Feminismo

Teo Tormo
#331 por Teo Tormo el 24/03/2018
teniente_powell escribió:
No, la junta general es la reunión anual donde todos los que tengan al menos una acción van a escuchar la perorata del presidente

No, la Junta General se puede convocar varias veces al año (ordinaria y extraordinarias) y en ellas aparte de escuchar al presidente, que puede no querer decir nada, pueden votarse cuentas, planes sociales, poner y quitar administradores, fusiones, disoluciones, etc.
Y luego el consejo de administración, como ya he indicado, puede tener muchas formas diversas y asumir roles muy distintos. Tú conocerás la estructura societaria que haya en tu empresa imagino, pero puede haber infinitas formas dependiendo de la fundación y estructura actual de la empresa. Lo típico es mínimo 3 miembros, máximo legal 12 si no recuerdo mal, y deben representar si no me equivoco al menos un 5% del capital de la empresa, salvo algunos tipos de consejero que pueden formar parte... la composición puede ser muy variable, consejeros dominicales, mancomunados, independientes, ejecutivos... ¿Algún consejero "de cuota" puede ser más decisivo que un consejero con el 20%? Podría, ya que los estatutos pueden definirse para que las mayorías no sean simples en las votaciones y sean más amplias, con lo que lo que llamas un consejero de cuota o un independiente te puede boicotear una decisión estratégica.
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Emilio
#332 por Emilio el 24/03/2018
#327 Quien paga manda, faltaría más. Por eso los políticos obedecen a quien paga y por tanto manda; y luego, en los tribunales, dicen no conocer nada de las cuentas, la financiación del partido...Véase Rajoy, Camps, Cifuentes...Se ha dicho a veces que el neoliberalismo es un fascismo económico, porque la política está al servicio del poder económico. Quien paga manda, y manda que se robe a los pobres para dar el dinero a los ricos, para que lo sean más y así mandan más.
Faltaría más.
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Emilio
#333 por Emilio el 24/03/2018
Sobre lo que comentáis de consejeros, accionistas, etc: una empresa, en el mundo capitalista, puede ser muchas cosas, pero desde luego no es democrática. Quien manda en el Santander es Ana Botín, ni un consejero, ni un accionista, ni un técnico, ni cualquier mindundi.
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Max
#334 por Max el 24/03/2018
Emilio Galsán escribió:
Sobre lo que comentáis de consejeros, accionistas, etc: una empresa, en el mundo capitalista, puede ser muchas cosas, pero desde luego no es democrática.

...lógico. Ninguna empresa es "democrática" mientras tenga dueño. Sólo las empresas públicas (teóricamente) son las que deben cumplir con una regulación "igualitaria". Y eso tampoco es "justicia", por muy "democrático" que sea, ya que (repito, teóricamente) las empresas públicas son dirigidas por los políticos (a través de sus designaciones a dedo o mediante concurso público) que elegimos los ciudadanos a través de nuestros votos para que las administren.

Emilio Galsán escribió:
Quien manda en el Santander es Ana Botín, ni un consejero, ni un accionista, ni un técnico, ni cualquier mindundi.

...ya, eso es cierto, pero porque tienen contratos privados que lo hacen posible, ya que la regulación empresarial en las grandes empresas deben de seguir unos parámetros donde existan consejeros que a su vez deben de ser accionistas por obligación. Ahí está la trampa. Y creo que es a lo que Teo se refiere: que en toda empresa el funcionamiento debe de estar sujeto e su composición a la normativa correspondiente sea PYME o gran empresa, con sus obligaciones y control jurídico.

...lo que está claro es que la empresa privada puede hacer (y con todo el derecho) lo que le venga en gana a la hora de administrar su dinero y tener la libertad de contratar y pagar lo que le venga en gana a sus trabajadores sean mujeres o sean hombres. Pasando del mínimo establecido en convenio, el resto es a libre albedrío.

