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Ese barbarismo vintage como muchos otros de su especie y en boca no ya de la chavalería, sino de los que deberían ser dignos de la investidura de gurú, de prestigioso o de célebre, que les consienten otros (palmeros la mayoría de veces) que actúan como prescriptores de conceptos que aportan más confusión que luz, no significa, o no debiera significar, de características enérgicas, todo eso asociado al carácter, la garra, incluso el color (en otra traducción confusa y traducción / traslación equívoca), la abundancia de armónicos (da igual cuáles), e incluso de distorsión (da igual también de cuál de todas las posibles distorsiones).
En un contexto en el que todo se quiere obtener dando a una flecha o aplicando un plugin (que en español es un programa enchufado, con enchufe, vamos) las deficiencias, la escasez de lo que ha ido ofreciendo la industria de precios económicos y la escasez de experiencia y mimbres (hasta de arte en el sentido más hondo) de los usuarios con prisa, ha acabado dando curso a ideas peregrinas y frecuentemente alejadas de la verdad ycdw la propia casuística .
Calorcito, calorcito, brillito, gordura y lo vintage sirven de vianda y aderezo a esta ensalada lacia e insípida del adjetivo insignificante y zafio, de lo socorrido.
Lo clásico, en desuso, venerable, antiguo, pasa (da igual que sea lo uno o lo otro) a ser tenido por bueno, y da igual que su vejez sea de quince años de antigüedad, mejor cuanto antes, cosas de la venta de segunda mano y de la falta de perspectiva: si es vintage mola.
Y es que todavía planean vivas algunas leyendas como la de la electrónica discreta, la clase A o los transistores.
Tiene huevos la cosa, a estas alturas, cuando la clase A es sobre todo poco eficiente, los transistores capaces de lograr lo que haga falta y los circuitos integrados, lis propios integrados y los operacionales pueden estar en los equipos más esmerados
Y tiene gracia que en los años que podrían ser calificados con justicia vintage, los años cincuenta, pongamos por caso, la preocupación de los técnicos e ingenieros alemanes, americanos, ingleses o japoneses, era lograr un sonido de alta fidelidad tanto en la Hi fi como en los micrófonos Neumann o Telefunken, porque lo que se quería es que a uno, así fuera un presidente de nación o una cantante de variedades, se le entendiera, esos equipos sonasen bien.
En un estudio actual con casi todo conectado al ordenador es natural que, si se tiene medios y se quiere ofrecer sonidos de naturaleza diversa, se tengan tres, cuatro, o más precios. Y se notan, claro, igual que se notan los micrófonos que no son perfectos y por eso tienen carácter.
Pero el equipo antiguo, clásico, de la época dorada, no es sinónimo de equipo con abundancia de calor, color o amplitud, puede ser limpio, neutro , mientras que equipos modernos puden ser todo lo contrario, pura condescendencia al gusto que demanda subjetividad en vez de objetividad, parcialidad en vez de neutralidad, o peor, malos.
Pero la electrónica, que es muy orgánica, se parece a las personas.
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