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Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional, escribió:
Derecho al pataleo
“Última y vana actitud de protesta que adopta o puede adoptar el que se siente defraudado en sus derechos”. En estos términos define el diccionario de la RAE el “derecho al pataleo”.
Al ejercicio del derecho al pataleo es a lo que están convocados los ciudadanos de Cataluña el próximo 9 de noviembre. Es un acto de agitación política no susceptible de ser analizado en términos jurídicos. Presupone el reconocimiento de que el derecho del que uno cree que es portador no es reconocido como tal. De ahí que no se pueda entender la reacción del Gobierno ante el mismo. Es completamente absurdo solicitar un dictamen del Consejo de Estado como paso previo a adoptar el acuerdo del Consejo de Ministros para interponer recurso ante el Tribunal Constitucional.
Con esa manera de proceder el Gobierno le está atribuyendo una naturaleza jurídica a un acto que no la tiene y está tirando piedras contra su propio tejado. El 9 de noviembre no se va a celebrar ni un referéndum, ni una consulta ni nada definible en términos jurídicos. Sea lo que sea lo que ocurra ese día, jurídicamente es estéril. Eso lo está reconociendo la Generalitat con su conducta. Sin decreto de convocatoria, sin censo electoral, con la posibilidad de que voten los menores y los extranjeros... faltan los elementos indispensables para que se pueda hablar de referéndum o consulta. Estamos ante un pataleo, es decir, ante la última y vana actitud de protesta de quienes saben que no disponen de ningún instrumento jurídico para hacer valer lo que entienden que son sus derechos.
Y una convocatoria a ejercer el derecho al pataleo no puede ser anulada. Nadie puede verse privado del derecho a patalear, a expresar que no está de acuerdo con que no se le reconozca el derecho que él entiende que le debería ser reconocido. Es imposible que exista en un ordenamiento jurídico digno de tal nombre la prohibición del derecho al pataleo, ya que su ejercicio parte del reconocimiento de que no se tiene derecho, pero que con eso, justamente, es con lo que no se está de acuerdo. Este mínimo derecho no puede faltar en ningún ordenamiento jurídico democrático. Y eso es lo que significa el 9 de noviembre. Se reconoce la derrota, pero se protesta. Es, de alguna manera, otra versión de la Diada.
En esto es en lo que no ha reparado el Gobierno en su ofuscación y, de manera mucho menos comprensible, el Consejo de Estado. Entre ambos pueden poner al Tribunal Constitucional ante un problema sobre el que no debería tener que pronunciarse. Y pueden abrir con ello la puerta al problema potencialmente mucho mayor de desobediencia cívica.
Alguien escribió:Una reflexión del historiador de la UAB José Luis Martín Ramos:
“[..,] puede haber varias agendas políticas, aunque haya una sola realidad. Eso sí hay agendas dominantes, agenda subordinadas y agendas que se abandonan o se destruyen. La realidad admite diferentes interpretaciones, según intereses e ideología; para mí el dato fundamental de la realidad catalana de hoy es el de la depresión y las diferentes respuestas de clase, no el conflicto nacional que hoy- existiendo – lo es en grado inferior al del pasado, a pesar de las disfunciones fiscales, de la obsolescencia de la solución autonómica y de los tics y tendencias recentralizadoras. La diferencia es que desde hace algún tiempo, desde que el pujolismo se agotó y el PSC en el gobierno compartido mostró toda su desnudez, se ha venido construyendo una agenda independentista, que se presenta como la única legítima de Cataluña y como bálsamo de fierabrás de las consecuencias de la depresión”.
Pero, recuerda Martín Ramos, hace un par de años no existía sólo esa agenda:
“[…] había otra agenda que se estaba empezando a escribir y de manera muy potente, la de la movilización de los trabajadores de la sanidad pública, de los enseñantes, de la PAH…esa agenda de respuesta de clase se expresaba en la calle y el nacionalismo, que no tenía instrumentos para combatirla desde las instituciones y que había ido entrando ya desde hace tiempo en la agenda independentista, decidió desplazarla de la calle con su movilización identitaria y situando el eje nacional como eje exclusivo, al que ha de subordinarse los demás. No es que vayamos retrasados… es que se ha abandonado lo que se empezaba a construir y se ha sustituido en la izquierda por lo que, a mí, me parece una quimera: que la independencia será también para nosotros una llave mágica, la que abrirá las puertas de al avance de la revolución”.
