referente a la paleta de recursos atonales creo que lo vamos a dejar así porque ahora empezaríamos a decir otras cosas tales como que se justifique científicamente que esos recursos son válidos para una estética o son simplemente una ocurrencia de una noche de tormenta. Yo por ejemplo, puedo inventarme las series pelotónicas como superposición de terceras menores con quintas disminuidas y séptimas menores. O como decía el difunto Carmelo Bernaola séptimas ferroviarias y novenas por derribo. La microtonalidad en mi pueblo se suele llamar desafinar como un cosaco, en cuanto al espectralismo, me quise enterar de qué es eso y hay un artículo en Wikipedia absurdo e ilegible, lleno de errores científicos como decir que un sonido emite "armónicos" y "enarmónicos". Creo que en inglés está mejor, ya me lo leeré porque estas cosas me interesan, a lo mejor me convencen, quién sabe... Lo que sí tengo que decir es que he escuchado música de estos señores y, a diferencia de un acorde en inversión, diferentes cadencias, tonales y modales, progresiones de séptimas, novenas, etc, que sí los identifico, estos otros recursos yo los percibo como un simple caos (tal vez necesite una operación en el otorrino). Esa es la definición de caos: un sistema regido por infinidad de leyes inconexas. Por ejemplo, estando el año pasado en Moscú confundí una pieza de López López, que estaba sonando en un aparato de audio que yo no había visto, con obras de albañilería en el hotel (bueno, tal vez es que la albañilería es espectralista y yo no me hebía enterado). Un buen amigo mío, director de orquesta, me contó en cierta ocasión que iban a hacer una obra de este tipo. Llegó el compositor a ver el resultado y ellos habían convenido en hacer lo que les daba la gana, eso sí, a un toque del director, cerrar la obra. El compositor dijo: "ni tocarla, está perfecta" (puede que el recurso esta vez fuese "fugacidad centrífuga" en donde ni el autor sabe qué va a salir). Otro amigo que hacía partituras se encontró con otro autor que le dijo si el ordenador podía tocar lo que había compuesto porque no tenía ni idea de lo que había salido allí (otro caso de recurso, ¿botafónico quizá?). Sigo sin ver el resultado estético de todo esto, sin olvidar que la música crea un efecto psicológico determinado y que todos estos recursos parecen converger en un pastiche aleatorio. Ya sé, ahora entramos en discutir en si es o no un pastiche y la verdad es que me da así como pereza porque creo que ninguno va a convencer al otro. Si lo que le preocupa, Dr. Zoigberg, es tener la razón, por mí que no quede, usted la tiene, para usted la perra gorda, pero, de verdad que me empieza a aburrir ya bastante esta polémica. No lleva a ninguna parte, así que paso al siguiente tema.
Bueno, la pregunta de Barbol merece ser contestada con mucha cautela, especialmente para que no pase lo de siempre y se malentienda. En primer lugar quiero comentar otra cosa de la que se nos tacha, que es de ponernos etiquetas. Bueno, lo de “neotonal” obedece simplemente a una necesidad de tipo eminentemente práctico. Por poner un ejemplo, dentro de pocos días voy a un concierto que es monográfico de un compositor cuya música desconozco. Pues bien, yo agradecería muchísimo que se hiciese una referencia al estilo porque yo voy a asistir a ciegas. Mi tiempo, como el de muchos, es valioso y asistir al concierto supone desplazamiento y echar la tarde en ello. Si este compositor resulta ser lo mismo de siempre, es decir, el ya clásico revoltijo de notas como chim pfff #! rrrrr chof!! mbruuuubb jjjj… (mmm...¿progresiones rotrobónicas, quizá?), pues mejor me quedo en casa haciendo cosas más interesantes. Por tanto lo de neotonal es una simple orientación para el público con el fin de que sepa si lo que va a escuchar es lo de siempre, lo que ya aburre (ojo, no lo digo yo, me limito a citar lo que dice el público), o algo novedoso que, curiosamente, en este caso es el uso de la tonalidad, aparte de otras cosas.
Nosotros luchamos por varios objetivos: el primero es el derrocamiento del fascismo instaurado por los atonales-aleatorios y conseguir que la música se abra a todo el mundo, que el público tenga acceso a todo tipo de música, incluida la atonal y aleatoria si ese es su gusto, pero sabiendo y estando bien informada de lo que va a oír sin la “puñalada por la espalda”. Conozco a muchos abonados al ciclo de la ONE y a estos estrenos les llaman “pagar peaje”, o precio que tienen que pagar para escuchar a Mozart, Chaikowsky, Schumann, etc., y vuelvo a insistir que esto no lo digo yo, lo dicen estos abonados.
