Muchas veces tendemos a desenvolvernos en nuestra zona de confort, donde estamos cómodos, donde las actividades no nos demandan demasiado esfuerzo y evitamos aquello que no nos reporta una recompensa inmediata. Suele conocerse como la ley del mínimo esfuerzo.
Esto ocurre a todos los niveles y hay que estar muy alerta para no caer en esa trampa. Por ejemplo, si estás estudiando una obra, es muy fuerte la tentación de repetir una y otra vez los compases que te salen mejor, ya que logras mayor musicalidad y una recompensa al oído. Te recreas en esos compases una y otra vez, cuando lo que deberías estar haciendo es trabajar más y más en los que te resultan más difíciles. A otro nivel, también surge la tentación de tocar una y otra vez los temas que ya nos sabemos y a dejar para después los que tenemos en la lista de pendientes.
En general tendemos a realizar las cosas con las herramientas con las que estamos acostumbrados a trabajar, aunque existan otras herramientas que nos permitan ampliar nuestros horizontes, porque aprender a utilizar dichas herramientas nos saca de nuestra zona de confort. Esto tiene más implicaciones de lo que parece y está relacionado con la plasticidad de nuestro cerebro: nuestra mente se moldea a las herramientas con las que trabaja. Si una herramienta es más potente y permite a tu mente explorar nuevas formas de crear, tu mente crecerá. Si una herramienta es limitante, tu mente se acostumbrará a trabajar con esos límites y sólo concebirá soluciones dentro de dichos límites (*).
Para evitar esto creo que resulta útil establecer una rutina de estudio_y_práctica e intentar respetarla, de tal modo que no dejemos sitio a la procrastinación de las tareas que nos demandan cierto esfuerzo sin una recompensa inmediata.
El proceso que te lleva hasta ser un músico va desarrollando una serie de habilidades y conocimientos:
- auditivo
- psicomotriz
- cognitivo
Para desarrollar esos aspectos se puede diseñar una serie de tareas para trabajarlas, tanto por separado como conjuntamente, que pueden ser (sin estar limitadas a):
- entrenamiento auditivo (sacar temas de oído, dictados...)
- lectura melódica, rítmica y combinada sin el instrumento
- leer/tocar a primera vista
- ejercicios técnicos
- estudio de repertorio (repaso de obras ya estudiadas y estudio de otras nuevas)
- tocar sobre backing tracks o, mejor, con otros músicos
- improvisación
- estudio teórico
Los aspectos concretos a trabajar en cada área, el tiempo a dedicar... deberían estar sujeto a revisión continua, de tal forma que se adapte a nuestras capacidades, disponibilidad de tiempo y progreso.
También tengo que decir: todo esto es muy bonito, así que a ver cuándo me aplico el cuento
(*) Esta parte está inspirada en este
artículo de Paul Graham, concretamente en la sección "The Blub Paradox"