De la misma manera que Junqueras y Mas dicen que la independencia resuelve todas las penurias económicas, sin explicar ni cómo ni cuándo, hay que ser muy crédulo para conformarse con sus explicaciones señala Martín Ramos
“[…] entre la izquierda se dice que resuelve nuestras esperanzas de cambio radical, anticapitalista, también obviando el cómo y el cuándo (porque el argumento del cuanto peor mejor es una barbaridad). No nos hemos retrasado; hemos destruido la agenda incipiente de la respuesta de clase a la depresión. Si insisto tanto en el debate “nacional” identitario, no es porque me preocupe las supuestas pérdidas de capital identitario español, sino porque la consecuencia fundamental del “proceso”- que no tengo por seguro que acabe en independencia- es la destrucción de esa otra agenda; una destrucción disimulada objetivamente –no a posta, claro está– por la configuración de una “izquierda nacional” que le hará cosquillas al discurso hegemónico del nacionalismo, con gestos, palabras, alguna acción,… “.
El ejemplo más patético es, en su opinión, ICV. El más perjudicial, para él, “son los últimos tiempos de las CUP-parlamentaria”.
Una segunda reflexión del historiador de la UAB:
“Pero vamos a ver, ¿es o no un referéndum? Dicen que no lo es, sino solo una acción participativa y en los términos que ellos quieren ¿estoy obligado a participar? en absoluto”.
Por eso soy pepero se pregunta Martín Ramos
“No veo por qué. Yo no estoy en contra de que ellos se movilicen; lo que yo no haré es movilizarme con ellos. Yo no creo que haya que hacer propaganda contraria a su movilización, que la llaman participación. Están en su derecho, como yo a movilizarme por otra cosas; como los de sociedad civil catalana a defender sus posiciones. Defender el derecho de la ANC y el de Sociedad Civil catalana no quiere decir nada más que eso; lo mismo que defender y reivindicar el derecho de los que pensamos de manera diferente a la ANC y a SCC”.
A lo que tienen ningún derecho, prosigue JLMR, es a pretender que “su movilización sea la movilización de Cataluña, y que sea obligatoria a todo ciudadano de bien movilizarse en los términos en que ellos lo han planteado. No entro en su discurso de eje nacional ni en su propuesta de dos bandos”.
Cómo demostrar que no vamos porque es una trampa, se pregunta.
“Primero no yendo, si crees que es una trampa, y luego argumentando porque crees que es una trampa. Yo por coherencia no iré a dar mi opinión -no es mi voto- en una consulta partidaria; iré a votar cuando haya una convocatoria universal o legal o legítima (cuatro partidos no suman una legitimidad por mucha mayoría parlamentaria que tengan). Participio en el ejercicio de la democracia, no en el ejercicio de la propaganda; y no me vale que me digan que se han convertido en ejercicio de propaganda por culpa de Madrid, porque desde siempre lo sabían -los que saben- y siempre han hecho un ejercicio de propaganda y no un ejercicio de democracia; por algo encargaron urnas de cartón”.
Pero si alguien quiere participar, añade, está en su derecho, faltaría más, “será un comportamiento personal, pero visto lo que piensa no creo que resulte un comportamiento político; no lo será si vas a votar solo porque no te confundan con el PP, eso sería comprarles su engaño: los que no están con nosotros, están con ellos”.
¿A qué no está mal?
janfriboga escribió:¿Y estos? ¿no tenían derecho a ser escuchados? ¿al pataleo? ¿Cuantas urnas se pusieron para que votaran sus propuestas? ¿Qué parlamento les apoyó?
tricky2k escribió:Porque lo que pasará en España en las próximas generales va a ser el golpe definitivo a la democracia de cartón piedra en la que vivimos. Será muy democrático, sin duda, pero totalmente contrario al "querer" de sus votantes. El pacto de gobernabilidad entre PP y PSOE para frenar a Podemos. Lee estas palabras y recuérdalas.