Hacia mediados de los noventa, se transmitía a través de la señal de Mtv latino un programa de música electrónica llamado Ozono, conducido por la extraordinaria argentina Ruth Infarinato. En ese espacio, se mostraban videos de artistas como Underworld, Aphex Twin, The Orb, Orbital y un largo etc (una lastima que ya no existan instancias como esa, pero en fin) Fue en un capítulo de ese programa donde escuché por primera vez a CAN y donde supe de la existencia del Krautrock. Recuerdo que Ruth presentó a la banda como a precursores en el uso de samples étnicos, y les tiró cantidad de flores. Eso hizo que prestara mayor atención para comprobar si tanta maravilla podía ser cierta.
El video que pasaron, fue el de la canción “OH Yeah” del disco Tago Mago (1971) Si retrocediera en el tiempo y tuviera que escoger algún adjetivo para describir la impresión que me provocó tanto la música como el video, sin duda utilizaría las palabras “Hipnóticos” y “Sorprendentes”. La repetitiva base rítmica, las atmosferas creadas por sintes y efectos varios. Todo, sumado a Samo Susuki cantando algo inentendible, pero que calzaba a la perfección en el concepto musical. De ahí en más, me picó la curiosidad por investigar sobre CAN y sobre el Krautrock. El océano en el que estaba por sumergirme era inmenso, lleno de colores y sonidos diversos
Un invento de la prensa Inglesa
Una cosa que resulta curiosa, es que el término Krautrock remite en si a un fenómeno de corte más antropológico que musical. Eso, pues al revés de como sucede con la mayoría de etiquetas que definen la música, el término Krautrock no se aplica a una estética sonora determinada, sino más bien a una instancia cronotópica. Es decir, a un momento determinado en el tiempo y el espacio. En este caso específico, Alemania entre fines de los sesenta y mediados de los setenta. Fue la prensa inglesa quien comenzó a denominar como krautrock a la música hecha por las bandas germanas. Lo cierto, es que dentro del concepto cabe de todo. Desde la experimentación electrónica de Tangerine Dream, hasta la oscuridad y los riffs pesados de Necronomicon (quienes sacaron un único lp, el muy recomendable “Tips zum selbstmord” de 1972) Si bien al comparar elementos entre los distintos grupos, salen a flote ciertas características comunes: temas largos, sintetizadores que generan sonidos atmosféricos, experimentación sonora, etc. Lo cierto, es que estos elementos están también presentes en otros artistas de la época (ya sean norteamericanos o británicos) y por lo tanto no son necesariamente particularidades de la Kosmische Musik (que es como se conoce también a esta música)
Lo que si podría ser una características del Krautrock - aunque no una determinante total- es que muchas de las bandas se manejan fuera de las estructuras tradicionales asociadas al rock, e incluso del rock progresivo. La mayoría de los grupos poseen material con melodías repetitivas y mántricas, pero sin exquisiteces técnicas de interpretación. La improvisación libre es bastante común, aunque siempre prima el movimiento como conjunto, antes que las escapadas individuales.
Música influyente
Hoy en día, la influencia del krautrock sigue operando y estando presente en forma muy amplia. Es sabido por ejemplo que grupos como Radiohead señalan entre sus influencias directas a Neu! o Faust. Ni que hablar de Kraftwerk (¿la banda electrónica más importante de la historia?) quienes son un fenómeno aparte por derecho propio. Hay estilos musicales actuales como el Drone o el Ambient, que emergen como herederos directos de grupos como Ash ra tempel o Tangerine Dream. En definitiva, y como decía líneas atrás, el krautrock es una música para sumergirse y descubrir. Uno de los territorios sonoros más interesantes para ser explorados.
Para ver:
¿Krautrock, The Rebirth of Germany¿ documental de la BBC.http://www.bbc.co.uk/programmes/b00nf10k Tambíen revisar: ¿Kraftwer and the electronic revolution” documental no autorizado y muy interesante, aparecido el año 2008.
Para escuchar:
Aparte de cualquiera de las bandas nombradas en este artículo, también se podría ir por los japonesas “Acid mother temple” Muy influidos por el estilo. Otra cosa interesante, es el disco tributo a Neu! en el que participan artistas como Sonic Youth, Oasis, Lcd Soundsystem, entre otros. Para mayor información chekear: myspace.com/brandneucompilation
Y por supuesto, un par de link sobre música independiente que visitar:
www.headphonica.com: se trata de una netlabel alemana centrada en la electrónica, recomendables los argentinos “Panda Paranoico“ ¡ojo! No se trata específicamente de krautrock, pero esta música recuerda sin duda la kosmische musik. Otro sitio para visitar es www.musicasalolejos.com. Esta es una web de un colectivo electrónico español, formado por una serie de artistas influidos por la música electrónica de los 70-80. Desde la netlabel http://chiennoir.vndv.comse puede descargar el trabajo de la banda española Kupplung, quienes si se reconocen en forma directa bajo la influencia del krautrock. Yo escuche de ello el disco “kraut” y es sin duda un trabajo intachable
En la red:
www.krautrock.com (en ingles) ofrece una enorme cantidad de reviews a distintos discos además de una buena cantidad de artículos y entrevistas. Ideal para comenzar a explorar.
