Mi cuñado Álvaro tiene una colección de coches clásicos. Tiene coches que en su momento eran baratos –que ya, no- y otros que en su momento eran de lujo –que ya, tampoco- y que ahora son de todo menos baratos. Aquellos coches se construían con materiales distintos a los de hoy, con instrumentos distintos y con ingeniería también distinta. “Suenan” de otra forma que los modernos, su comodidad es “especial” comparándolos con los contemporáneos y como ya he dicho, sus precios son bastante elevados para lo que en buena lógica sería sensato.
Sin embargo a mi cuñado Álvaro le gustan esos coches más que los modernos a pesar de que su peculiar afición hace que esté sometido a una auténtica tiranía de ITVs, seguros de clásicos, mecánicos, paseitos para que no se “oxiden”, etc.
Con los instrumentos “vintage” puede pasar lo mismo, ojo, no digo que pase, sino que puede pasar. El que hace una inversión en un instrumento histórico -sea musical o no- valora en él aspectos sentimentales, inmateriales, de difícil evaluación científica. Hoy se puede analizar el sonido de una guitarra vintage hasta la extenuación y se puede “replicar” su sonido hasta extremos en los que el oído –incluso de personas entrenadas- resulta un “instrumento” de medida poco fiable, todos conocemos casos de “catas a ciegas” de guitarras, amplificadores transistores/válvulas, e incluso stradivarius originales/copias “baratas” con resultados poco satisfactorios para los defensores de la cualidad exclusiva y netamente superior de cualquiera de las posturas.
Por otra parte están las sensaciones, algo que tiene que ver con nuestra percepción particular y con la valoración estrictamente personal de unas emociones que no tienen un valor objetivo, mensurable, ni tan siquiera racional. En el mercado de las motocicletas existen las “clásicas” tipo Royal Enfield, o las Triumph Bonneville que si las comparamos con un “pepino” RRRRRR pues no podemos decir que sean ni más seguras, ni más rápidas, ni más fiables, ni... y sin embargo tienen su mercado. Si entramos en un foro de ese tipo de motos el concepto clave son las “sensaciones”, algo que es difícil de describir pero que cualquier aficionado conoce bien.
Posiblemente con las guitarras pase algo parecido. Algunas de las “sensaciones” que transmite el instrumento “vintage” al músico no tienen nada que ver con sus cualidades técnicas, ni sonoras, ni incluso musicales, lo que no quiere decir que no existan y tampoco que no sean comercialmente explotables.
Mi experiencia –45 añitos tocando la guitarra- me dice que las guitarras vintage están muy bien para recrear sonidos vintage, si es lo que nos gusta, y que hay guitarras de marcas “nuevas” que han supuesto una auténtica revolución en las prestaciones del instrumento. ¿Tiene alguna más calidad? Pues según lo que entendamos por calidad, que muchas veces está relacionada con conceptos de difícil evaluación, tales como imagen de marca, país de procedencia, etc.
Por ejemplo si comparamos una Gibson Studio de unos 900€ con una Tokai o una Burny de unos 400€, podemos comprobar que las orientales tienen mejores acabados (hay que ver cómo raspan los trastes de la Studio) mejores maderas, mejor aspecto y... un sonido diferente. El problema es dilucidar si esa diferencia de sonido y de precio es “mejor” desde el punto de vista musical y deberíamos abstraernos a una serie de conceptos, tales como la imagen de marca –excelente, todo sea dicho- de Gibson, de las sensaciones que uno percibe cuando se cuelga una Gibson y de todo un “constructo” mitológico-afectivo que se ve respaldado sólo por sensaciones subjetivas y que es imposible evidenciar de modo aséptico, racional, objetivo y fundamentado en el método científico.
Del mismo modo mi cuñado Álvaro recibe unas gratificaciones inmateriales difíciles de evaluar cuando se pasea con uno de sus “clásicos” sin aire acondicionado, sin servo dirección, con frenos que dependen y mucho de la fuerza que apliques sobre el pedal. Unos vehículos peligrosos e incómodos si los observamos bajo los estándares actuales de calidad.
Resumiendo, desde mi punto de vista no hay mejor sonido y tampoco hay guitarras mejores (a partir de un nivel, obviamente), son instrumentos que cumplen su cometido y son las modas las que hacen que se “lleve” un tipo de sonido más que otro.
Un cuerpo de guitarra china hecha con los trozos de madera que barrieron en un aserradero debidamente compactados puede ser perfecta para obtener ese sonido característico que le confiere el hecho de que tenga 6 tipos de madera distintos. Si te gusta como suena, suena bien aunque suene distinto.
Nadie puede imponer sus gustos, que como ya he comentado pertenecen al ámbito de lo personal e intransferible, como el DNI. Pero de una cosa sí podemos estar seguros y es que la industria (fabricantes, periodistas, músicos) promueven la presunta “bondad” de cuerpos sólidos de una pieza, de maderas escasas y en consecuencia muy cotizadas para encarecer un producto con un valor añadido altísimo y que tiene unos costes de acceso disparatados no por la tecnología, que es elemental, sino por el marketing que es muy elaborado.