hijos_argentina@yahoo.com.ar
Soy un músico con suerte. Mi grupo ha vendido, por los pelos, más de 10.000
copias de su primer LP. En un mundo en el que Enrique Iglesias coloca seis
millones de CDs cantando así, esta modesta cifra tampoco es para tirar cohetes.
Pero si me aplicase tanto como futbolista, jugaría en primera división y, si me
dedicase a la medicina con tanto éxito, sería neurocirujano. Durante un par de
semanas del mes de abril de 2005, uno de nuestros singles se coló en el número
diecisiete de las listas de ventas enArgentina:; el número tres, si se contaba
únicamente a los artistas nacionales. Cada año salen 32.000 discos nuevos al
mercado en todo el mundo y sólo 250 convencen a más de 10.000 compradores.
Apenas el 0,7% de los músicos que han presentado disco el año pasado (la gran
mayoría no llega siquiera a grabar) es más afortunado que yo.
Se pensarán que nado en dinero. O que, por lo menos, vivo dignamente de mis
habilidades musicales. ¿Cuánto cobra el 0,7% con más suerte de su profesión? No
les aburriré con cifras pero, tras tres años de esfuerzos hasta conseguir ver mi
LP en las tiendas, sólo he ganado poco más de 1000 pesos (unos300 US$) por
venta de discos y derechos de autor. Apenas 800 pesos al mes es lo que me ha
rentado mi afortunada carrera musical. Mi parte alícuota del local de ensayo ?la
garantía de que mis vecinos no me echarán de casa por ruidoso? . Estas navidades
quemé la mitad de mis beneficios en un teclado nuevo, un capricho. Si tuviera un
gerente con facultad para vetar mis presupuestos, seguiría tocando con el
casiotone que me regalaron los Reyes Magos en 1986.
No culpo a la piratería de mi bancarrota. No a la de "sexo, drogas y rock
and roll" que aparece en el anuncio de pésimo gusto con el que la
CAPIF(Sociedadde DISCOGRAFICAS) intentó concienciar a los melómanos de la
necesidad de pasar por su caja. Como la gran mayoría de los chiflados que
malgastamos nuestro tiempo en locales de ensayo y nuestro dinero en instrumentos
y amplificadores, prefiero la satisfacción personal de saber que alguien se
molesta en escuchar mi música al Peso que me tocan por cada copia vendida (la
decima parte si el disco está de oferta o es comprado durante una campaña de
televisión).
Si mi gerente, ese imaginario del que les hablaba antes, fuese listo,
estaría de acuerdo conmigo. Por cada concierto que doy, gano, dependiendo del
aforo y la generosidad del promotor, entre 50 y 200 pesos limpias. Prometo que
si acuden a alguno de ellos, no les pediré una fotocopia del código de barras
del CD para entrar. Como todos los músicos que hayan hecho las cuentas, sé que
son más rentables 100.000 fans piratas que llenen mis conciertos a 10.000
originales.
El mp3, Napster o Gnutella o Emule tampoco van a acabar con la música. Ni
con la mía ni con la de nadie. Les aseguro que, afortunadamente, puedo
prescindir de los mil pesos anuales que generan mis derechos de autor y mis
royalties. A MIRANDA, y a cualquier grupo superventas, la regla, aunque sus
cifras sean mayores, le vale igual. Dan mucho más dinero los conciertos, las
camisetas y los anuncios que un grupo de su fama puede grabar, que el royalty
(entre el 8 y el 15% del precio de venta a mayorista) que pagan las
multinacionales por disco vendido. Es cierto que las compañías discográficas
costean la grabación y la promoción de los músicos, pero ¿conocen algún otro
negocio en el que el reparto entre los que aportan la idea y la mano de obra y
los que ponen el dinero sea tan desigual? Les confieso que no entiendo las
razones que movieron a Metallica y compañía a poner la cara por sus patrones.
Todo, para que sus fans se la partan, pacte Dios con el Demonio y Napster pase
de pirata a corsario. A mí se me habría puesto cara de tonto.
La distribución gratuita de las canciones por Internet no terminará con la
creación musical, pero espero que sí lo haga con los abusivos tratos que impone
la industria discográfica. Y eso que los 'juntanotas', con el tiempo, hemos
mejorado bastante. Si los pobres músicos de blues de los años cuarenta ?esos a
los que el sello RCA (hoy, propiedad de Bertelsmann, el socio de Napster) pagaba
seis dólares y una botella de bourbon por grabar sus canciones? oyesen los
lamentos del batería de Metallica, Lars Ulrich...
No puedo alegar que no sabía dónde me metía cuando hace 7 años medio firmé
mi contrato con DBN. En aquella reunión, un alto directivo de la compañía me
resumió en una sola frase los nueve folios del acuerdo: "Las discográficas somos
un mal necesario". No lo voy a negar. Sin ellas, mi grupo jamás habría vendido
10.000 discos. Aunque estoy seguro de que sí hubiese podido regalarlos.
