Texto de Blas Infante, 1919:
Los poderes de Madrid no harán nada por nosotros. Andalucía habrá de resolver, por sí, sus tremendos problemas. Por esto, si en nuestra mano estuviera la fuerza, estaría también la libertad, a la orden de Andalucía.
Andaluces, sabedlo: el Estado español desprecia a nuestro país, actualmente inerte e imbecilizado por el tormento de la larga tragedia, recibe los puntapiés del señor con inconsciencia, mansedumbre e indignidad esclavas. ¡Pobre Andalucía! ¡Ha perdido la dignidad y el valor que la libertad confiere!
Tiene la repugnante lealtad de un bufón servil, ¡Andalucía adula bajamente al Estado español, a la patria españolista! Andaluces cobardes y encanallecidos, sabedlo: Si el Estado español es España, fue España la que vino a arrebataros vuestra tierra nacional sumiéndoos en espantosa miseria: Fue ella quien vino a destruir aquellas arterias complicadas por donde discurría el agua que fecundaba vuestro suelo: fue ella la que arrasó los vergeles que recreaban a nuestros padres: la que castró nuestro espíritu, la que martirizó nuestro genio, la que destruyó nuestra civilización, la que enterró nuestra Historia.
Fue ella la que expulsó de nuestro solar a millones de hermanos, dándoles a elegir en dilemas tremendos, entre el destino o el sometimiento a su baja moral: entre la muerte por inanición o la muerte por la espada, Andaluces: Si el Estado Centralista Español fue y es, como dicen sus sostenedores, la España viva, execrad esa sierpe de España. Renegad de ella. Ella apagó ese foco del Andalus cuya memoria es en nosotros, como el recuerdo nostálgico y luminoso de una novia muy amada muerta: cuya resurrección es esperanza de fuego que mantiene encendida nuestra eterna juventud en la peregrinación de nuestros cuerpos ya envejecidos que atisbando la aparición avanzan firmes en su peregrinación por la tierra: Renegad de esa España. Ella no resolverá el problema urgente de vuestra vida. Mantiene esclava vuestra tierra. Os niega el pan.
En cuanto al espíritu, España no lo tiene. ¿Cómo podrá infundiros espíritu de vida la que por no tenerlo, lo mató en vosotros?. ¡ España, España ¡...El extranjero lo dice. España es una negación de muerte. Para auscultar en España el latir de un original espíritu, han de venir a buscarlo en el espíritu agonizante y estigmatizado que la dominación de esa España dejara a Andalucía ¡Qué tristeza! ¡Y aún hay andaluces españolistas! ¡Andaluces que ante las ansias libertadoras del pueblo catalán, gritan con inconsciencia imbécil: ¡La unidad de la patria!
Nos dirigimos a vosotros, andaluces de verdad; andaluces de verdad porque es este título expresivo de agobiadores sufrimientos: Andaluces de verdad porque constituís las clases más numerosas de la sociedad andaluza: Andaluces de verdad porque en las clases plutócratas e industriales andaluzas, la sangre de Andalucía no está pura como en las venas nuestras, sino que fue mezclada con la de extraña gente cuyos atavismos étnicos absorbieron la generosidad de la sangre nuestra.
Nos dirigimos a vosotros, andaluces de verdad; noventa y cinco por 100 de la población de Andalucía: jornaleros, colonos, pequeños terratenientes, artesanos, sufrida clase media. ¿Porqué llamáis patria a esa España? Qué paternales desvelos tenéis a España que agradecer?
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Blas Infante presidió la Junta Liberalista de Andalucía (JLA) y volvió a presentarse a distintas candidaturas por el Partido Republicano Federal. Sin embargo no consiguió representación parlamentaria. Los puntos esenciales de su campaña política fueron: el repudio al centralismo frente a un federalismo, la solución al caciquismo, la reforma del complicado sistema electoral, de la economía y de la justicia, la libertad de enseñanza, de matrimonio, etc.
Tras las elecciones de 1936, con la victoria del Frente Popular, el movimiento político andalucista recobró fuerzas. Durante la Asamblea de Sevilla el 5 de julio se aclamó a Blas Infante como presidente de honor de la futura Junta Regional de Andalucía. A los pocos días, se produjo el golpe militar que inició la Guerra Civil Española. Varios miembros de la Falange le detuvieron en su casa de Coria del Río y fue fusilado, sin juicio ni sentencia, junto a otros dos detenidos el 11 de agosto, en el kilómetro 4 de la carretera de Sevilla a Carmona. Cuatro años más tarde el Tribunal de Responsabilidades Políticas, creado después de la guerra, le condenó a muerte y a sus herederos a una multa económica, según documento de 4 de mayo de 1940 escrito en Sevilla:
[...] porque formó parte de una candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1931 y en los años sucesivos hasta 1936 se significó como propagandista de un partido andalucista o regionalista andaluz.