...lo verdaderamente injusto es que una familia tenga un hijo varón de 25 años y no pueda acceder a un beneficio de ayuda a las nuevas empresas que se otorgan ÚNICAMENTE a las mujeres menores de 30 años para constituir una empresa. Y encima tienen los santos ovarios de decir que es una "justificación por la igualdad" en un ministerio que se llama también Ministerio de Igualdad (con un par, oiga !! )
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Emilio
#335 por Emilio el 24/03/2018
Max escribió:
..lógico. Ninguna empresa es "democrática" mientras tenga dueño

Dueño, amo, señor.. .Palabras anacrónicas y, sin embargo tan evidentes y usadas, tan recicladas. Antes había señores feudales y siervos de la gleba, ahora hay dueños de empresas, como las de energía, y usuarios que ven incrementada la factura de electricidad un 70 % , mientras la reforma laboral devalúa sueldos y facilita el empleo basura y a los pensionistas se les indigna con una "subida" anual del 0'25.
Lógico: los dueños son los dueños.El modelo es Trump, Putin, la Europa neoliberal, el derribo del estado social del bienestar y la implantación de la plutocracia y las diferencias, desigualdad y brecha sociales. Tanto tienes, tanto vales y tanto mandas.
Fascistas de mierda...
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Teo Tormo
#336 por Teo Tormo el 24/03/2018
Max escribió:
lo verdaderamente injusto es que una familia tenga un hijo varón de 25 años y no pueda acceder a un beneficio de ayuda a las nuevas empresas que se otorgan ÚNICAMENTE a las mujeres menores de 30 años para constituir una empresa.

Se dan ahora más oportunidades a las mujeres para compensar los efectos de la desigualdad pasada y así tener un futuro en el que ese tipo de cosas no sean necesarias. Esa clase de diferenciaciones son necesarias actualmente, pero no se plantean como algo permanente, son cosas que deberían ser pasajeras. La idea es que en el futuro determinadas normas y beneficios exclusivos ya no hagan falta. Los que trabajamos en el ámbito social siempre tenemos (o debemos tener) una máxima en mente: el fin último de nuestra labor es que, nuestra labor sea innecesaria en el futuro.
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teniente_powell
#337 por teniente_powell el 24/03/2018
#331 Para ser estrictos, la composición de un consejo de administración se aprueba en la junta general de accionistas. A esta junta acude toda persona física o jurídica que tenga al menos una acción de la empresa. Su voto vale lo que el porcentaje de acciones que tiene. Si tiene el 20% de acciones, tiene el 20% del voto. Si tiene una acción sobre un total de un millón, su voto es una millonésima de voto.

Y ahora nos podemos poner a hacer todos los números que queramos. Puede ocurrir que el 80% de las acciones sean de pequeños (o muy pequeños) accionistas, y el otro 20% sean de cuatro gatos, que debido a la dispersión del resto resultan ser lo que deciden quienes forman parte del consejo. O puede ocurrir que esos pequeños accionistas sean convocados a una reunión donde unos señores se comprometen a velar por sus intereses si les delegan el voto en la junta, con lo que te puedes encontrar a dos tíos que sólo tienen cuatro acciones, pero el voto delegado del 80% de los accionistas. Y sí, pueden decidir que los cuatro gatos dueños del 20% de la empresa no entren en el consejo.

Pero al final del todo, Teo, fíjate que la decisión la han tomado quienes detentan la propiedad de la empresa en mayor o menor grado. Y es@s propietari@s no están para cuotas. En el primer caso el consejo estará formado por los cuatro gatos porque han tomado el control de la empresa por la dispersión del resto de votos. Y no va a venir nadie a decirles que tienen que salirse para cumplir cuotas. Y en el segundo caso el consejo estará formado por l@s dos que han sido capaces de mover al 80% del accionariado y quienes ell@s han decidido. Tampoco están para cuotas.

