Hecho este inciso, noto en este hilo que las posturas son demasiado cercanas al árbol y poco panorámicas. La vida me ha dado algunos amigos extranjeros (a partir de xirivella todos son extranjeros, pero me refiero a franceses, alemanes, suecos y cosas así) y he podido comparar situaciones. La primera es que la educación europea es tremendamente eficaz comparada con la española. Mientras aquí nos sonrojábamos por creer que éramos unos analfabetos, allí tenían casi la mitad de materia y, por tanto, menor fracaso escolar, menor ansiedad por llegar a terminar ciclos, mayor enfoque de la propia vida académica y más tiempo de ocio, que por otro lado, se reparten mejor que aquí, que parece que siempre estamos de fiesta y lo que sucede es que no nos sacudimos el estrés de trabajar a arreones.
No sólo sobra griego, latín, historia, dibujo técnico y religión, es que el enfoque ha de ser completamente diferente. A mi me obligaban a aprender história, filosofía y algunas asignaturas más aprediéndolas de memoria. El profe subrayaba los libros y nosotros repetíamos como loros. Esto es un método tan cruel y sucio como que sólo premia a los que teníamos la capacidad de almacenar datos, a pesar que algunos no habíamos usado (ni lo hemos hecho jamás) el músculo de pensar.
Llevamos décadas viviendo de la titulitis mientras llegan de fuera con las cosas mucho más claras y con métodos más eficaces. Y así estamos, trabajando de reponedores con, al menos, dos carreras.
Es cierto que la docencia está bastante mal impartida y que es anecdótico el profesor implicado, pero es extensible a la mayoría de profesiones. Yo no apuesto por revertir a los tiempos en los que los profesores levantaban la mano a los chiquillos. Nunca podré quitarme de la cabeza cómo un profesor le reventó la nariz a hostias a un compañero de clase cuando teníamos 9 años por una trastada sin la menor importancia. Tampoco admito la libertad de cátedra que hace que las discusiones las termine ganando un profesor cuando su única formación ha sido magisterio y no sabe ni sumar llevando.
La reforma ha de ser profunda, y me temo que lenta; pero si estamos con el agua al cuello, lo último en lo que vamos a implicarnos es en una educación en la que hemos delegado en un sistema por el que pagamos un precio considerable.
Que a gustico me he quedado.