si yo no lo logré, tu tampoco, al menos que te haga sudar lágrimas de sangre desgraciado/a"). La película La pianista refleja perfectamente, de forma grotesca ese tipo de casos. Pero en la realidad esas cosas nunca son tan evidentes, están muy bien enmascaradas por los convencionalismos y las hipocresías y muchos piensan que lo normal es un caso como el Whiplash (también muy grotesca y caricaturizada, pero con bases reales de cómo proceden algunas personas), donde la docencia lo que esconde es un profundo sadismo nacido también de otra clase de frustraciones. Y puede que esos alumnos terminen formados de un cosa, pero terminan deformados de otra si no recibieron la motivación amorosa de un docente con vocación.
Que no es una motivación complaciente de "que bueno eres y todo lo haces perfecto", sino aquella donde se sabe mantener viva la ilusión, la autoestima, la aceptación de quien se es, la calidez humana y eso perfectamente puede estar mezclado con un nivel de estricta exigencia y de constante revisión de fallas para atacarlas y corregirlas con el mayor profesionalismo. Pero muchos docentes en realidad usan sus conocimientos como un espacio para crear una relación de sumisión donde se alzan como una autoridad incuestionable en la que exhiben lo que saben, como una forma de dominio y de asegurar algún tipo de respeto y admiración que no saben conseguir de otra forma, pero no aman a nadie, todo es un acto de grosero narcicismo. La vocación de la docencia es algo muy importante y NUNCA debería ser dejada como opción de vida nacida de la frustración de haber querido otra cosa porque están implicadas otras personas que tienen sueños, que recibirán esa información de calidad, es cierto, pero también las frustraciones de alguien que no está haciendo eso por amor y solidaridad (aunque cobre por eso, porque de algo hay que vivir).
En mi caso, afortunadamente yo fui formado por una pianista con vocación de docente, que hasta me triplicaba las horas de clase de forma gratuita y que luego de graduados ya eso se convirtió en una sólida amistad. Son esas clases de profesoras de historias muy antiguas (aunque mi historia no sea antigua) de aquellos que siguen recordando a su maternal maestra del colegio y hasta se habrán olvidado de todo el conocimiento que les dio, pero nunca se les olvidó haber tenido el privilegio de haber conocido a una verdadera docente que deja una cantidad de regalos psicológicos que pueden durar para el resto de la vida.
O por lo menos así lo veo yo. Considero que están equivocados aquellos "docentes" que piensan que su papel es transmitir información de calidad para formar a otro en ciertas destrezas, así sea de una forma fría, con la severa autoridad de "aquí mando yo porque soy el que sabe". Yo creo que hay un trasfondo psicológico que es el más importante, antes que la información de calidad: la motivación. Pero la motivación es un acto de amor y que solo puede estar cuando existe la vocación para ser docente. Pero muchos docentes no tienen vocación, sino que se vieron obligados a hacerlo porque no pudieron lograr sus verdaderos objetivos, se formaron en algo para alcanzar algo que no alcanzaron y entonces se desviaron a la docencia y es imposible que puedan amar a alguien que hasta podría algún día llegar a donde él no llegó y ver eso como una amenaza ( y tener el discurso interno de algo como: "
Que no es una motivación complaciente de "que bueno eres y todo lo haces perfecto", sino aquella donde se sabe mantener viva la ilusión, la autoestima, la aceptación de quien se es, la calidez humana y eso perfectamente puede estar mezclado con un nivel de estricta exigencia y de constante revisión de fallas para atacarlas y corregirlas con el mayor profesionalismo. Pero muchos docentes en realidad usan sus conocimientos como un espacio para crear una relación de sumisión donde se alzan como una autoridad incuestionable en la que exhiben lo que saben, como una forma de dominio y de asegurar algún tipo de respeto y admiración que no saben conseguir de otra forma, pero no aman a nadie, todo es un acto de grosero narcicismo. La vocación de la docencia es algo muy importante y NUNCA debería ser dejada como opción de vida nacida de la frustración de haber querido otra cosa porque están implicadas otras personas que tienen sueños, que recibirán esa información de calidad, es cierto, pero también las frustraciones de alguien que no está haciendo eso por amor y solidaridad (aunque cobre por eso, porque de algo hay que vivir).
En mi caso, afortunadamente yo fui formado por una pianista con vocación de docente, que hasta me triplicaba las horas de clase de forma gratuita y que luego de graduados ya eso se convirtió en una sólida amistad. Son esas clases de profesoras de historias muy antiguas (aunque mi historia no sea antigua) de aquellos que siguen recordando a su maternal maestra del colegio y hasta se habrán olvidado de todo el conocimiento que les dio, pero nunca se les olvidó haber tenido el privilegio de haber conocido a una verdadera docente que deja una cantidad de regalos psicológicos que pueden durar para el resto de la vida.