Eso sí, la experiencia nos dice que los cuatro gatos son quienes forman el consejo de administración porque, entre otras cosas, la mayoría del 80% restante son accionistas sin saberlo, ya que en realidad lo que tienen son fondos de inversión. Tienen acciones, pero no lo saben. A ellos, lo que les preocupa, es que su bolsa del fondo suba.
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Emilio
#338 por Emilio el 24/03/2018
II. EL FEMINISMO Y EL «NUEVO ESPÍRITU DEL CAPITALISMO»
Al final, sin embargo, ese proyecto se quedó en gran medida malogrado,
víctima de fuerzas históricas más profundas, que no fueron bien interpretadas en aquel momento. Con la ventaja que da la retrospectiva, vemos ahora que el ascenso de la segunda ola feminista coincidió con un cambio histórico en el carácter del capitalismo, de la variante organizada por el Estado, que acaba de analizarse, al neoliberalismo. Invirtiendo la fórmula anterior, que pretendía «usar la política para domesticar los mercados», los partidarios de esta nueva forma de capitalismo proponían usar los mercados para domesticar la política. Desmantelando elementos claves del marco de Bretton Woods, eliminaron los controles del capital que habían permitido la dirección keynesiana de las economías nacionales. En lugar del dirigismo, promovieron la privatización y la liberalización; en lugar de prestaciones públicas y ciudadanía social, «filtrado» y «responsabilidad personal»; en lugar de estados del bienestar y desarrollistas, el «Estado de la competencia» escueto y mezquino. Probado en América Latina,
este enfoque sirvió para guiar buena parte de la transición al capitalismo
en Europa oriental y central. Aunque públicamente preconizado por Thatcher y Reagan, en el Primer Mundo sólo se aplicó de manera gradual y
desigual. En el Tercer Mundo, por el contrario, la neoliberalización se impuso a punta de deuda, como un programa forzoso de «ajuste estructural» que echó abajo todos los principios fundamentales del desarrollismo y obligó a los estados poscoloniales a transferir sus activos, abrir sus mercados y recortar el gasto social.
Curiosamente, la segunda ola feminista floreció en estas nuevas condiciones. Lo que había empezado como un movimiento contracultural radical
pasaba ahora a convertirse en un fenómeno social de masas de base amplia. Atrayendo partidarios de toda clase, etnia, nacionalidad e ideología
política, las ideas feministas penetraron en todos los resquicios de la vida social y transformaron la idea que todos los afectados tenían de sí mismos. El efecto no sólo fue el de ampliar enormemente las filas de activistas sino también remodelar las percepciones lógicas de la familia, el trabajo y la dignidad.
¿Fue mera coincidencia que la segunda ola feminista y el neoliberalismo
prosperasen unidos? ¿O había una perversa y soterrada afinidad voluntaria entre ellos? Esta segunda posibilidad es herética, por su puesto, pero es peligroso no investigarla. Desde luego, el ascenso del neoliberalismo transformó drásticamente el terreno en el que operaba el feminismo de la
segunda ola. La consecuencia, argumentaré aquí, fue la de resignificar los ideales feministas. Aspiraciones que tenían un claro impulso emancipador en el contexto del capitalismo organizado de Estado asumían un significado mucho más ambiguo en la época neoliberal. Situados los Estados sociales y desarrollistas bajo el ataque de los partidarios del libre mercado, las críticas feministas al economicismo, el androcentrismo, el estatismo y el westfalianismo asumieron una nueva valencia. Permítaseme aclarar
esta dinámica de la resignificación volviendo a contemplar los cuatro centros de la crítica feminista.
— El antieconomicismo feminista resignificado. El ascenso del neoliberalismo coincidió con una gran alteración en la cultura política de las sociedades capitalistas. En este periodo, las exigencias de justicia se expresaron cada vez más como reivindicaciones para que se reconociesen la identidad
y la diferencia. Este cambio «de la redistribución al reconocimiento» fue acompañado por fuertes presiones para transformar el feminismo de la segunda ola en una variante de las políticas de identidad. Una variante progresista, sin duda, pero que tendía no obstante a ampliar en exceso la crítica de la cultura, al tiempo que restaba importancia a la crítica de la economía política. En la práctica, se tendió a subordinar las luchas socioeconómicas a las luchas por el reconocimiento, mientras que en los sectores académicos, la teoría cultural feminista empezó a eclipsar a la teoría social feminista. Lo que había empezado como un correctivo necesario al economicismo
evolucionó con el tiempo a un culturalismo igualmente tendencioso. Así, en lugar de llegar a un paradigma más amplio y rico, que pudiera abarcar
la redistribución y el reconocimiento, las feministas de la segunda ola cambiaron de hecho un paradigma truncado por otro.
El momento, además, no podía ser peor. El cambio al reconocimiento encajaba muy claramente con un neoliberalismo ascendente, que no quería más que reprimir cualquier recuerdo del igualitarismo social. Así, las feministas absolutizaron la crítica a la cultura precisamente en el momento en el que las circunstancias exigían redoblar la atención a la crítica de la economía política. A medida que la crítica se dividía, además, la corriente cultural no sólo se desgajó de la corriente económica, sino también de la crítica al capitalismo que previamente las había integrado. Desligadas de la crítica al capitalismo y dispuestas para articulaciones alternativas, estas corrientes podían ser atraídas hacia lo que Hester Eisenstein ha denominado «un vínculo peligroso» con el neoliberalismo
