Una reflexión sobre el arte
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Se suele hacer hincapié en la idea del arte como producto de un artista, de un creador. Ya se ha hablado de los problemas de materialización de las ideas que esto supone.
Para mí hay que concebir el arte como un proceso, como un ciclo de comunicación. Este ciclo se culmina y adquiere su ser en la mirada de un espectador, en la experiencia de una persona. Contrapongo esta idea a la de obra artística como problema del taller de alguien. El arte es una experiencia, una vivencia, en la que se enfrenta la mirada contra un producto de comunicación y en el que no sólo importa cómo sea esa obra, sino también la personalidad y el estado del espectador, el momento y el contexto.
Aparte de lo problemático de intentar expresar en una obra lo que queramos, creo que es inevitable que lo que al final obtenemos deja de pertenecernos, se convierte de algún modo en un resto arrojado al mar y que queda a la deriva, quizás sólo destinado a los náufragos que no lo esperan. Digo destinado en el sentido que antes explique, porque aunque uno destine una obra a un sitio determinado, a veces adquiere importancia en otra parte, donde menos se la espera.
Siempre hay algo incontrolable en nuestras obras y esto, por encima de talentos o capacidades que se tienen o no, me parece algo inquietante y emocionante a la vez.
El que está en la vorágine sabe con sus actos y no necesita decir ni preguntarse.
Un saludo
Para mí hay que concebir el arte como un proceso, como un ciclo de comunicación. Este ciclo se culmina y adquiere su ser en la mirada de un espectador, en la experiencia de una persona. Contrapongo esta idea a la de obra artística como problema del taller de alguien. El arte es una experiencia, una vivencia, en la que se enfrenta la mirada contra un producto de comunicación y en el que no sólo importa cómo sea esa obra, sino también la personalidad y el estado del espectador, el momento y el contexto.
Aparte de lo problemático de intentar expresar en una obra lo que queramos, creo que es inevitable que lo que al final obtenemos deja de pertenecernos, se convierte de algún modo en un resto arrojado al mar y que queda a la deriva, quizás sólo destinado a los náufragos que no lo esperan. Digo destinado en el sentido que antes explique, porque aunque uno destine una obra a un sitio determinado, a veces adquiere importancia en otra parte, donde menos se la espera.
Siempre hay algo incontrolable en nuestras obras y esto, por encima de talentos o capacidades que se tienen o no, me parece algo inquietante y emocionante a la vez.
El que está en la vorágine sabe con sus actos y no necesita decir ni preguntarse.
Un saludo
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