Voy a reivindicar Autómata, de Antonio Banderas, porque la crítica la ha pelado bastante y a mi me parece mejor de lo que parece.
Aunque es cierto que pierde mucha fuerza en su segunda parte, y que merecía una resolución más intensa, creo que el cambio de ritmo es interesante y no destruye el trabajo de la primera mitad. Cuando hablo de intensidad me refiero al aspecto emocional y, por supuesto, narrativo. Por un lado, la cinta desconecta un poco del espectador, y por otro, resuelve el enigma de la historia de una manera algo descuidada, apostando por secuencias de conflictos tópicos antes que profundizar más en la turbias aguas que genera al principio y enganchan bastante.
No me parece una película fallida, como he llegado a leer, sobre todo porque, para mí, una historia no tiene porqué ser una sucesión de escenas en crescendo hasta una traca final. Un ritmo reflexivo, e incluso aparentemente torpe, como la lenta pero imperturbable persistencia de los robots tiene un encanto que casi ha llegado a tocar con los dedos Gabe Ibáñez.