Otro objetivo es derribar los muros de las élites y demostrar que hay músicas de características más simples que las sinfónicas del clasicismo pueden ser tan bellas y encerrar tanto arte como aquellas, y acortar distancias entre lo “popular” y lo llamado “música culta” (denominación con la que no comulgamos por encerrar este concepto elitista). Citaré un ejemplo de una canción que había en un corriente juego de ordenador. Era una voz tipo “Enya” acompañada por unas notas tenidas de cuerda. Los acordes eran muy simples y todo ello duraba apenas un minuto. Había momentos en el juego en que yo me retiraba a esta “habitación virtual” donde sonaba esta música solamente para recrearme en escuchar esa bellísima pieza. ¡Y no podía ser más sencilla estructuralmente!
Eso quiere decir que el artista puede ser una persona “normal”, simplemente dotada de una belleza interior y una sinceridad que le impulse a crear algo para compartir. Parte de la polémica creada antes radicaba en insinuar si el creador que tiene en cuenta a su público debe mantener con éste una actitud servil. Yo creo que esto es un extremismo y que el artista puede simplemente tener una actitud receptiva ante la reacción de su público y sopesar si éste tuviese razón o no en algo sin necesidad de caer en el servilismo de someterse incondicionalmente a la crítica externa. Existen seminarios de crecimiento personal en donde una de las herramientas es que los demás te digan algo sobre ti que no eres capaz de descubrir por ti mismo. Yo me he escuchado en intervenciones y descubro en mí latiguillos, cadencias de voz demasiado sosas, o que me reitero ¡y no me daba cuenta de ello hasta no haberme escuchado a mí mismo!
Cuando hablamos de “neotonalismo” no insinuamos nada especialmente espectacular sino nada más que el uso de la tonalidad, la despenalización de acordes mayores, menores, progresiones, etc. En esta denominación se engloba, pues, fusiones de todo tipo: con el jazz, la música étnica, el cine, el pop, incluso serialismo, dodecafonismo y, en fin, cualquier recurso que el compositor crea oportuno. Hay otra denominación que se dijo en la radio que era algo así como “eclecticismo emocional” que significa exactamente lo mismo pero con una palabra más complicada que decir llanamente “neotonal”.
Por lo que he escuchado en esta página, creo que entra de lleno en el ámbito de lo neotonal, usando recursos múltiples, con toques muy personales que llegan a conseguir piezas de originalidad. A veces se nos tacha de que damos “más de lo mismo”, lo cual equivaldría a decir que no hace falta escuchar las nueve sinfonías de Beethoven porque, escuchada una, el resto es más de lo mismo. Imagino que todos os habréis escuchado unos a otros y estaréis de acuerdo en que vuestra música no consiste en repetir un “Brahms”, un “Mahler”, un “Shostakovitch” o unos “Beatles”. Cada cual se puede expresar con libertad. Sin ánimo de volver a levantar una polémica sobre lo atonal, éste expresa bien la angustia, el dolor, el terror, la opresión, etc. (las razones de esto en el cerebro las desconozco). Cuando escucho piezas atonales decentes, digamos, réquiem de Ligeti, o piezas de José Luis Turina, me pasa que al poco me siento muy cansado y tengo que parar la música, precisamente por un exceso de carga angustiosa. Si este atonalismo lo mezclamos o suavizamos con otras cosas tonales se consiguen piezas que no agoten psicológicamente. Podemos usar el recurso atonal para expresar quizá misterio (aquí la tonalidad no crea bien este ambiente) pero, si queremos pasar a la alegría, ahora lo atonal no funciona sino que deberíamos usar la tonalidad. Hay una pieza antigua, que describe un aquelarre. Sin ánimo de criticar al compositor, al ser de un periodo antiguo, este aquelarre queda ingenuo, poco terrorífico. Mira por dónde aquí es donde pega bien un trozo atonal para conseguir un aquelarre en condiciones. En el siglo XXI tenemos una gran ventaja: hay muchos más recursos que en tiempos pasados y podemos expresar mucho mejor las cosas. Por eso suelo decir que la música, lejos de haberse agotado, es ahora cuando empieza, y me parece que es justamente aquí donde está la grandeza de la música, considerada como un todo, no fraccionada en miles de estilos, cada uno por su lado. La mezcla es capaz de permitirnos una expresividad muy extensa, y hacer también que las músicas de diferentes compositores suene muy distinta.
Gracias por tus comentarios, Jandrop.
Por cierto, y hablando de Tibet, quiero decir a Barbol que tengo, precisamente, una pieza cantada en tibetano y si eres simpatizante del budismo, también decir que consiste en las alabanzas a las 21 Taras.