Arte y cultura. Arte y cultura. Arte y cultura.
Cada vez que oigo eso aparece sobre mi mente a modo de flash una obra de teatro coñazo, un libro coñazo, un concierto de música clásica de jóvenes intérpretes coñazo y una exposición de cuadros y esculturas coñazo, pero sobre todo, una subvención que pagamos todos.
Lo de la SGAE es más de lo mismo. Política y arte coñazo se entremezclan en forma de canon. Yo te pago, y tú vas de progre y das el coñazo, ya sea apoderándote de un ‘no a la guerra’ o sonando en la radio. Luego pasamos por caja. Pero al fin y al cabo la SGAE y su canon son un parche, un artefacto político que tiene los días (años tal vez) contados, porque su existencia falla en el fondo y en la forma. En el fondo porque el futuro de la música, que muchos se niegan a ver, es que sea gratuita, y en la forma, porque el reparto que se hace de los ingresos en forma de canon es aberrante.
Ahora pongámonos sentimentales:
Mis abuelos eran agricultores y tuvieron que irse a la ciudad en busca de un futuro mejor. La tienda de ropa de debajo de mi casa cerró porque no puede competir con las multinacionales, ni en precio ni en género. El taller de reparación de radio y TV también ha cerrado porque las averías eran más caras que el propio valor de los aparatos. ¿Sigo? El estudio de grabación tiene que cerrar porque ahora la gente con un ordenador puede grabar su maqueta. ¿Sigo? El músico dejará de ingresar por venta de cds o descargas porque nadie va a pagar por algo que se pueda conseguir ‘gratis’. Se me saltan las lágrimas, te lo juro.
Por otro lado… ¿la música de pago tiene más calidad que la música gratuita?
Hay dos alternativas de actuación ante la realidad, una es el proteccionismo del estado, del cual estoy hasta los webs, y que se materializa en forma de subvenciones (cobrar paro, cobrar el PER, prejubilaciones, reconversiones industriales, subvenciones al joven agricultor, al cine español, canon digital, etc), es decir, a pagar entre todos, y la otra alternativa es dejar que la ley de la oferta y la demanda sanee el sector de una vez. La industria de la música está podrida, y el olor a muerto además no deja pensar. La industria se sigue aferrando a sus reglas antiguas, y las impone con la complicidad del gobierno.
Además es muy sospechoso que con el canon lo que se grave sea el soporte físico donde se almacena la obra, cuando lo que se debería gravar sería el medio a través del cual consigo la obra, es decir, las compañías proveedoras de internet. Tengo varias teorías al respecto, pero bastante coñazo estoy dando yo también aquí por hoy.