.
— El antiandrocentrismo feminista resignificado. Sólo era cuestión de tiempo, por lo tanto, que el neoliberalismo resignificase la crítica feminista al androcentrismo. Para explicar cómo, propongo adaptar un argumento presentado por Luc Boltanski y Ève Chiapello. En su importante libro titulado Le nouvel esprit du capitalisme, estos autores sostienen que el capitalismo se rehace periódicamente a sí mismo en momentos de ruptura histórica, en parte recuperando corrientes de crítica dirigidas contra él. En dichos
momentos, elementos de la crítica anticapitalista se resignifican para legitimar una forma nueva y emergente del capitalismo, que por lo tanto se ve
dotado con un mayor significado moral necesario para motivar a las nuevas generaciones a respaldar el trabajo inherentemente absurdo de la acumulación indefinida. Para Boltanski y Chiapello, el nuevo «espíritu» que ha
servido para legitimar el flexible capitalismo neoliberal de nuestro tiempo surgió de la crítica «artista» de la nueva izquierda al capitalismo organizado de Estado, que denunciaba el gris conformismo de la cultura corporativa. Fue en los acentos de Mayo del 68, afirman, donde los teóricos de la gestión neoliberales propusieron un nuevo capitalismo «conexionista», de «proyecto», en el que las rígidas jerarquías organizativas dieran paso a equipos horizontales y redes flexibles, y liberasen así la creatividad individual. El resultado fue una nueva narrativa del II. EL FEMINISMO Y EL «NUEVO ESPÍRITU DEL CAPITALISMO»
Al final, sin embargo, ese proyecto se quedó en gran medida malogrado,
víctima de fuerzas históricas más profundas, que no fueron bien interpretadas en aquel momento. Con la ventaja que da la retrospectiva, vemos ahora que el ascenso de la segunda ola feminista coincidió con un cambio histórico en el carácter del capitalismo, de la variante organizada por el Estado, que acaba de analizarse, al neoliberalismo. Invirtiendo la fórmula anterior, que pretendía «usar la política para domesticar los mercados», los partidarios de esta nueva forma de capitalismo proponían usar
los mercados para domesticar la política. Desmantelando elementos cla-
ves del marco de Bretton Woods, eliminaron los controles del capital que
habían permitido la dirección keynesiana de las economías nacionales. En lugar del dirigismo, promovieron la privatización y la liberalización; en lugar de prestaciones públicas y ciudadanía social, «filtrado» y «responsabilidad personal»; en lugar de estados del bienestar y desarrollistas, el «Estado de la competencia» escueto y mezquino. Probado en América Latina,
este enfoque sirvió para guiar buena parte de la transición al capitalismo
en Europa oriental y central. Aunque públicamente preconizado por Thatcher y Reagan, en el Primer Mundo sólo se aplicó de manera gradual y
desigual. En el Tercer Mundo, por el contrario, la neoliberalización se im-
puso a punta de deuda, como un programa forzoso de «ajuste estructural» que echó abajo todos los principios fundamentales del desarrollismo y obligó a los estados poscoloniales a transferir sus activos, abrir sus mercados y recortar el gasto social.
Curiosamente, la segunda ola feminista floreció en estas nuevas condicio-
nes. Lo que había empezado como un movimiento contracultural radical
pasaba ahora a convertirse en un fenómeno social de masas de base amplia. Atrayendo partidarios de toda clase, etnia, nacionalidad e ideología
política, las ideas feministas penetraron en todos los resquicios de la vida social y transformaron la idea que todos los afectados tenían de sí mismos. El efecto no sólo fue el de ampliar enormemente las filas de activistas sino también remodelar las percepciones lógicas de la familia, el trabajo y la dignidad.
¿Fue mera coincidencia que la segunda ola feminista y el neoliberalismo
prosperasen unidos? ¿O había una perversa y soterrada afinidad volunta-
ria entre ellos? Esta segunda posibilidad es herética, por su puesto, pero es peligroso no investigarla. Desde luego, el ascenso del neoliberalismo transformó drásticamente el terreno en el que operaba el feminismo de la
segunda ola. La consecuencia, argumentaré aquí, fue la de resignificar los ideales feministas. Aspiraciones que tenían un claro impulso emancipacióndor en el contexto del capitalismo organizado de Estado asumían un significado mucho más ambiguo en la época neoliberal. Situados los Estados sociales y desarrollistas bajo el ataque de los partidarios del libre mercado, las críticas feministas al economicismo, el androcentrismo, el estatismo y el westfalianismo asumieron una nueva valencia. Permítaseme aclarar
esta dinámica de la resignificación volviendo a contemplar los cuatro centros de la crítica feminista.
— El antieconomicismo feminista resignificado. El ascenso del neoliberalismo coincidió con una gran alteración en la cultura política de las sociedades capitalistas. En este periodo, las exigencias de justicia se expresaron cada vez más como reivindicaciones para que se reconociesen la identidad