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el 09/03/20103
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A “The Organ” las descubrí gracias a un sueño. Juro que es verdad. El sueño fue el siguiente: me perseguía una banda de narcotraficantes (o yo era un narcotraficante perseguido por la policía, no estoy seguro) y viajaba hacía el norte del país a esconderme, a las playas de La Serena o de Iquique, puede que incluso más al norte aún, tal vez Arica. Para pasar desapercibido yo y mis secuaces -por que tenia una partida de secuaces- utilizábamos disfraces. El mío era de pirata. Llevaba una pierna falsa de madera y una camisa a rallas que bien podría haber sido de loco o de preso y no necesariamente de pirata. Sombrero no recuerdo si usaba. Al parecer yo y mis secuaces vivíamos en la playa o cerca de la playa por que pasábamos en ella la mayor parte del tiempo. El refugio, aunque paradisiaco, no era infalible y al final terminaron encontrándome. Llegaron unos agentes y comenzaron a interrogar a mis hombres, pero ellos hábilmente, daban pistas falsas confundiendo a mis perseguidores. Eso me dio tiempo para esconderme. Corri y me metí a un baño público. Era un baño con paredes de madera pintadas de verde y tapizadas con páginas de periódicos, eso lo recuerdo bien. En una de aquellas páginas, aparecía una noticia sobre la muerte de no se que cantante muy famosa y venia un extenso reportaje sobre ella. Sin embargo, eso no fue lo que llamo mi atención. Lo que si lo hizo fue un recuadro pequeño, al pie del reportaje de la cantante muerta y que trataba sobre las mujeres y el rock. La cosa es que nombraban varias bandas y entre ellas una llamada “The Shellbys”, el reportaje las describía como “la versión femenina de los Smiths”.
Algo más paso en ese sueño, tal vez algo con los captores o quizás el sueño se desvío hacia a otra cosa completamente diferente. Algo que suele ocurrir por lo demás: empiezas a soñar algo y terminas desvariando en cualquier parte . El asunto es que desperté y lo primero que hice fue buscar papel y lápiz y anotar el nombre “The Shellbys” y la parte del sueño que acabo de referir. Más tarde, comencé a googlear en busca de algún grupo llamado The Shellbys, que fueran la versión femenina de The Smiths. Me topé con alguna bandas (dos o tres), pero nada tenían que ver con la música que hacían Morrissey y compañía. Sin embargo, al buscar por bandas femeninas con influencias de The Smiths, aparecieron las chicas de The Organ. Las busqué en youtube y escuché “Brother”. Primera impresión: eran la banda del sueño, mi banda soñada. No había duda. Luego investigué otro tanto y descubrí varias cosas: ya estaban separadas, solo tenían un disco (todavía no aparecía el póstumo “Thieves E.P”) eran canadienses y el nombre de la baterista era Shelby Stocks... más claro el agua.
Lo primero que atrapa al escuchar a The Organ es la voz de Katie Sketch. Aparte de gran carisma, Katie rebosa dos elementos muy difíciles de encontrar: honestidad y valentía. Hay muchas buenas voces dando vueltas por ahí, pero Katie Sketch, aparte, trasmite una emoción en su manera de cantar que atrapa al oyente y no lo suelta más. En el aspecto musical las guitarras recuerdan a los primeros The Cure, aunque también suenan elementos de Joy Division y obviamente de los Smiths. Aunque en mi opinión, el sonido particular de esta banda proviene del teclado -muchas veces minimalista- que aparece en los momentos oportunos para sostener las canciones. Cuando Katie guarda silencio, el teclado ocupa su lugar magistralmente.
“Angustiosa” fue la palabra que ocupó mi novia para describir la música de The Organ. Estoy completamente de acuerdo. Angustiosa belleza es la que entrega este grupo. Por momentos de tintes crudos y desgarradores, con ciertos toques punk. Esta es una banda que sientes se entrega a su arte. Y eso, intencionado o no, es algo emuy difícil de lograr (y para lo que hay que tener un enorme coraje)
A veces me gustaría que hubieran seguido tocando y lanzando nuevos discos. Pero al final de cuentas, The Organ fue una estrella fugaz en la música, cumplió unos cuantos deseos y desapareció. Pensándolo bien, lo mejor es que haya sido de esa manera.
Más info:
http://www.mintrecs.com/index.php?component=artists&action=profile&tag=organ
Su música, en el canal youtube de su sello Mint Records:
http://www.youtube.com/user/Mintrecs#p/u/5/WDLG-JD1qgU
el 09/03/20101 -
http://www.youtube.com/watch?v=SmVAWKfJ4Go Johnny Cash versionando Hurt de NIN
http://www.youtube.com/watch?v=kLusjJVjvmo Harry Chapinel 08/03/20103 -
nuevo en esto.. espero poder subir algunos de mis temas, por supuesto compuestos musical y liricamente por mi....
el 06/03/2010 -
Capítulo 6. Revelaciones
Sapo y Caracol se fueron a la orilla de la charca a hablar mientras Carlitos buscaba leña para pasar la noche. Subió la ladera hasta la linde del bosque y buscó palitos pequeños para encenderla y otros mayores para hacer brasas. El se encargaba en casa de esta tarea, así que sabían bien qué tenía que hacer.
Se sentía muy extraño, ahora que veía las plantas y los árboles de cerca, había muchos que no conocía. ¿Y qué podía decir de los animales? La mitad de los insectos no los había visto en su vida. Tampoco podía decir que la luz le fuera natural, todo parecía tener otros matices distintos de lo que estaba acostumbrado a ver desde que nació.
¿Cómo era eso de que el tiempo se detenía? De entrada y después de todo lo que ya había visto, estaba dispuesto a aceptar cosas que antes ni se le hubieran pasado por la cabeza, así que suponía que sería cierto.
