He tardado en entrar porque no me gusta contar mis historias, pero te entiendo y comparto tus dudas.
Empece en el conservatorio de Quimper, una bonita ciudad del sur de Bretaña a los 7 años, hace mucho, obligado por mi padre saxofonista aficionado que veía en mi el Maradona del violín, (desde muy pequeño se me ha visto con habilidades a la hora de tocar cualquier tipo de instrumentos, ahora me van mejor las tetas
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) porque decía él que es el instrumento más chungo; entonces su retoño no podía ser menos, y me encasquetó solfeo y violín.
El violín me doblaba en tamaño y me dedicaba más a sujetar el invento entre la barbilla y el brazo, que por eso es un instrumento de tortura; a parte de no llevar trastes, el barrido del arco de crin de caballo necesita del otro brazo una gimnástica por lo menos curiosa.
Nunca me gustó, me obligaba mi padre, y cuando murió de infarto 4 años después, hice novillos y no volví a pisar el conservatorio. Me pilló mi madre deambulando por las calles con mi maletín y mis partituras, fue para mi una experiencia traumática de la buena.
A los 13 años mi hermano que regaló mi primera guitarra eléctrica, una mustang, y eso fue otra cosa, me reconcilió con la música y desde entonces no he parado.
Más tarde volví a coger un violín y no lo vi tan difícil, el gran problema reside en la movilidad de la mano del mástil, tiene que deslizarse con facilidad, puedes usar talco o tocar con guantes de lana sin dedos, cualquier cosa que no frene el movimiento de la mano, si te puede ayudar de algo, aunque suene a chapuza.
Ahora, ánimo con el aparatejo, cuanto te entiendo.