La propiedad intelectual en la música de consumo ha sido siempre un terreno abierto a las más encendidas polémicas. La socialización de las nuevas tecnologías –de la cinta grabada al sampler, del CD-R al MP3- continúa poniendo en tela de juicio papeles tan solemnes como ‘autor’ u ‘original’.
Los instrumentos musicales producen sonidos. Los compositores producen música. Los reproductores de casette, las radios, etc., reproducen sonidos. Una caja de música produce sonidos y reproduce música.
Cuando un artista de hip-hop tiene entre sus manos un giradiscos, utiliza la rodaja de vinilo como si fuera una tabla de lavar y la aguja como si fuera una púa para hacer scratch. Cuando actúa, el artista de hip-hop produce sonidos que no son reproducidos, sino únicos. Por tanto el giradiscos se convierte en un instrumento musical.
Un sampler, en esencia una herramienta concebida para la grabación y la transformación de los sonidos, es al mismo tiempo un instrumento creativo. La distinción entre estas dos vertientes, la funcional y la artística, se reduce a una mera cuestión sobre el copyright, el derecho de copia.