He crecido con las DAW incluso antes de que pusieran la D. ¿Recuerdas? Antes de existir Internet, aquella cosa llamada MOTU Performer y sus múltiples diskettes protegidos contra la copia.
Francamente, no he explorado Live más allá de las versiones, digamos, «demo» que puedo conseguir. De todas formas, son tan pesados con lo del DRM que acabo no molestándome. Porque podría dejar de funcionar en cualquier momento.
Me gusta la interfaz de Live, facilita un flujo de trabajo rápido. Quizás demasiado rápido y demasiado fácil. Cuando uso Live me siento como jugando con un juguete, lo que podría no ser algo malo, pero en demasiadas ocasiones me hace ir en una dirección determinada chocando con barreras que no me encuentro con DP o Logic. Esto es para mí frustrante hasta el punto de que no puedo usar Live porque sé que las barreras están ahí y va a obligarme a funcionar en su paradigma, uno que no se complementa con lo que mi cerebro pretende conseguir musicalmente. Y viceversa.
También me resulta caro. Pedirte varios cientos por una DAW supone para mí; debes usarla hasta que la hayas amortizado. Cuando imagino cuánta gente que conozco utiliza estos paquetes de software de forma ilegal, me pregunto también cuánta gente realmente paga y cuál es la demanda real del mercado. En otras palabras, el tipo de música hecha en casa que a mí me interesa no suele estar hecha por gente con unos cuantos miles en caja esperando a ser utilizados para comprar software que les ayude a hacer música. Hay una constante económica absurda enterrada en alguna parte, porque sé que la piratería de software en el mundo de la electrónica underground es rampante. ¿Es parte de la dicotomía académica? No lo sé, pero sospecho que las academias suelen tener un acceso legal a este tipo de software más fácil que el resto de los músicos.
Al final, si no uso cosas como Max/MSP o Live es porque no piensan como pienso yo cuando hago música. De hecho casi siempre siento que se interponen. Soy más táctil, y me frustro fácilmente cuando al usar software para crear música, me pierdo en intentar entender el software y no haciendo la música. Es probablemente la deuda a pagar por ser un músico clásico, donde los medios para la creación están a mano —o a garganta como es mi caso—.
Pluggo me rebasa, en otras palabras. Mientras que sé que los chicos del DSP aman el matrimonio Live/Max, yo no le veo uso. Sé que son paquetes flexibles, y tengo un amigo que los utiliza religiosamente y que de hecho fui yo el que le hizo dejar ACID y probar Live. Personalmente siento que Live me fuerza a trabajar de una forma o con un groove determinado, a falta de una palabra mejor. Igual es cuestión de presets o de personalización, pero cuando veo la monstruosidad en la que se ha convertido Live —no tan ligero como solía ser, y me confunde mirar hoy en día su interfaz, donde parece que cada plugin tiene su propio catálogo de opciones— no me enamora pensar en utilizarlo.
Visto en Linux AV.