La verdad es que a veces hojeas un "proceedings" de algún congreso de ingeniería y se te cae el alma a los pies de la sarta de trivialidades y refritos que contiene, la sensación que deja en el cerebro es más o menos similar a la de escuchar una radiofórmula. Y cuestan su dinerito de organizar, en dietas, hoteles, alquileres de espacios...
Pero... ¿qué hacemos si no? ¿Los eliminamos? De estos congresos también salen colaboraciones, sinergias, inspiración que pueden acabar concretándose en algún avance tangible a corto o largo plazo. Como dice la carta que abre (reabre, una vez más) el debate:
Alguien escribió:
Voy a terminar esta carta diciendo que yo no tengo la solución a estas cosas. Dejar mi doctorado no es una solución – simplemente es una decisión personal – y no animo a otras personas a hacer lo mismo.
Es una crítica válida a los aspectos negativos del sistema tal como está montado, cualquiera que se haya acercado a ese mundillo sabe que esas cosas, efectivamente, ocurren.
klausmaria escribió:
¿Meter más dinero en ese sistema es la solución a nuestros problemas de innovación y ciencia?. Yo diría que no.
Es la misma historia de siempre, el tira y afloja entre lo individual y lo colectivo: relación si la hubiere.
Como dicen los yanquis, no se puede hacer una tortilla sin romper huevos. Por un lado no se puede avanzar si no se invierte a fondo perdido, si no se dan palos de ciego.
Pero claro... ¿Meter dinero público en la FAES, en los toros o en pelis de Amenábar o Almodóvar (suenan a nombres de terrorista islámico)? ¿En centros de investigación de enfermedades tropicales? ¿En investigación de la disfunción eréctil? ¿En facultades de Historia del Arte? ¿De Filosofía? ¿En escuelas de ingeniería? ¿De música? ¿Meter más dinero en la NASA o el CERN? ¿En virguerías como plantar sondas en asteroides a millones de kilómetros de distancia o confirmar si los neutrinos pueden o no viajar a más velocidad que la radiación electromagnética? ¿Para qué sirve eso sino para ocupar a cuatro frikis elitistas y vender periódicos?
Está claro que la inversión pública abre la posibilidad (o, más bien, la certeza) de crear un sistema clientelar cuya única justificación sea su propia manutención, con un retorno a la sociedad de dudosa justificación.
Siempre habrá ejemplos de las dos cosas, de grandes logros excepcionales que no podrían haber surgido si no existiera un caldo de cultivo en el que desarrollarse, y de grandes vividores a costa del cuento y el erario público.
¿La solución, que no encuentra el Sr. Gene Bunin? Pues complicada, la verdad. Evaluar si una inversión merece o no la pena es muy complejo y arriesgado, incluso en campos cuyos retornos son tan tangibles como las ciencias aplicadas como la medicina o la ingeniería. Quien evalúa puede estar sesgado, corrupto o, simplemente, equivocarse de buena fe y aprobar financiación para un proyecto ruinoso o cerrarle el grifo a la cura definitiva al cáncer.
No quiere decir que no haya que seguir haciendo esfuerzos en intentar establecer mecanismos lo más objetivos y precisos posibles de evaluación de la eficacia de dichas inversiones. Aunque sólo se pueda evaluar una pequeña parte del proceso ya merece la pena, siempre y cuando quede claro el alcance limitado de esa evaluación. El informe PISA sería un ejemplo, ya lo hemos discutido aquí alguna vez: el problema no es PISA en sí, que es un esfuerzo científico honesto y meritorio, sino lo fácil que es pervertirlo para objetivos espurios de periodistas y politicuchos.
Por otro lado supongo que el sistema también tiene cierta autorregulación a nivel macroeconómico, por ejemplo en los vaivenes políticos que abren o cierran el grifo de la inversión pública. No creo que las inevitables ineficiencias hagan colapsar la civilización.