Se sentó en un tronco y miró hacia la charca. A lo lejos podía ver a Sapo y a Caracol que seguían en el mismo sitio. De la boca de Caracol salía una pequeña columna de humo muy blanco, pero no podía advertir qué era, hacía bastante que habían pasado los efectos del hechizo o como quisiera llamarlo que le permitía ver tan lejos. Le pareció que era una especie de cigarrillo. Lo que le faltaba por ver... un caracol fumando.
Alrededor de Carlitos volaban algunos insectos que no parecían en absoluto amenazadores, algunos eran bellísimos. Se preguntaba qué habría en los árboles, cómo serían los pájaros y, sobre todo, si todos los animales hablaban en aquél lugar. Se extrañó también de la naturalidad con que se estaba tomando todo lo que pasaba. Al fin y al cabo, estaba hablando con un sapo y un caracol que cambiaban de tamaño a su antojo y poseían extraños poderes. También le preocupaba pensar qué planes le tenían reservado. Pensó en el tenedor al que tanto miedo le había tenido siempre y sonrió como el adulto que recuerda los miedos de su niñez, ¡pero si no habían pasado ni tres horas!
La luz estaba retrocediendo muy despacio, una ligerísima brisa muy agradable subía por la ladera acariciándolo y las nubes estaban dispuestas con tanta gracia y tenían tan escogidos colores que parecía que las habían puesto allí sólo para disfrutar viéndolas.
Al final, se levantó y continuó con su tarea llevando la suficiente leña como para pasar la noche. La amontonó por tamaños pulcramente, aquél lugar no se parecía en nada al desorden con el que estaba acostumbrado a convivir y condicionaba su conducta.
Los dos extraños acompañantes se acercaron y el Caracol observó con aprobación los montones de leña. Ya había dispuesto adecuadamente la suficiente para encenderla.
-Enciéndela tú -dijo Sapo mientras se dirigía a una especie de cabaña que había junto a unas piedras.
Caracol se aproximó a la hoguera, aún apagada y, ante la mirada atónita de Carlitos, comenzó a salir humo de la parte inferior.
-No lo molestes -le dijo Sapo.
Carlitos se sobresaltó y dejó de mirar unos segundos. Cuando volvió la cara, el fuego se expandía por las ramas más pequeñas y lamían los troncos más gruesos que estaban encima. La luz se había ido casi por completo y los rostros de los presentes empezaron a tornarse rojizos por los reflejos del fuego.
-Noto el calor del fuego, Sapo -dijo Carlitos.
-Sí, ya se habrá pasado el efecto de lo que te hice.
-Ah, creí que sería para siempre.
-Nada es para siempre -sentenció Caracol.
El chico intuyó que la situación, fuera la que fuera, se había vuelto más grave, por el tono de la conversación y por las caras de sus extraños acompañantes. Caracol había traído unas hierbas y hortalizas parecidas a las que conocía y Sapo las estaba clavando en unas cañas que puso cerca del fuego. El olor que desprendían era delicioso. Sapo iba sacando los trozos que ya estaban hechos y Carlitos los comía ávidamente. Cenaron en silencio y terminando, sintió que le estaba entrando mucho sueño, pero mucho, mucho... muchísimo. Le parecía que la cabeza la tuviera rellena de plomo y el cuello fuera un sencillo alambre. Se apoyaba la cara en la mano y ni aún así podía sujetarla. Recordó que Sapo vino a por él cuando todavía no se había dormido y si había podido aguantar era por las sorpresas que se llevaba a cada segundo. Pero pasada esta, lo único que quería Carlitos era dormir.
Caracol se dio cuenta y le dijo:
-Puedes tumbarte ahí, sobre esas hierbas, son mullidas, no pican y su olor es agradable. Estarás bien.
-Gracias -respondió y, retirándose un par de metros, apoyó la cabeza en ellas. Era cierto, eran muy tiernas y suaves y cerró los ojos. Se quedó dormido rápidamente, pero el día había sido tan extraño y agitado que empezó a soñar con situaciones incoherentes y terminó despertándose. Medio en sueños, escuchó a Caracol hablar con Sapo.
-Tendremos que ayudarle -decía Sapo.
Caracol fumaba sin responderle. Miraba el cielo.
-Un día todo esto acabará y nosotros no seremos nada -murmuró-. El cielo se volverá oscuro, el agua se pudrirá, los gusanos emponzoñarán esta tierra. Nosotros no seremos nada... -repitió.
Sapo se quedó pensativo y tiró una piedra a la charca.
-Puedo volver -dijo.
-No serviría de nada.
-Pero podría volver y buscar...
-No -le interrumpió Caracol-. No digo que lo hayas hecho mal. Quizás no haya nada mejor. Es lo más seguro. Han pasado demasiados años, la sangre se diluye, el potencial se pierde.
-Pero la magia... -comenzó a decir Sapo.
-La Magia con mayúsculas ya no existe.
Hubo un silencio durante unos segundos. Sapo se rascó con la pata trasera y dijo:
-¿Qué hacemos entonces?
-Apechugar con lo que tenemos.
el 02/03/20101 -
Capítulo 5. Encuentro en la charca
Cuando salió de casa, Carlitos advirtió que el sapo era mucho más grande, pero como todo era tan raro, no le prestó mucha atención a ese detalle. Dieron unos pasos por el camino y el sapo se detuvo. Pareció aumentar de tamaño drásticamente y con una pata dibujó un cuadrado en el aire. Esa figura refulgió en el aire con una textura diferente.
