Las causas reales (y ocultas) del subdesarrollo social de Catalunya (IX) Vicenç Navarro
IX. El movimiento independentista (primera parte)
En realidad, el movimiento independentista aparece con una intensidad creciente a partir de la decisión del Tribunal Constitucional de no aceptar elementos clave (y de gran carga emotiva, como considerar a Catalunya como una nación) en el Estatuto propuesto por el gobierno socialista de Pasqual Maragall, tras ser aprobado por el Parlament catalán, por las Cortes Españolas (tras ser “cepillado”, como dijo con chulería y arrogancia Alfonso Guerra), y ser aprobado en referéndum por el pueblo catalán. Esta decisión del Tribunal Constitucional fue celebrada con una enorme alegría por las derechas españolas, el PP, y por un silencio ensordecedor por parte del gobierno Zapatero. Ahí está el origen del crecimiento de la única alternativa que se veía posible: la independencia.
Como resultado del olvido de la historia reciente de este país (promovido políticamente por el Estado bipartidista español, durante y después de que ocurriera la inmodélica Transición), no hay plena conciencia en la población española de que las izquierdas, no solo las catalanas sino también las españolas, tuvieron y desarrollaron otra concepción de España, una España real que incluía los distintos pueblos y naciones de España, que estarían juntos por voluntad, y no por la fuerza. Hay que recordar que incluso el PSOE (y también el PCE) aceptaban otra visión de España, apoyando el derecho de autodeterminación para Catalunya, que es, ni más ni menos, que el derecho a decidir, que hoy es sumamente popular en Catalunya. Casi el 80% de los catalanes considera que el pueblo catalán ha de tener el derecho de ser consultado y decidir sobre su futuro, incluyendo su relación con España. Este es el principio básico del soberanismo, término que maliciosa y oportunistamente ha monopolizado el independentismo. Ser soberanista es defender la capacidad de decidir, para lo cual se tiene que poder optar entre varias alternativas, una de las cuales, lógicamente, debería ser el secesionismo o independentismo. Pero, según las encuestas, el pueblo catalán desea la soberanía, pero no es independentista. Quebec, en Canadá, por ejemplo, es soberanista, pero ha escogido no separarse de Canadá.
Esta visión de España es distinta, entra en contradicción y es opuesta a la España de las derechas y de las izquierdas jacobinas que, como consta en la Constitución Española, recurren al Ejército, máxima expresión de la utilización de la fuerza, como garante de la unidad. En esta visión, tal unidad se impone, no se consensua. Dicha visión apareció, como era predecible, cuando el Ministro de Defensa del gobierno del PP amenazó a las fuerzas soberanistas y a las independentistas con que enviaría al Ejército en caso de que no aceptaran la sacrosanta Constitución (que, por cierto, se redactó bajo la supervisión del Ejército). El hecho de que el PSOE cambiara, pasando de apoyar la autodeterminación a oponerse a ella (cambio que nunca ha explicado), se debió precisamente a la presión militar.
Pero este cambio no ocurrió así en las izquierdas catalanas y muy en particular en el PSUC. Hay que resaltar que las izquierdas catalanas han sido siempre, antes, durante y después del golpe militar, las que siempre han defendido una plurinacionalidad de España, con el derecho a decidir. Repito, ¡siempre! No fueron las derechas, sino las izquierdas las que lucharon en condiciones durísimas por la recuperación de la identidad, cultura y personalidad catalanas. Esto se ha olvidado y/o ocultado por las derechas que controlan los medios. En realidad, el separatismo ha sido muy minoritario en la historia de Catalunya. Ni el President Companys, un hombre claramente de izquierdas, ni el President Macià, pidieron la escisión, sino la redefinición de España, siendo federalistas, no separatistas. Lean sus declaraciones y lo verán.