y la diferencia. Este cambio «de la redistribución al reconocimiento» fue acompañado por fuertes presiones para transformar el feminismo de la segunda ola en una variante de las políticas de identidad. Una variante progresista, sin duda, pero que tendía no obstante a ampliar en exceso la crítica de la cultura, al tiempo que restaba importancia a la crítica de la economía política. En la práctica, se tendió a subordinar las luchas socioeconómicas a las luchas por el reconocimiento, mientras que en los sectores académicos, la teoría cultural feminista empezó a eclipsar a la teoría social feminista. Lo que había empezado como un correctivo necesario al economicismo
evolucionó con el tiempo a un culturalismo igualmente tendencioso. Así, en lugar de llegar a un paradigma más amplio y rico, que pudiera abarcar
la redistribución y el reconocimiento, las feministas de la segunda ola cambiaron de hecho un paradigma truncado por otro.
El momento, además, no podía ser peor. El cambio al reconocimiento encajaba muy claramente con un neoliberalismo ascendente, que no quería más que reprimir cualquier recuerdo del igualitarismo social. Así, las feministas absolutizaron la crítica a la cultura precisamente en el momento en el que las circunstancias exigían redoblar la atención a la crítica de la economía política. A medida que la crítica se dividía, además, la corriente cultural no sólo se desgajó de la corriente económica, sino también de la crítica al capitalismo que previamente las había integrado. Desligadas de la crítica al capitalismo y dispuestas para articulaciones alternativas, estas corrientes podían ser atraídas hacia lo que Hester Eisenstein ha denominado «un vínculo peligroso» con el neoliberalismo
.
— El antiandrocentrismo feminista resignificado. Sólo era cuestión de tiempo, por lo tanto, que el neoliberalismo resignificase la crítica feminista al androcentrismo. Para explicar cómo, propongo adaptar un argumento presentado por Luc Boltanski y Ève Chiapello. En su importante libro titulado Le nouvel esprit du capitalisme, estos autores sostienen que el capitalismo se rehace periódicamente a sí mismo en momentos de ruptura histórica, en parte recuperando corrientes de crítica dirigidas contra él. En dichos momentos, elementos de la crítica anticapitalista se resignifican para legitimar una forma nueva y emergente del capitalismo, que por lo tanto se ve
dotado con un mayor significado moral necesario para motivar a las nuevas generaciones a respaldar el trabajo inherentemente absurdo de la acumulación indefinida. Para Boltanski y Chiapello, el nuevo «espíritu» que ha
servido para legitimar el flexible capitalismo neoliberal de nuestro tiempo surgió de la crítica «artista» de la nueva izquierda al capitalismo organizado de Estado, que denunciaba el gris conformismo de la cultura corporativa. Fue en los acentos de Mayo del 68, afirman, donde los teóricos de la gestión neoliberales propusieron un nuevo capitalismo «conexionista», de «proyecto», en el que las rígidas jerarquías organizativas dieran paso a equipos horizontales y redes flexibles, y liberasen así la creatividad individual. El resultado fue una nueva narrativa del capitalismo con consecuencias en el mundo real; una narrativa que envolvió a las nuevas empresas tecnológicas de Silicon Valley y que hoy encuentra su más pura expresión en los valores de Google.El argumento de Boltanski y Chiapello es original y profundo. Sin embargo, al no tener en cuenta el género, no capta todo el carácter del espíritu del capitalismo neoliberal. Ciertamente, ese espíritu incluye una narrativa masculinista del individuo libre, sin trabas, automodelado, que ellos describen muy bien. Pero el capitalismo neoliberal se relaciona tanto con Walmart, las maquiladoras y el microcrédito como con Silicon Valley y Google. Y sus trabajadores indispensables son desproporcionadamente mujeres, no sólo mujeres jóvenes y solteras, sino también casadas y con hijos; no sólo mujeres racializadas, sino también mujeres prácticamente de todas las nacionalidades y etnias. Como tales, las mujeres han entrado en tromba en los mercados de trabajo de todo el mundo; la consecuencia ha sido la de menoscabar de una vez por todas el ideal de salario familiar que el capitalismo organizado de Estado propugnaba. En el «desorganizado» capitalismo neoliberal, ese ideal se ha sustituido por la norma de la familia con dos perceptores de salario. No importa que la realidad que subyace al nuevo ideal sean los niveles salariales deprimidos, la caída de la seguridad en el trabajo, el descenso del nivel de vida, un fuerte aumento del número de horas trabajadas a cambio del salario por familia, la exacerbación del doble
turno –ahora a menudo triple o cuádruple– y el aumento de los hogares en los que el cabeza de familia es una mujer. El capitalismo desorganizado saca peras del olmo elaborando una nueva narrativa del avance femenino y la justicia de género.
(NANCY FRASER. El feminismo, el capitalismo y la astucia de la Historia.)
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teniente_powell
#339 por teniente_powell el 24/03/2018
Emilio Galsán escribió:
ahora hay dueños de empresas (..........) y usuarios
Porque queremos, que somos muy comodones. Fíjate la que han liado los consumidores españoles con las empresas catalanas. ¿Crees que la Caixa se ha venido a Valencia por la seguridad jurídica? Y unos cojones. Se han venido porque veían como retiraban fondos como si fuera un corralito. Ni en los peores momentos de Argentina se sacaba tanto dinero seguido de un banco.