-Un momento -dijo el sapo-. Antes de irnos... -estiró la pata hasta tocar la cabeza de Carlitos. Los largos dedos rodearon la cabeza del pequeño y realizaron presión sobre algunos puntos estratégicamente.
-¡Ya está! -dijo de repente-. Ya podemos partir.
Y dicho y hecho, el sapo cogió al chico en brazos y lo tiró por el cuadrado que fulguraba en el aire.
Carlitos apareció en lo que parecía el mismo sitio, pero completamente distinto. El sol refulgía suavemente y las plantas, sobre todo los árboles poseían otros colores mucho más bellos. El sapo apareció de repente a su lado.
-Venga, vamos, no hay tiempo que perder.
-¿Qué es lo que tenemos que hacer? -preguntó Carlitos.
-Pues... ya deberías saberlo.
-¿Y por qué debería...?
-Venga, sigamos, por aquí -señaló el sapo sin escuchar al chico.
Siguieron andando por un estrecho camino dejando el bosque a su izquierda hasta llegar a una bonita ladera cubierta de hierba verde, llena de preciosas flores. La ladera descendía suavemente hasta llegar a una charca donde crecían juncos y plantas flotantes. Justo estaban llegando a ella cuando escucharon una voz:
-¡Puaj!... Sapo.
El sapo miró hacia el lugar del que venía la voz y vio a Caracol detrás de unos arbustos. Era muy grande, enorme.
-Hola Caracol, venía a verte.
-¿Y quién es ese? -preguntó Caracol mirando al muchacho fijamente.
-El que estábamos buscando, ¿quién si no?
-¿Este? -replicó Caracol con aspecto desconfiado.
-¡Claro! El Sapo no se equivoca... -dijo con suficiencia.
- No sé... -replicó Caracol desconfiado.
-Lo que yo te diga, es el chico valiente que necesitábamos, ya sabe todo del asunto y es el candidato perfecto.
Caracol estiró la antena y lo miró muy de cerca. Carlitos temblaba.
-Yo no lo veo tan valiente.
-Sí, lo es.
-Oigan -interrumpió Carlitos-. No sé para qué me han traído aquí, pero tengo que estar de vuelta antes de que mis padres me echen de menos.
Caracol y Sapo se miraron.
-¿Es que no sabes que el tiempo se detiene para ti mientras estés aquí -preguntó Caracol.
-¿Ah, sí?
Sapo lo miró extrañado.
-Deberías saberlo, te he mandado toda la información mentalmente.
-Yo no he notado nada -repuso Carlitos.
Caracol miró al Sapo divertido.
-Tampoco es receptivo -sonrió.
-Sí lo es... -repuso malhumorado.
Caracol miró a Carlitos fijamente durante un minuto.
-No puedes hablar con la mente, ¿verdad?
-No.
-¡Ajá!, lo sabía... -exclamó Caracol.
Sapo se estaba poniendo nervioso y de haber podido, ya estaría sudando.
-¿De verdad te vas a presentar con esto? -continuó Caracol con una sonrisa.
-Hombre... yo creo que... -titubeó Sapo-, que sí, ¿no?
-Tú sabrás, pero da penita verlo.
-Sapo nunca...
-Sí, sí, ya sé, Sapo nunca se equivoca -le cortó Caracol.
-Eso, sí... Sapo nunca se equivoca.
-Pues te deseo mucha suerte -sentenció Caracol.
el 02/03/20101 -
Capítulo 4. La Luna
Carlitos abrió aún más la ventana que lanzó un chirrido como si le estuviese pisando la cola a un gato y se quedó tenso como una vara. Giró la cabeza hacia el interior de la casa pensando en qué iba a decir cuando le preguntaran qué estaba haciendo, pero nadie se había movido. El sapo le miraba con impaciencia, o por lo menos eso podía detectar en sus palabras.
- ¿Vas a salir de una vez? -le preguntaba-. No tenemos toda la noche.
Carlitos quería responderle, pero no se le ocurría por alzar la voz y pensaba con todas sus fuerzas dirigiéndose al sapo, pero este no parecía escuchar ni uno de sus pensamientos.
- Voy, voy... -dijo al fin para tranquilizar al quisquilloso animal.
Como la temperatura era tan perfecta y el momento tan loco, olvidó coger los zapatos y en cuanto puso un pie fuera se pinchó con unos cardos.
- ¡Ay! -gritó Carlitos casi para adentro.
- ¿Qué pasa? -preguntó el sapo.
- Me he pinchado, no he cogido los zapatos. Tengo que entrar de nuevo -respondió Carlitos no demasiado convencido.
- Espera, dame la mano.
- ¿Otro truco? -preguntó Carlitos.
- No lo llames así -replicó el sapo.
Carlitos acercó la mano al sapo que se puso a examinarla con detenimiento.
- Sí, aquí es -murmuró.
Y acto seguido, frotó una parte del pulgar, retiró la mano y escupió sobre ella.
Carlitos sintió que los ojos se le abrían como platos, o como cacerolas, o como ruedas de carro. De repente, su visión comenzó a aumentar de tal manera que el horizonte parecía que viniera a toda velocidad hacia él. Cerró los ojos asustado, pero volvió a abrirlos lentamente y comprobó que veía más allá del más allá. Miró hacia el cielo y se quedó mudo. Pero si casi parecía que estuviera en la luna -pensó.
