Ahora ya no sé ni que escuchar; con las ventajas de la globalización e Internet, tengo acceso a lo que sea, con unos pocos clics puedo encontrar y descargar cualquier cosa en formatos comprimidos como el MP3; música virtual, que no se sostiene en las manos, no cuesta dinero y quizás sea un poco efímera. Ahora cualquiera puede grabar un disco, hay sobreoferta de producciones fonográficas, es más importante sacar un single que ponga a los artistas en el mapa, que un álbum con el que los oyentes se identifiquen. Al igual que casi todo lo que sucede en el arte contemporáneo, se ha vuelto muy publicitario; quizás tenga un mensaje y contenido esencial simple, muy simple, pero se muestra de una forma contundente, como si fuera una explosión, porque para atrapar a los oyentes hay muy poco tiempo, mientras navegan de una cosa a otra entre la infinidad de posibilidades que les ofrece la globalización, su atención dura aproximadamente un minuto, por eso cuentan mas los efectos sonoros y la sensación que puedan producir, que la misma estructura y composición musical de una producción.
Tenemos la tecnología a nuestro alcance; física o virtual, podemos hacer música con simplemente un computador y disponer de millones de librerías de sonidos. Los oyentes solo necesitan una pequeña cajita llena de gigabytes y un par de audífonos para recorrer las distancias de la ruidosa ciudad o escucharla desde los parlantes de sus computadores y ni hablar de cómo suena un laptop. Seguramente están oyendo música, pero dudo mucho que la escuchen, debe ser algo así como la diferencia abismal de ver televisión y cine, solo que la experiencia se parece más a ver el bloque de comerciales publicitarios. Quizás haya gente que se preocupa de que sus producciones fonográficas tengan la mayor calidad posible, le dan prioridad a los procesos análogos y no olvidan que el sonido es algo físico que viaja por el aire. Seguramente también hay oyentes que se preocupan por lo mismo y solo escuchan discos originales en los mejores reproductores de los que dispone el mercado… pero la verdad sea dicha, son una minoría. El mundo produce y escucha música fragmentada y quizás un poco desnutrida por el sample rate y lo que queda en bits de resolución “y así es como están aprendiendo las nuevas generaciones a percibir sensorialmente la música… en medio del ruido”; mas allá de la individualidad de los audífonos o con mucha potencia en decibeles cuando se unen a las masas de los conciertos.
Antes los artistas no solo vendían discos, sino que llenaban recintos de fieles seguidores, ahora los conciertos son lo queda de la música como industria del entretenimiento; porque aun hay gente del siglo pasado que podrían hasta llorar mientras sus artistas favoritos interpretan canciones que hacen parte de sus vidas, porque lo que sí es seguro es que los artistas que mas publico tienen, lo construyeron desde el siglo pasado. También hay muchas personas, masas, que asisten a la fiesta disfrazados con camisetas y merchandising de los artistas, pero que ni siquiera se saben los coros de las canciones. Los discos dejaron de ser un negocio y pasaron a ser el currículo o demo promocional de distribución, para que el público se disponga a “ver” que tan espectacular puede llegar a ser un artista en vivo y en directo, que es donde aun está realmente el negocio; en su imagen, no solo en escena, sino en todo lo que derivan los medios de comunicación, cuando se convierten en figuras públicas.
El mundo siempre va a necesitar de la música para poder vivir humanamente (hacerla y escucharla), los conciertos siguen siendo una evidencia del consumo comercial de la música.
[1] ¿Pero realmente hasta cuándo van a funcionar económicamente o que podría sustituirlo?
[2] ¿A que pueden aspirar los nuevos artistas? Sería muy difícil pretender vivir lo mismo que sus héroes, teniendo en cuenta que desde que la música comenzó a grabarse ya no vive el esplendor del siglo pasado y ni hablar de cuantos lograran realmente hacer parte de la historia, por más éxito que hayan tenido en vida, ¿Quiénes realmente pueden aspirar como artistas, a ser un antes y después del tiempo? Como lo hizo Bach, Mozart o Beethoven con solo su imaginación en un papel que perduro en la eternidad.
Me impresiona que las nuevas generaciones no tengan un estilo que los identifique con su propia época y que además defina su posición filosófica ante el mundo, como si lo tuvieron las propuestas contraculturales y underground de los 80’s y 90’s de las que actualmente solo queda una moda. En mi opinión personal y solo mía, la música electrónica es una herramienta genial, pero que aun está en fase de juguete, generada con más lógica computarizada que con imaginación humana; muchos bloques repetitivos de copy-paste, metrónomos robóticos sin modulación, resultados sonoros producidos por lo aleatorio después de editar con perillas o interfaces.
[3]¿Qué es lo que realmente necesitan escuchar las nuevas generaciones y en qué condiciones sonoras? Teniendo en cuenta que un artista no viene solo al mundo a que lo entiendan egocéntricamente, como se suele mitificar en la academia, sino que para poder expresarse y ser consecuente con su época necesita medianamente comprender al mundo en el que vive.
PD: No pretendo generar polémicas absurdas, esto solo es un espacio de reflexión para quienes amamos la música y queremos ser consecuentes con nuestra época; que parece tener un pie apoyado con más peso en el futuro.