidez. Un pequeño pueblecito, llamado Wörgl, decidió emitir
“dinero local”. El ayuntamiento contrató a personal, pagando en una nueva moneda que emitían ellos mismos. La moneda era de curso legal tan solo en Wörgl, y perdía valor con el tiempo (interés negativo), lo que hacía que los ciudadanos la quisieran gastar lo antes posible. Eso dinamizó tremendamente la economía del pueblecito, que terminó virtualmente con el paro. El experimento terminó cuando el Banco Central Austríaco forzó al gobierno a prohibirlo, por miedo a que el ejemplo cundiera. Wörgl volvió a hundirse. Otro gran éxito de los banqueros centrales.
Otro ejemplo lo tenemos si pasamos de los Alpes a los Andes. Argentina sufrió otra crisis similar a la nuestra entre los años 1999 y 2003. La provincia de Buenos Aires emitió los
“bonos patacón”, que servían como moneda local. En este caso, la moneda complementaria emitida tenía interés positivo: el gobierno de Buenos Aires se comprometió a recomprar los bonos por pesos, con un interés adicional, cuando la crisis pasara. Y así se hizo. Junto con otras medidas, la moneda complementaria ayudó a que, hoy en día, el PIB de Argentina crezca al 9% y su tasa de desempleo esté en el 8% (envidia, ¿eh?).
Como dijo Thomas Alva Edison, “Si una nación puede emitir un dólar de deuda, puede emitir un billete de dólar. El elemento que hace la deuda buena hace al billete bueno. Ambos son promesas de pago, pero una engorda a los usureros y la otra beneficia a la gente. Si la moneda emitida por el gobierno no fuera buena, entonces la deuda emitida tampoco lo sería. La situación es terrible cuando el gobierno, para aumentar la riqueza nacional, debe endeudarse y asumir intereses abusivos”.
Desgraciadamente,
hemos cedido nuestra soberanía monetaria. Eso implica que no podemos emitir dinero, sólo deuda. Si los usureros quieren ahogar al Estado con tipos de interés abusivos, ¿por qué no endeudarse con los ciudadanos? En otras palabras: ¿por qué no emitir bonos patacón?
La salida alpina a la crisis por
Javier Rodríguez Laguna