- ¿Qué? Ya no te duele el pie, ¿no?
Carlitos no respondió, hipnotizado por la visión de la luna, advirtiendo manchas y cráteres, cordilleras de montañas y otros detalles que le parecían maravillosos.
La voz del sapo retumbó con fuerza en su cabeza sacándolo de su ensimismamiento.
- Vamos, tenemos que irnos.
Carlitos miró hacia el sapo del que ahora podía ver hasta los poros y algunos pelos que ni imaginaba que podían estar allí.
- ¿Por qué me miras así? ¿Qué te pasa en los ojos?
El muchacho apoyó el pie en el suelo y volvió a decir:
- ¡Ay!
- ¿Pero cómo es posible? -habló el sapo. -Si yo nunca me equivoco... Dame la mano de nuevo.
Carlitos la extendió sin pestañear, con un respeto creciente a los poderes del animal que tenía delante.
Le volvió a agarrar el dedo murmurando:
- A ver... sí era aquí... ahora estoy seguro. Lo de antes sería porque... porque te habrás movido.
Volvió a hacer el movimiento giratorio sobre el dedo, luego lo retiró y escupió sobre él.
Carlitos, inmediatamente, se desmayó.
- Vaya... no lo entiendo -dijo el sapo.
Le cogió la mano de nuevo y apretó sobre una zona de la palma hasta que Carlitos empezó a recuperarse.
- ¿Cómo te encuentras? -preguntó el sapo.
- ¿Qué ha pasado?
- No sé... -disimuló el sapo.
- ¿No sabes? ¿No decías que nunca te equivocabas? -le dijo Carlitos que se sentía ahora muy mal, mareado y con dolor de cabeza.
- Se te pasará en seguida, no te preocupes, dame la mano, voy a intentarlo de nuevo.
Carlitos lo miró pensativo y dijo:
- Voy a por los zapatos
- Sí, mejor... -contestó el sapo mirando para otro lado.
el 02/03/2010 -
Capítulo 3. Comienza la Aventura
Carlitos tomó la firme decisión de abrir la ventana. Sacó la barbilla de debajo de la manta y alargó el brazo. El sapo dio un paso atrás y siguió observándolo sin dejar de echar un vistazo hacia atrás de vez en cuando. Carlitos, con sumo recelo, sacó medio cuerpo del frágil refugio de sus mantas y alcanzó la ventana. Con muchísimo cuidado de no hacer ruido, levantó el pestillo. El sapo dio otro paso atrás y tres a la izquierda, se movía con dificultad y no parecía ahora tan amenazador. Con poca determinación, abrió un resquicio de la ventana y al observar que no pasaba nada, se decidió a abrirla aún más. Entonces escuchó una voz dentro de su cabeza:
- ¡Ya era hora!
Carlitos se quedó parado, no podía ubicar la procedencia de la voz, no sonaba ni arriba ni abajo, ni delante ni detrás. De repente, la voz volvió para decirle.
- No te quedes parado ahora. Soy yo. Abre de una vez.
Carlitos se quedó más parado todavía, en contra de las instrucciones que acababa de recibir. Miraba en todas direcciones, muerto de miedo, por un lado porque todo le parecía misterioso y fantasmagórico y por otro, porque no podía entender cómo sus padres no se despertaban con esos avisos imperiosos.
- Sólo tú puedes escucharme. No te preocupes por nada. Abre de una vez, te digo -repitió la voz-. ¿Lo harás, o tendré que esperarme aquí toda la noche?
Carlitos no sabía qué hacer, pero ya tenía medio abierta la ventana así que se decidió a hacerlo un poco más y dejar espacio suficiente para que el sapo entrara a hacer lo que quisiera. Si venía a comérselo, que lo hiciera ya y que se acabara todo. ¿Qué más daba? Ya estaba cansado de temer y sufrir.
El sapo se asomó al resquicio abierto de la ventana y entonces volvió a escuchar la voz.
- Eres Carlitos, ¿cierto? Um, sí, eres Carlitos, ¿verdad? El sapo no se equivoca. A ver... Um, sí. Esta es la cabaña. Venga, vamos, tienes que acompañarme -le apremió el sapo desde dentro de su cabeza.
Así que era él el que le hablaba. Sí, lo había dicho claramente. Era el sapo. Dudaba si dirigirle la palabra, cuando volvió a la carga.
- Ah, Carlitos, puedes hablarme con la mente. Prueba a decirme algo sin abrir la boca, ya verás.
Carlitos no acababa de creerlo, pero no perdía nada haciendo la prueba. Pensó muy fuerte, mirándolo fijamente: Hola, sapo, ¿quién eres?
El sapo lo miraba con una mueca de impaciencia.
- Venga, ¿a qué esperas? -volvió la voz.
Carlitos, al fin, habló en voz baja.
- ¡Pero si lo estoy haciendo!
- ¿Sí? Um, qué raro. Pues no funciona. No, no funciona, um... qué raro -murmuró el sapo.
- ¿Pero me entiendes si te hablo? -preguntó Carlitos entre sorprendido y estupefacto.
- ¡Claro! ¿No lo ves? -respondió con cierto orgullo el sapo- ¿Por quién me has tomado? Venga, sal ya de una vez.
- Pero... ¿cómo voy a salir ahí fuera? ¿Y mis padres? Y tendría que vestirme, mis padres se despertarán... No quiero despertarlos... -susurró Carlitos.
