¡Buenas!
Ahí voy con mi rollo nostálgico
(parece que en este foro, hasta lo lee la gente!!):
Digamos que mi pasión por la música comenzó en mi más tierna infancia, en el pasillo de casa de mis abuelos...
¡me explico! ahí tenían un viejo piano desafinado, ante el que me pasaba horas tocando las teclas sin ton ni son. A los 10 años, mis padres pensaron que quizá lograría tocar cosas con sentido si aprendía algo y empecé en una academia de música clásica con el piano, el solfeo y demás. Bueno, allí estuve 6 años -que no 6 cursos
, cogiendo la fea costumbre de practicar sólo una hora antes de las clases. Esta "gran afición" llevó a mis profesores a buscarme partituras de gente como Dire Straits, etc. a ver si así le ponía más interés al asunto.
Pero aquello tampoco funcionó. a mí, en el fondo, lo que me interesaba aprender era por qué sonaban perfectas esas cinco notas a la vez, y por qué sonaban a rayos si cambiabas una de ellas por la de al lado... y allí nadie se terminaba de mojar, así que empecé a estudiar armonía por mi cuenta, con colegas que tocaban rock y me hablaban de acordes, tonalidades y esas cosas que hacían que las notas sonasen bien, lógicas, juntas.
A partir de los 17 años, empecé a tocar en grupetes, indagué unos años en las armonías del jazz con algunos profesores, mejoré (algo) mi técnica como teclista y pianista y aprendí a hacer llorar al saxo (aunque no fuese siempre mi intención) y a aporrear la guitarra (eso sí era mi intención). Poco después, cambié mi TASCAM de 4 pistas (que aún uso de mesa de mezclas) por mis primeros secuenciadores en PC y de ahí al discretito estudio casero que tengo ahora, con el que sigo aprendiendo, según crece, técnicas de grabación.
Del pop mamado en la infancia, pasé al rock (en muchas vertientes) de los grupos de mi adolescencia, después al funk, el jazz, la música electrónica, el Acid Jazz... terminando de batir así la coctelera musical que tengo en mi cabeza. Desde entonces, he hecho música para mis grupos y para otros, para cortos, obras de teatro, etc. y también grabé en casa, mientras me sacaba la carrera, algunas maquetas a grupetes para sacar unas pelillas. Y ahora, a mis treinta palotes, con la carrera terminada y currando en mis cosas, saco tiempo de debajo de las piedras para seguir disfrutando de juntar notas y hacer música. Sigo sin saberme de memoria una sola canción (casi ninguna mía, de hecho) y luchando desde hace cuatro años por un proyecto musical del que estoy, por primera vez, francamente orgulloso.
En fin. Puse multi-instrumentista en la encuesta por no olvidarme de los otros instrumentos (si no, se me enfadan
y sobre todo, del tema de los arreglos. Y aunque (como decía Biter) soy absolutamente “aprendiz de todo y maestro de nada”, mi silla más cómoda sigue estando delante de unas teclas. Lástima que aquel viejo piano de mis abuelos no quepa en estas casas de Pin y Pon en que tenemos que vivir hoy en día en Madrid, pero cuando paso por la de mis padres, donde terminó su periplo, aún levanto su tapa y toco un poco, tal y como hacía hace 20 años. Aunque sea sólo para comprobar, con cierto alivio nostálgico, que como entonces sigue desafinado.