http://www.youtube.com/watch?v=7P6QYWqRxww&feature=player_embedded
Alguien, en un alarde de reposado sentido del humor, colgó este vídeo en medio de un debate sobre la afinación de un cantante. Me gustaría continuarlo en ese mismo tono porque es un problema que merece la pena tratar. En una ocasión tres insignes maestros de una escuela de música pasaron toda una tarde intentando hacer entonar una sola nota afinada a una estudiante de tercer curso de violín sin conseguirlo. Contrabajista dedicado varios años a la docencia, sé bien de la dificultad que entraña el asunto pero yo esa batalla de la afinación la di cuando tenía seis años y como estudiante nunca tuve especiales problemas. Lo que recuerdo de cuando era pequeño es que algunas canciones que me gustaban y que cantando con la radio puesta parecían quedar bien, luego al intentar repetirlas solo me salían fatal. Buena parte del problema estaba en que al hacerlo solo tenía más dificultad con la tesitura al querer dar todas las notas y tener mi voz un registro más bien escaso.
Como usamos, a demás de las memorias intelectual y emocional, una memoria física llamada Memoria Cinética que repite las cosas que aprende de forma inconsciente y la afinación temperada nos obliga a ajustar secuencias de intervalos fisicamente irreales porque no se ajustan a la aparición natural de los armónicos, la dificultad puede llegar a hacerse insalvable. Ayer leí por aquí que hace falta oír un sonido durante treinta milisegundos para reconocerlo. Ese tiempo que no es nada, puede ser una eternidad cuando la presión de hacerlo bien te hace sentirte demasiado impaciente, y si a eso le sumas la cuestión de las tesituras y la memoria cinética creo que se puede decir que es más la preocupación de hacerlo muy bien que la simple relajación de disfrutar lo que haces lo que perpetua el problema. He conocido malos oídos que cuando se relajaban, después de un intensísimo periodo de trabajo, templaban la afinación con una maestría y sensibilidad inigualables. Tal vez fue la presión de encontrarse ante tanta responsabilidad lo que impedía a aquella chica dar bien la nota.
Alguien, en un alarde de reposado sentido del humor, colgó este vídeo en medio de un debate sobre la afinación de un cantante. Me gustaría continuarlo en ese mismo tono porque es un problema que merece la pena tratar. En una ocasión tres insignes maestros de una escuela de música pasaron toda una tarde intentando hacer entonar una sola nota afinada a una estudiante de tercer curso de violín sin conseguirlo. Contrabajista dedicado varios años a la docencia, sé bien de la dificultad que entraña el asunto pero yo esa batalla de la afinación la di cuando tenía seis años y como estudiante nunca tuve especiales problemas. Lo que recuerdo de cuando era pequeño es que algunas canciones que me gustaban y que cantando con la radio puesta parecían quedar bien, luego al intentar repetirlas solo me salían fatal. Buena parte del problema estaba en que al hacerlo solo tenía más dificultad con la tesitura al querer dar todas las notas y tener mi voz un registro más bien escaso.
Como usamos, a demás de las memorias intelectual y emocional, una memoria física llamada Memoria Cinética que repite las cosas que aprende de forma inconsciente y la afinación temperada nos obliga a ajustar secuencias de intervalos fisicamente irreales porque no se ajustan a la aparición natural de los armónicos, la dificultad puede llegar a hacerse insalvable. Ayer leí por aquí que hace falta oír un sonido durante treinta milisegundos para reconocerlo. Ese tiempo que no es nada, puede ser una eternidad cuando la presión de hacerlo bien te hace sentirte demasiado impaciente, y si a eso le sumas la cuestión de las tesituras y la memoria cinética creo que se puede decir que es más la preocupación de hacerlo muy bien que la simple relajación de disfrutar lo que haces lo que perpetua el problema. He conocido malos oídos que cuando se relajaban, después de un intensísimo periodo de trabajo, templaban la afinación con una maestría y sensibilidad inigualables. Tal vez fue la presión de encontrarse ante tanta responsabilidad lo que impedía a aquella chica dar bien la nota.