Se los dejo para pensar, me llegó de un grupo de yahoo:
Soy un músico con suerte. Mi grupo ha vendido, por los pelos, más de 10.000
copias de su primer LP. En un mundo en el que Enrique Iglesias coloca seis
millones de CDs cantando así, esta modesta cifra tampoco es para tirar cohetes.
Pero si me aplicase tanto como futbolista, jugaría en primera división y, si me
dedicase a la medicina con tanto éxito, sería neurocirujano. Durante un par de
semanas del mes de abril de 2005, uno de nuestros singles se coló en el número
diecisiete de las listas de ventas enArgentina:; el número tres, si se contaba
únicamente a los artistas nacionales. Cada año salen 32.000 discos nuevos al
mercado en todo el mundo y sólo 250 convencen a más de 10.000 compradores.
Apenas el 0,7% de los músicos que han presentado disco el año pasado (la gran
mayoría no llega siquiera a grabar) es más afortunado que yo.
Se pensarán que nado en dinero. O que, por lo menos, vivo dignamente de mis
habilidades musicales. ¿Cuánto cobra el 0,7% con más suerte de su profesión? No
les aburriré con cifras pero, tras tres años de esfuerzos hasta conseguir ver mi
LP en las tiendas, sólo he ganado poco más de 1000 pesos (unos300 US$) por
venta de discos y derechos de autor. Apenas 800 pesos al mes es lo que me ha
rentado mi afortunada carrera musical. Mi parte alícuota del local de ensayo ?la
garantía de que mis vecinos no me echarán de casa por ruidoso? . Estas navidades
quemé la mitad de mis beneficios en un teclado nuevo, un capricho. Si tuviera un
gerente con facultad para vetar mis presupuestos, seguiría tocando con el
casiotone que me regalaron los Reyes Magos en 1986.
No culpo a la piratería de mi bancarrota. No a la de "sexo, drogas y rock
and roll" que aparece en el anuncio de pésimo gusto con el que la
CAPIF(Sociedadde DISCOGRAFICAS) intentó concienciar a los melómanos de la
necesidad de pasar por su caja. Como la gran mayoría de los chiflados que
malgastamos nuestro tiempo en locales de ensayo y nuestro dinero en instrumentos
y amplificadores, prefiero la satisfacción personal de saber que alguien se
molesta en escuchar mi música al Peso que me tocan por cada copia vendida (la
decima parte si el disco está de oferta o es comprado durante una campaña de
televisión).
Si mi gerente, ese imaginario del que les hablaba antes, fuese listo,
estaría de acuerdo conmigo. Por cada concierto que doy, gano, dependiendo del
aforo y la generosidad del promotor, entre 50 y 200 pesos limpias. Prometo que
si acuden a alguno de ellos, no les pediré una fotocopia del código de barras
del CD para entrar. Como todos los músicos que hayan hecho las cuentas, sé que
son más rentables 100.000 fans piratas que llenen mis conciertos a 10.000
originales.
El mp3, Napster o Gnutella o Emule tampoco van a acabar con la música. Ni
con la mía ni con la de nadie. Les aseguro que, afortunadamente, puedo
prescindir de los mil pesos anuales que generan mis derechos de autor y mis
royalties. A MIRANDA, y a cualquier grupo superventas, la regla, aunque sus
cifras sean mayores, le vale igual. Dan mucho más dinero los conciertos, las
camisetas y los anuncios que un grupo de su fama puede grabar, que el royalty
(entre el 8 y el 15% del precio de venta a mayorista) que pagan las
multinacionales por disco vendido. Es cierto que las compañías discográficas
costean la grabación y la promoción de los músicos, pero ¿conocen algún otro
negocio en el que el reparto entre los que aportan la idea y la mano de obra y
los que ponen el dinero sea tan desigual? Les confieso que no entiendo las
razones que movieron a Metallica y compañía a poner la cara por sus patrones.
Todo, para que sus fans se la partan, pacte Dios con el Demonio y Napster pase
de pirata a corsario. A mí se me habría puesto cara de tonto.
La distribución gratuita de las canciones por Internet no terminará con la
creación musical, pero espero que sí lo haga con los abusivos tratos que impone
la industria discográfica. Y eso que los 'juntanotas', con el tiempo, hemos
mejorado bastante. Si los pobres músicos de blues de los años cuarenta ?esos a
los que el sello RCA (hoy, propiedad de Bertelsmann, el socio de Napster) pagaba
seis dólares y una botella de bourbon por grabar sus canciones? oyesen los
lamentos del batería de Metallica, Lars Ulrich...
No puedo alegar que no sabía dónde me metía cuando hace 7 años medio firmé
mi contrato con DBN. En aquella reunión, un alto directivo de la compañía me
resumió en una sola frase los nueve folios del acuerdo: "Las discográficas somos
un mal necesario". No lo voy a negar. Sin ellas, mi grupo jamás habría vendido
10.000 discos. Aunque estoy seguro de que sí hubiese podido regalarlos.