Razón: concreto, duro, comprobable, mecánico, práctico, rígido, matemático, raiz, piedra, lado izquierdo del cerebro.
Intuición: etéreo, incosistente, elástico, abstracto, indefinido, maleable, poético, ramas, agua, lado derecho del cerebro.
Nuestro cerebro lo tiene claro, dos lados que se reparten la tarta de nuestra percepción, y que, cuando trabajan juntos y al cien por cien de sus posibilidades (al cien por cien del veinte por ciento que dicen que utilizamos normanlmente), nos hacen humanos de pleno derecho, o no. Y nosotros somos lo que somos por cómo, y en qué proporción, utilizamos estas dos partes.
Las implicaciones musicales son evidentes.
La parte "razonable" nos dice que creemos una estructura para cercar, encajonar y sostener nuestra propuesta musical y evitar que se diluyan como agua sin vaso. Eso lo conseguimos, en parte, creando compases, que es como el esqueleto sobre el que se sujeta el tema. Es verdad que existen infinitas formas de combinar las medidas y los compases para que tengamos diversión de sobra y se cumplan nuestras espectativas, pero no deja de ser una caja para plasmar ideas musicales y que tanto nosotros como otra gente pueda apreciarlas, compararlas o colaborar con ellas.
Luego, lo "razonable" nos dice que usemos tonalidades, acordes, métricas, escalas, y algunas cosillas más, todo ello como parte necesaria de la tarea de fijar una base, unos cimientos sobre los que edificar la casa sonora.
La otra parte, la intuitiva, es la que insufla emoción y vértigo al tema. Tiene que ver con una conexión que no usa razones, porque la razón necesita tiempo para exponerse, pero la intuición, que fluye de nosotros (yo diría que a través de nosotros), se expresa como una golondrina: con extrema rapidez y locura.
Cuando empecé con mi guitarrilla a intentar improvisar, sentía el vértigo de una forma clara y profunda. Me daba miedo perder el control, o dicho de otra forma, sentía una pequeña muerte cuando perdía la fe en mi propia intuición. Y entonces, el resultado era un batacazo. Aún sudo al recordarlo.
Lo curioso es que, para que el acto de improvisar llegue a ser automático y efectivo, debemos abandonar toda esperanza de control, tirarnos a la piscina y confiar en nosotros mismos.
Existen músicas que no contemplan, por lo menos de forma general, la improvisación, como la música clásica. Cierto, es una música muy rica e imaginativa, y que ha dado unos frutos maravillosos. Pero me produce cierta desazón que cada vez que es interpretada una obra clásica, los músicos deban ceñirse a sus partituras sin posibilidad de cambios. En este caso, parece que los melómanos de la clásica, se conforman con encontrar esta o aquella versión de tal o cual director, y que algunas tengan un toque que no tiene la otra. Me parece bien, pero insuficiente. Por otro lado, me encanta la clásica.
En el lado casi opuesto, tenemos al jazz. El jazz cumple casi a rajatabla con las dos premisas: estructura e improvisación. Por mi parte, chapó.
Y el jazz también nos ha dejado el concepto de free jazz, todo improvisación, cero control. En mi caso, me resulta demasiado cansado estár siempre flotando en mundos difíciles e, frecuentemente, inarmónicos.
El rock y el pop suele tener, en su versión más interesante, su parte de estructura y su parte de improvisación.Y las ragas hindús. Quien haya escuchado a Nusrat Fateh Alí Khan ya sabe de lo que hablo.
Otra música que me encanta es una que se pierde en la noche de los tiempos, y tiene una peculiaridad: siempre igual, siempre diferente. Un ejemplo sería la música bereber, o la tribal africana, la inuit, entre otras. Suele tener una estructura sencilla que se repite sin fin, pero que no es completamente estática, sino que va progresando sutilmente, tanto en voces como en percusiones e instrumentos varios.
Y luego existe una raza de músicos que son, directamente, el copón de bullas, que hacen lo que quieren, como quieren y donde quieren. Son los super maestros de cotarro. Ellos improvisan todo, pero en esa improvisación van creando estructuras que aparecen y desaparecen como por arte de magia. Otro nivel, vamos.
Para terminar, os dejo con dos de mis influencias, ambos maestros del control y de la improvisación: Frank Zappa y King Crimson.
¿Te animas a dejar tus impresiones al respecto?
Un saludo, compañeros.