Voy a aclarar este punto sobre errar la afición, que creo que no se me ha entendido.
Si le das la vuelta al argumento...
mabraman escribió:
Si pasados unos meses, es evidente que el profesor no tiene ni idea de dar clase, o no domina suficientes recursos pedagógicos, es momento de pensar en cambiar de profesor, y si éste no se habrá equivocado de profesión. O por lo menos en si alcanzará la excelencia en ese terreno y logrará extraer todo tu potencial.
No tengo más que darte la razón, porque así lo considero de algunos colegas de profesión, sobre todo aquellos que "caen" en la enseñanza como alternativa laboral a la labor de escenario, poco deseable para ellos.
Yo procuro que el alumno disfrute con cada pequeño paso dado. Cada ejercicio es un juego (también para adultos). Un voicing o una progresión es la excusa perfecta para ponernos a improvisar (de hecho cada pequeño ejercicio sirve de base de improvisación): le animo a inventar ritmos, a alternar las manos, arpegiar acordes; le imito con frecuencia y a su vez le invito a imitarme, para que vea la necesaria interacción entre escucha y toque; le ofrezco un camino de posibilidades del ejercicio que fomento su creatividad y su iniciativa, y trato de eliminar la idea de error, y la convierto en oportunidad del discurso.
Ninguno de mis alumnos se aburre con esto, así que no me visto en la situación de decir a mis alumnos que cambien de afición. Sí lo he pensado de algunos que arrastraban a clase problemas generales en su vida, y sí les he planteado la posibilidad de un descanso, o de una "bajada de listón", un repaso y disfrute de lo conocido y abandonar momentáneamente la búsqueda.
En cualquier caso descubrir que un alumno se ha equivocado de afición se da cuando se han probado muchas vías de estudio, distintos enfoques de enseñanza. En tal caso no se le dice al alumno: "te equivocaste". Lo que se hace es que se dirige la atención a otros aspectos, por ejemplo aprender a tocar mínimamente para apreciar mejor la escucha de obras (por que lo que sí son muchos supuestos aficionados al piano es ¡grandes melómanos!). Se les presenta el piano como el diagrama mental que tenemos los pianistas para nuestra labor y aprenden más que a tocar mejor a apreciar el trabajo de pianista.
mabraman escribió:
se insiste mucho en disfrutar del "camino" pero no se nos da un mapa que señale los barrancos, los ríos y sus vados...
Yo los tacho del mapa. Algunos barrancos son ficticios, y se convierten en un handicap rápidamente si se muestran. Decir a un alumno "esta obra tiene estas dificultades" puede ser nefasto, ya que generará dicha expectativa en ciertos pasajes. Si en vez de eso se le dice que "hay que prestar cierta atención a este y este compás" el barranco se convierte en una leve cuestecita. Y con el resto lo mismo, para su perar los ríos se le enseña disfrutar de nadar (y que no todo en el piano es dejarse llevar en una balsa mansa), y los vados son momentos de recreo, de intensidad de estudio de atención específica.
Un libro al respecto de "mostrar los barrancos":
"Effortless Mastery" ("Maestría sin esfuerzo"), de Kenny Werner