Los consumidores tenemos mucha, pero mucha fuerza. ¿Te imaginas lo que pasaría si todo el mundo dejara Iberdrola por Endesa? Al rico descuento corra señora que me lo quitan de las manos. Lo que pasa es que, como digo, somos comodones del carajo. No buscamos artículos de empresas responsables con el medio ambiente o el derecho de los trabajadores. Buscamos lo más barato, o lo más caro, que de todo hay. Y ya está. Si somos siervos es porque nos movemos como los siervos. Iba Movistar a seguir subiendo 5 euros sus tarifas cada seis meses si tras la demanda perdida presentada por usuarios que se consideraban estafados por la famosa publicidad "Tarifa Fusión a 60 € para siempre" todo el mundo, como yo hice, se hubiera ido a Jazztel. Se cagaban la pata p'abajo. Pero coño, cómo vamos a renunciar al júrgol.
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teniente_powell
KlausMaria
#341 por KlausMaria el 25/03/2018
teniente_powell escribió:
Forocoches, siempre de avanzadilla.


Hombre, yo lo de la actitud trollera no lo acabo de ver... pero es cierto que la mera idea de "espacio seguro" y demás me parece básicamente discriminatoria además de profundamente reaccionaria. Supongo que volveremos a los vagones sólo de mujeres y porqué no, a los colegios segregados. En el Opus se van a hacer todos feministas intereseccionales fijo.