- Ah, no te preocupes por eso. Te escupo y ya está.
- ¿Qué? -respondió Carlitos.
- ¿No dices que tienes frío? ¿Por qué querrías vestirte si no? Pues te escupo... um... a ver... sí, te escupo... espera que recuerde... Ah, ya, acerca la mano derecha.
Carlitos no podía creer lo que le estaba pasando, pero aún sí acercó la mano derecha a poca distancia del sapo.
- Pon la palma hacia arriba, estira el tercer dedo, a ver... -el sapo levantó una de sus patitas delanteras con la que le sujetó el dedo. Parecía tener más fuerza de lo que parecía y estuvo a punto de retirar la mano entera, pero Carlitos aguantó. Acarició con uno de sus deditos la parte interior del dedo anular de su mano derecha y dijo: Sí, aquí es, no te muevas -y acto seguido, abrió la boca y, después de retirar su pequeño dedito, escupió en la zona a la que se refería. De repente, una enorme sensación de bienestar se apoderó de Carlitos. Ahora se daba cuenta que antes tenía algo de frío, que no había advertido por la tensión del momento. Todo su cuerpo estaba igual de cálido, no tenía frío ni calor, desde las plantas de los pies hasta el último centímetro de su cabeza, sólo sentía la más agradable calidez. ¡Y la ventana estaba abierta! Se supone que debía entrar frío por ella. Pero Carlitos no lo notaba en absoluto.
- ¿Te sientes mejor ahora? -resonó la voz en su cabeza-. Claro que sí, el sapo no se equivoca. ¡Pues bueno soy yo! Um... sí... ¿saldrás ahora?
Carlitos no podía contestar, casi no escuchaba lo que le decía. Nunca se había sentido tan bien. Miró la pared y la sombra del maldito tenedor no estaba. Le entraron ganas de ir al cajón y decirle cuatro cosas a ese engendro, pero para qué, ahora estaba demasiado asustado para hacerlo.
el 02/03/2010 -
Capítulo 2. El Caracol
El caracol se asomó con cuidado. Primero asomó un ojo apuntando al frente, luego sacó el otro dirigiéndolo al mismo sitio y dijo:
¡No quitar ojo de delante y mirar para arriba!
Al mismo tiempo que lo decía, el primer ojo, el que sacó primero quiero decir, giró hacia arriba trazando un arco de este a oeste.
El segundo realizó un barrido como un catalejo mientras que el primero parecía un periscopio.
Cuando ya estaba seguro de que no había nadie en los alrededores, asomó el cuerpo lentamente diciendo:
-Otra vez solo... ¡Qué aburrimiento!
Se fue para la charca y se asomó mirándose los dientes.
-¡Perfectos! -silbó con orgullo.
Pero como no podía enseñárselos a nadie más, torció el gesto y miró a derecha e izquierda, todo a la vez la verdad sea dicha. Había unos brotecillos verdes ahí al lado muy apetitosos, pero pensó en su línea y giró hacia el lado contrario. Se puso a silbar muy satisfecho, porque llevaba una semana que no podía hacerlo por un trocito de comida que se le había quedado entre los dientes. Pero ya se había caído, en parte gracias a su extrema higiene. No menos de cinco horas diarias estuvo chocando diente contra diente y rozándolos contra todo lo que encontraba, que estuviera limpio, eso sí, no iba a meter el hocico en cualquier sitio.
Por la limpia orilla de la charca se paseaba el caracol, silbando, mientras un suave sol se reflejaba sobre la superficie del agua. Unos zapateros se apoyaban en ella con la punta de las patas buscando las zonas con sombra, pero no eran nada interesantes, nunca decían ni pío. Por otro lado, hacían unos movimientos muy graciosos que creaban una serie de ondas circulares que formaban bonitos dibujos.
El caracol se acercó a una planta y se quedó parado mirándola.
-¿Qué hora será? -se dijo.
Miró al sol, pero nunca había sido bueno para eso de adivinar las horas por su posición, el sol cambiaba continuamente y había muchas otras cosas bellas que mirar como para pretender retener todos esos cambios.
-Creo que ya es buena hora -comentó para sí mismo.
Extendió sus antenas y una hoja de la planta empezó a enrollarse sobre sí misma, apretándose cada vez más y más hasta que tomó la forma de una barrita muy compacta. Luego comenzó a hacerse más oscura y dejó de ser verde para convertirse en marrón.
-Ya está seca -comentó.
Entonces la hoja se desprendió de la planta y cayó al suelo suavemente. El caracol la cogió con la punta de los labios levantándola y por el otro extremo empezó a calentarse hasta que comenzó a salir una tenue columna de humo.
-Um... -susurró entrecerrando los ojos-, magnífica planta.
Le gustaba ver la charca con los ojos medio cerrados fumando y disfrutar de su enorme belleza.
-Menos mal que estoy yo aquí para admiraros -dijo en voz alta-. Todas estas plantas, las que están dentro y las que están fuera del agua, las libélulas y los gusarapos... todos tenéis suerte de que ande por aquí el caracol que admira vuestras formas. Porque si fuera por los zapateros no os haría falta ni echar flores ni a vosotros tener esa preciosa y menguante cola -dijo dirigiéndose a los renacuajos.
Hoy parecía un filósofo de la naturaleza el exquisito caracol. De repente, decidió dejar de ser espectador y convertirse en artista. Buscó un palito que se elevó y se quedó parado en el aire. El caracol pensaba sobre qué tema dibujaría hoy.
