4 escribió:
yo a eso lo resumo con cerrar los ojos y dejarse llevar tocando con el estómago.
Eso es un punto al que se llega después de mucho estudio disciplinado, mucha imitación de grandes intérpretes de referencia y una buena dosis de racionalización, aunque sea adhoc. Si no, el estómago produce lo que suelen producir los estómagos.
No tiene por qué ser la teoría de los libros, pueden ser pequeños métodos o patrones que uno mismo descubra, o que le transmita algún mentor de manera formal o informal. El cerebro está ahí y no se desenchufa, sino que hace lo que puede para ayudarnos con nuestros objetivos con las herramientas que tiene.
Cuando el pare gitano le enseña al churumbel a contar el compás de la bulería (1-2, 1-2-3...) eso es solfeo, no duende. Y no pasa nada, no quita nada de emoción, magia ni intuición. Es una herramienta educativa, una escalera que ayuda a llegar más rápido al punto en el que deja de necesitarse.
La intuición y el instinto innatos son una ayuda indudable durante el aprendizaje y más allá, pero no creo que sean cualidades estáticas, en mi opinión crecen y se desarrollan con la experiencia. Y al salir de la escuela todos nos convertimos invariablemente en autodidactas, el desarrollo no se para ahí.
Aquí en España ha mejorado mucho el tema de conservatorios, pero es cierto que el sistema educativo español, en todas las disciplinas, es demasiado rígido e inflexible.
Tenemos una tradición bastante absurda y poco pragmática de control político, que luego es bastante menos eficaz de lo que piensan los susodichos políticos. Toda una generación educada durante la dictadura en Formación del Espíritu Nacional y Catequesis tardó 7 años en elegir un gobierno socialista. Da qué pensar, ¿no? Lo que se aprende en la escuela influye, claro, pero... ¿hasta qué punto?
Nuestros currículos están hiperregulados y anquilosados, cuesta años adaptarlos a la evolución social. Un ejemplo paradigmático es el de las enseñanzas de FP de informática, que tendrían que renovarse constantemente cada 1-2 años, en lugar de cada 10-15.
Hay una total desconfíanza en el docente, lo de la libertad de cátedra es una entelequia que sólo existe mínimamente porque no hay recursos en la inspección educativa para meter a todo el mundo en vereda. Que, sí, que ayuda a prevenir casos flagrantes de mala praxis profesional y normaliza geográficamente el valor de las titulaciones. Pero al mismo tiempo corta inmisericordemente las alas a esa parte de docentes, más numerosa de lo que se cree, que querrían tener más libertad para experimentar metodologías o adaptar currículos a la realidad de un alumnado muy diverso.
En otros países los centros tienen más autonomía y pueden crear proyectos propios y una oferta educativa particular. Hay agencias gubernamentales que supervisan para la cosa no se salga de madre, pero la manga es mucho más ancha.
Creo que no nos vendría mal un poco más de esa flexibilidad. Hablamos de música, pero en Enseñanza Secundaria obligatoria hay una proporción de alumnos nada desdeñable que no encaja bien en los estrechísimos moldes de la legislación, y que se desarrollarían mejor en enseñanzas con otros estilos de aprendizaje más prácticos, en lugar de sufrir lo indecible con análisis sintácticos de oraciones u operaciones algebraicas para ellos abstrusas.