Pero es curiosa la actitud beligerante (además del uso de neolengua que se gastan) incluso con los "aliados".

https://i.imgur.com/oJ19bLE.jpg
https://i.imgur.com/Yvk2Tyi.png
https://i.imgur.com/04hZvzf.jpg

A mi lo de "te queda TANTO por REVISARTE" me da ganas de sacarme una cuenta en el forocoches, hoyga. Determinado nivel de suficiencia es propio de fanáticos religiosos.

El feminismo radical considera que por definición un hombre NO puede ser feminista, únicamente un aliado (visto desde otro punto de vista, un traidor a su género). Yo lo siento, pero desde el uso de neo-lengua hasta la beligerancia todo me parece simplemente enfermizo.

Y por otra parte no puedo evitar esa sensación de que algunas han encontrado un filón en la aplicación del tema del género a sus campos de interés. Si monto un evento de gamers quizás no me coma un colín porque los hay a docenas, si monto un evento de gamers con perspectiva de género me dirijo a un mercado concreto y además igual me subvencionan y todo... lo que explicaría la beligerancia cuando un cisgénero mete las narices en su negocio.
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teniente_powell
Emilio
#343 por Emilio el 26/03/2018
Alguien escribió:
El caso tiene también cierto interés político porque el funcionario beneficiado por la sentencia es miembro de una fraternidad pangermanista de extrema derecha, cercana al partido liberal de Austria (FPÖ), actualmente en la coalición de gobierno con el partido popular ÖVP.

Por su cercanía al FPÖ, está previsto que Franzmayr sea promocionado -según la prensa local- a un alto cargo en la empresa pública de gestión de autopista Asfinag


Como se dice en Catalunya: Agafa't (pa qué las prisas). Qué mundo y qué vanguardia, hoyga.
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Max
#344 por Max el 26/03/2018
Emilio Galsán escribió:
Dueño, amo, señor.. .

...de lo de cada uno. Yo soy empresario y soy dueño, amo y señor de mi empresa.

Emilio Galsán escribió:
Antes había señores feudales y siervos de la gleba, ahora hay dueños de empresas, como las de energía, y usuarios que ven incrementada la factura de electricidad un 70 % , mientras la reforma laboral devalúa sueldos y facilita el empleo basura y a los pensionistas se les indigna con una "subida" anual del 0'25.

...no mezcles.
...lo que dices, sobre "los siervos de la gleba" es distinto. Los dueños de las empresas que te refieres lo son por culpa de la expropiación ruin de los políticos que privatizaron esas empresas para "amigotes" y familiares. Vamos un verdadero expolio y robo "legal".

...nada tiene que ver el tema que nos ocupa sobre la paridad o igualdad de los derechos de la mujer respecto a la comparación con el hombre.

...en una empresa privada, una PYME, el propietario o propietarios de la misma tienen el derecho de contratar a quienes quieran y pagar el sueldo que quieran cumpliendo el mínimo legal que corresponda. A partir de ahí, si una empresa tiene mas hombres que mujeres o si pagan más a los hombres que a las mujeres (repito, cumpliendo el mínimo legal que corresponda y según convenios laborales), es cosa de los empresarios, su dinero y su libertad para hacerlo.

Emilio Galsán escribió:
(NANCY FRASER. El feminismo, el capitalismo y la astucia de la Historia.)

...texto repetitivo como la cebolla.
...pero aún así, no deja de ser una opinión más como la vecina de mi primo.

...respetable ambas, por supuesto.

:comer:
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Max
#345 por Max el 26/03/2018
KlausMaria escribió:
El feminismo radical

...a mi modo de ver, el "feminismo radical" no existe. El "hembrismo" quizás es a lo que te refieres. Lo que muchos llaman "feminazismo".

...porque si se es feminista, no se puede tener la actitud radical de ir "por sistema" contra el hombre, es decir, que el feminismo defiende la igualdad de derechos y tal, pero no es una defensa de esos derechos ir siempre contra el hombre en todo lo que se menea.

...hay una relación directa y un símil con las asociaciones de LGTB. Parece que está mal visto estar "orgulloso" de ser heterosexual. Si encima eres hombre....ya te encasillan como machista. Muchas reivindicaciones de derechos que piden se contradicen precisamente por eso, por discriminar a los individuos dependiendo de su inclinación sexual. De traca.

:triston:
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