-Sacaré a los zapateros de su anonimato -dijo creando expectación aunque fuera sólo para sí mismo.
Determinado a realizar una obra de arte movió el palito adelante y atrás sobre la finísima arena del borde de la charca haciendo un dibujo que más tarde se borraría sin remedio.
-Qué bello el arte efímero -expuso con cara de artista.
Se acercó al dibujo y vio que era feísimo.
-Me he distraído -murmuró enfurruñado.
Pasó por encima de él con disimulo volviendo una antena hacia atrás observando los restos de sus trazos y como no quedó conforme, dio marcha atrás de nuevo. Pasó por encima de él varias veces hasta que no quedó rastro del dibujo y siguió el camino del borde de la charca.
-A ver qué se cuece hoy por aquí -dijo en voz alta-. El bosque es así, nunca sabes qué te vas a encontrar. Hay que ser prudentes...
Y siguió paseando tranquilamente mirando hacia delante y hacia arriba. Una mariquita estaba en el filo de una flor y apuntando sus antenas, la dobló por el tallo haciendo que el insecto tuviera que agarrarse para no caer.
-Qué aburrimiento -dijo de nuevo y no bostezó porque no tenía manos para taparse la boca y eso siempre había sido de mala educación. ¿Quién sabe si alguien podría estar mirando? -pensó.
Si no fuera por eso, de vez en cuando le gustaría quedarse dormido con el cuerpo fuera, cerca del borde húmedo de la pequeña laguna, pero no parecía una postura digna de un caracol refinado, así que empezó a meter el cuerpo dentro de su concha calcárea dispuesto a dormirse un rato cuando escuchó un ruido que le hizo extender las antenas al máximo de su longitud, bien rectas, tiesas del todo.
-¿Qué ha sido eso? -dijo aguzando el oído.
Tensó aún más las antenas y se quedó quieto para no hacer ni un ruido. Sí, alguien se acercaba, podía escuchar una voz... no, ¡dos voces distintas que venían del camino!
-¿Quién será? -se preguntó mientras sacaba el cuerpo que ya estaba dentro.
De repente, reconoció una de las voces.
-¿El sapo? -murmuró-. ¿Qué hará por aquí ese elemento?
Y se dirigió hacia el camino con cierta alegría.
Es que llevaba ya demasiado tiempo solo.
el 02/03/2010 -
Capítulo 1. Carlitos y el tenedor.
Había un tenedor que estaba loco.
Era el único tenedor que había en la casa y siempre que Carlitos estaba comiendo y su madre no miraba, le pinchaba en el dedo.
- Mamá –decía Carlitos-, el tenedor ha vuelto a pincharme.
- No digas más tonterías y sigue comiendo –le contestaba la madre.
Era una casa tan pobre que sólo tenían un tenedor y comía primero el padre, luego la madre y por último, Carlitos, que era muy remolón y no le gustaba nada comer. Por eso prefería ser el último.
Su papá llegaba muy cansado y hambriento de trabajar y daba fuertes bocados al tenedor a la vez que cogía la carne. La madre comía después y luego le tocaba al niño.
Cuando Carlitos cogía la comida con él y se lo llevaba a la boca, el tenedor se abría como la boca de un dinosaurio y se le clavaban los dientes en la comisura de los labios. A veces, cuando lo sacaba de la boca, se curvaba y se le clavaba en las encías.
¿Pero qué le he hecho yo a este tenedor para que esté tan enfadado conmigo? –pensaba Carlitos.
También le gustaba tirarse al suelo para que su mamá le regañara.
Algunas veces se tiraba enganchando la servilleta y ensuciaba la alfombra. Entonces Carlitos ya sabía que su madre se enfadaría y le mandaría a la cama sin poder leer su cuento preferido.
- ¿Otra vez has tirado el tenedor? Ten más cuidado –le decía su madre enfadada-, es el único que tenemos, cuando nos falte, ¿qué vamos a hacer?
Carlitos lo miraba enfadado, pero ya no decía nada. Su madre no le creía. Ese tenedor era más listo que Juanito, el más listo de la clase.
Como eran tan pobres, la casa no tenía habitaciones y dormían todos en el salón.
Muchas noches, Carlitos podía escuchar cómo se abría el cajón donde lo guardaban y podía ver la enorme sombra que sus dientes proyectaban sobre la pared junto a la que dormía. Carlitos cerraba los ojos, pero no podía evitar entreabrirlos y ver cómo la sombra se movía por la pared como si lo buscase, moviendo lentamente los dientes como si quisiera agujerearlo. Retorcía las púas como serpientes que se enredaran unas con otras, desplazándose por la pared y cuando llegaba a la altura de sus ojos, le apuntaba con sus colmillos metálicos como diciéndole: Estás ahí… puedo verte… tus padres están durmiendo, y voy a salir…
Pero hoy ocurrió algo distinto. El tenedor, como tantas noches, estaba proyectando su amenazadora sombra por la pared, pero se acercaba más amenazador, más grande, más puntiagudo y más oscuro que nunca.
