"EL DESEO CATALÁN (SUSO DE TORO - 31.08.2015)
Los análisis basados exclusivamente en la economía, la sociología o la lucha entre ideologías y partidos no cuentan la historia. Este es el caso del proceso político que vive la sociedad catalana.
El impulso que mueve el debate de la sociedad catalana sobre su futuro nace de la repentina liberación, como un resorte, de un deseo que estaba reprimido. No hablo de una parte de la sociedad, hablo de una parte del interior de personas que durante muchos años, durante vidas enteras, reprimieron la conciencia y el deseo de ser simplemente, plenamente y únicamente catalanes. Se trata de un deseo, los deseos existen primero y luego viene el cálculo, el contraste con la realidad. El proceso político catalán tiene raíces profundas dentro de muchas personas.
Hace siete años el Parlamento catalán tuvo la amabilidad de invitarme a unas jornadas sobre medios de comunicación y responsabilidad social. No recuerdo lo que expuse en la sesión sobre este tema, pero sí recuerdo lo que dije en una comida posterior con parlamentarios y representantes de los diferentes partidos. Y no estoy muy seguro de que me sienta orgulloso (no me ofrezcan más de dos vasos de vino blanco: mi "daimon" se libera, traspasa mi impertinencia habitual para hacer gamberradas y ni siquiera me ofrece el bálsamo posterior del olvido).
En aquel tiempo, en 2008, hacía dos años que el nuevo Estatuto había sido aprobado por las Cortes y recurrido ante el Tribunal Constitucional por el PP, y faltaban dos años para que el Constitucional sentenciara la inconstitucionalidad de varios puntos del texto. La decisión fue mucho más allá de lo jurídico y tuvo un carácter político e ideológico muy marcado. Y, según mi recuerdo, lo que dije a aquellas personas que me habían dado comida y bebida fue más o menos lo siguiente: "Cataluña tiene los recursos económicos y humanos para ser un estado. Tiene las instituciones que lo prefiguran, los instrumentos políticos, los cuadros para formar una administración ... Y, además, seríais no sólo un estado viable sino próspero ... Y vosotros lo sabéis. Pero no puede ser, no es posible. España no os deja ".
El silencio incómodo al que dio lugar mi intervención creo que no se debía sólo a que eran de diferentes partidos, personas con visiones diferentes e incluso enfrentadas entre sí, sino a que les mostraba una situación de impotencia que era compartida por todos ellos y ellas. Les decía que lo desearan o no, eran o estaban impotentes.
No se puede ser más impertinente ni tener una falta de respeto más grande con el que te invita a su mesa. Tengo que preguntarme por mi propia actitud. ¿Que pretendía -con la intercesión del vino blanco- forzando a otra gente a verse en un espejo incómodo contra su voluntad? Pretendía algo más que exhibir mi agudeza y jugar con las emociones de los demás. Creo que pretendía también provocar una reacción. Y eso quiere decir que me importaba aquella gente que personalmente no conocía, me importaban los catalanes; aunque esto no es excusa para la impertinencia (de todos modos, si no quieren sufrir impertinencias no traten con artistas).
Pero lo importante era aquel silencio confuso, que era el reconocimiento de una situación de impotencia. Cuando dos años después el Constitucional sentenció, y de qué manera, la reacción posterior de la población catalana fue mucho más importante y decisiva que una respuesta política. Fue una respuesta emocional. Un deseo que se expresó libremente. Un resorte que había sido reprimido tanto tiempo saltó. Y este resorte ya no podrá ser reprimido nuevamente.
El Estado interviene e intervendrá en las próximas semanas con todos sus medios para enturbiar y coaccionar en la campaña catalana, pero esta coerción no conseguirá que se hagan atrás muchas personas que han liberado emociones reprimidas y ahora son diferentes de como eran hace unos años.
No tengo noticia de que haya un análisis del tipo de personalidad que han ido construyendo los catalanes durante los últimos cien años como huéspedes de una España madrileño-castellana. Conozco las deformaciones de personalidad que conlleva pertenecer a una identidad estigmatizada, soy gallego, conozco las relaciones coloniales entre amo y esclavo, pero sólo puedo intuir los equilibrios y ambivalencias de los catalanes.
Son las ambivalencias de personas que sienten pertenecer a un país culto y muy capaz de salir adelante y de dar trabajo y casa a sus habitantes, pero que debe someterse a límites de crecimiento dentro de un molde. Un país que sólo puede mostrarse discretamente para no molestar el poder instituido. Personas que tienen que disimular, rebajar el perfil de su identidad para no perjudicar los propios y legítimos intereses, ir a Madrid y pasar de perfil, sin hacerse notar; creerse en muchos sentidos por encima de los que ostentan el poder y tener que ofrecerles asentimiento y representar humildad ... Es evidente que también esto debe generar deformaciones de la personalidad y un tipo de violencia reprimida. Este juego de equilibrios internos, de represiones, es una mezcla inestable que llega un punto que puede estallar. Algo de esto ha ocurrido.
De todos modos, la rabia por las ofensas, reprimida tanto tiempo, es peligrosa para quien la tiene, sobre todo porque el nacionalismo español es experto en manejar la desesperación y los sentimientos negativos. Este es su campo.
Los poderes que han mandado al Estado hasta ahora han tratado los catalanes con un juego de cierta astucia e indignidad, una relación perversa de la que Cataluña ciertamente se ha liberado. En adelante, cualquiera que sea el nuevo nivel de soberanía que consiga Cataluña, las relaciones ya no serán de sumisión. Serán pactos entre sujetos políticos que se reconocen mutuamente. Pero lo más importante no es eso, lo más importante es que hoy los catalanes son personas más libres, alegres, llenas. Si volvieran a escuchar aquellas impertinencias mías de hace siete años no se quedarían mudos, sino que se reirían mucho. Con independencia de las incertidumbres del futuro, serían personas más libres. Y esto debe ser motivo de alegría, no?"