Hay que tener en cuenta que la armonía o el contrapunto son sólo partes de la música. Partes de gran importancia estructural, pero al fin y al cabo partes. Pero hay otras, como la orquestación, que tiene sus propias "normas" o necesidades que a veces contravienen o matizan los principios de la armonía o el contrapunto.
Por ejemplo, la típica escritura a cuatro partes de la armonía académica sólo se da sin adulterar en obras como los corales de J. S. Bach.
¿Pero qué pinta, por ejemplo, una reducción armónica a cuatro voces en una obra para flauta sola? De hecho, es perfectamente posible escribir una melodía de flauta que implique esas cuatro voces (la forma más sencilla, simplemente arpegiándolas), pero no siempre es tan evidente extraerlas. Pero también puede darse el caso de que el compositor haya partido de un esquema a tres voces, o a dos, o incluso que no haya partido de ningún esquema armónico polifónico.
Con todo esto quiero decir, como bien te comenta Miko, que tampoco hay que desesperarse en reducir a toda costa una obra a un coral a cuatro voces.
En este caso podría ser defendible una reducción del pasaje en las siguientes voces:
Re Do Si
Fa# Fa# Sol
La La Sol
Re Re Re
Así que ese Do podrías verlo como una nota de paso. Pero a la hora de orquestarlas hay saltos de octava, cruzamientos de voces, etc. No es tan limpio y transparente como en un coral.
También es importante la perspectiva histórica, una séptima de dominante puede ser una nota extraña a la armonía, si aplicas principios renacentistas, o un factor legítimo del acorde en épocas posteriores que no necesita tanto anclaje melódico (preparación, suspensión, resolución) para justificarlo.
Hacer ese intento de reducción es una actividad interesante e instructiva que pone de manifiesto principios generales y tendencias de organización del sonido, pero sin perder de vista que no tiene por qué ser un problema aritmético con solución única.
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