En ese momento, escuchó el sonido como de golpes de nudillos diminutos en el cristal de la ventana que estaba junto a su cama. Carlitos no quería asomar ni la nariz de la sábana, con un ojo seguía los movimientos de la sombra en la pared, la nariz prácticamente de adorno, porque casi no respiraba, las manos apretadas las unas sobre las otras, tan apretadas, que si pudiéramos verlas, parecerían de cera. Desviando el ojo con miedo, intentando no perder de vista la sombra y observar también hasta la ventana, estiró la barbilla buscando una mejor postura y pudo ver un sapo fuera del cristal. Nada raro por aquellos lugares donde abundaban las charcas, pero… ¡es que este sapo le estaba mirando! El animal estaba quieto, tan quieto que Carlitos pensó que los ruidos venían de otra cosa. Pero de pronto, levantó una de sus patas, cerró tres dedos sobre la palma de su anca y estirando uno, lo dirigió hacia el cristal húmedo donde empezó a trazar de arriba abajo y de derecha a izquierda, unos símbolos formando lo que parecían unas palabras. Carlitos se quedó de piedra, mirando cómo el sapo movía su diminuta pata sobre el cristal y contempló con asombro que estaba escribiendo algo que no podía ver con claridad. Cuando terminó, bajó su pata y de pronto, ¡ZAS!, un relámpago iluminó la ventana donde pudo leer: ¡Abre ya!
Carlitos se quedó paralizado, más aún de lo que ya estaba. El sapo parecía, de alguna manera, impaciente. Miraba con cara de malas pulgas y Carlitos no sabía qué hacer. ¿Sería otro espíritu malvado de los que había oído hablar que venía a hacerle la puñeta? Pero… ¡un momento! Mientras miraba al sapo y al extraño mensaje había dejado de vigilar la sombra del tenedor y ahora que se fijaba, diría que se había alejado un poco. ¡Nunca lo había hecho! Carlitos solía meter la cabeza debajo de las sábanas y temblar durante toda la noche hasta que, al fin, el sueño le vencía, pero diría que nunca había visto a esa sombra atrevida quedarse… ¿cómo diría?... recelosa, sí, y parada. Un rayo de esperanza recorrió su espalda y llegó a su corazón. ¿Y si era un amigo? Pero un rápido vistazo a la ventana le hizo sospechar que no era así. El sapo no parecía un amigo en absoluto. Más bien diría que echaba fuego por los ojos, arrugaba el ceño con cierta perversidad y lo miraba como si quisiera comérselo vivo. Carlitos no había tenido nunca muchas alegrías, así que estaba acostumbrado a que cualquier novedad fuera para peor.
Carlitos solía meter cartones entre una manta y la siguiente, pensando que podrían protegerle, al menos un poco, de los ataques del tenedor. Pero su madre siempre repasaba la cama antes de acostarlo y los quitaba porque decía que hacían mucho ruido cuando se movía y que los despertaba. Imagínate cuánto miedo tenía del tenedor como para hacer eso, así que el sólo hecho de sacar la mano de debajo de la manta para abrir la ventana se le antojaba imposible. Pero el sapo lo miraba, cada vez más impaciente, levantando el cuello, la cabeza inclinada hacia delante, las patas flexionadas en un intento de asomarse. Ahora tenía el doble de miedo, porque Carlitos no tenía ojos de camaleón y no podía mirar a uno sin dejar de mirar al otro. Pero el sapo estaba esperando que le abriera la ventana. ¿O se habría imaginado lo del mensaje? Sí, claro –suspiró Carlitos-, seguro que era un producto de su imaginación. ¿Cómo podría un sapo ponerse a escribir en una ventana? Y cuando se estaba tranquilizando un poco, el sapo pareció entender lo que estaba pasando porque miró hacia el cielo como si estuviera a sus órdenes mientras con un anca señalaba la ventana e, inmediatamente, otro relámpago, más potente, más luminoso, más duradero, iluminó la ventana con claridad, y donde señalaba el sapo pudo leer, ahora claramente: ¡Abre ya!
Carlitos temblaba y temblaba, no podía creer lo que estaba viendo, no sabía qué hacer. Sus padres no creían una palabra de lo que les contaba y se enfadarían muchísimo si los despertaba. Además, su papá tenía que levantarse muy, muy temprano para ir a trabajar y no le gustaba nada que le interrumpieran el sueño porque luego tardaba mucho en volver a dormirse. Ya había pasado otras veces y no era algo que quisiera que se repitiese. El miedo a despertar a su padre, el pánico al tenedor y el terror que le hacía sentir un sapo en la ventana que quería entrar lo tenía absolutamente paralizado. Pero no podía seguir así. El sapo podría echar abajo la casa con un rayo si quisiera, se lo había demostrado. Miró hacia la ventana y vio cómo el sapo miraba hacia atrás, como si vigilara algo. Entonces, volvió a mirar hacia dentro de la habitación, alargó su robusta pero blanducha pata delantera y volvió a estirar un largo dedo con el que empezó de nuevo a hacer señales sobre la ventana. Cuando acabó, miró de nuevo hacia el cielo y otra vez surgió un relámpago que iluminó la noche convirtiendo su cuarto en un caos de luces y sombras. Carlitos miró hacia donde le señalaba y pudo observar que ponía: Ya se ha ido.
En un primer momento, Carlitos, no entendió el mensaje pero, de pronto, cayó en la cuenta y miró hacia la pared donde estaba la sombra del tenedor… ¡y había desaparecido! Sin ninguna duda se refería a él. Esta criatura de la noche, este sapo poderoso, parecía poder hacer lo que quisiera. ¿Y si no era malo? –pensó Carlitos. Era feo, sí, pero es que era un sapo. Parecía malvado, desde luego, pero, ¿qué otra cosa podía parecer un arrugado sapo en una ventana en mitad de la noche iluminado por relámpagos?
el 02/03/20101