Voy a lanzar alguna piedra, por favor, protégete. Gracias.
Dicen que dicen que la "culpa" es del capitalismo salvaje. Parece que hay una pauta que se repite en todos lados, la del diez por ciento de X dominando al noventa por ciento de Z, en donde X es el sistema capitalista, los chicos malos, los depredadores que controlan la riqueza (banca, negocios, energía, armas, alimentación, política, etc), y Z somos todos los demás, la gente que soporta y sufre este estado de cosas, a todas luces injusto y demencial. Perdonadme que sea tan generalista, no tengo tiempo ni espacio para más.
Así hemos visto que la música y los músicos, en estos últimos tiempos, hemos perdido cada vez más, y cada vez más rápido, el lugar que parecía apropiado para convivir decentemente en el ecosistema global.
Ejemplos (que todos vais a reconocer): Antes había muchos locales para tocar en directo. No hace falta decir que es, era, el espacio natural para que miles y miles de grupos pudieran, por una parte, ganar algo de dinero para poder mantenerse, de forma precaria casi siempre, en el mundo, pagar sus necesidades básicas de comer, estar al día con el casero o con la hipoteca, y poder comprar de vez en cuando algún cacharro musical, o reponer equipos obsoletos, etc. Y por otro lado, tocar significa que el músico puede, podía, expresar su arte, cuando sea arte, y así cubrir la parte más importante, la que de verdad da sentido al hecho de ser músico: el contacto con la gente, el feedback que se produce y que tan necesario es en el tema que nos toca.
Estoy recordando la cara de pazgüato que puse cuando me enteré por vez primera, de que había grupos, más bien casas de discos, que pagaban ¿cómorrrr?) dinero a la cadena "Ser" para sonar y subir puestos hasta llegar al número uno. Bueno, en realidad aún no me he repuesto. ¿Pagar para que, de forma artificial, un grupo llegue a ser el "mejor"?
En honor a la verdad, aunque ya lo tenemos más que asumido, todos y cada uno de los grupos y solistas que entrar en el inhumano juego, están más que encantados de que alguien les lleve hasta el número uno. Así que, somos co-rresponsables de que la música se haya convertido casi en su totalidad, en un mero producto para consumir.
No seré yo quien diga que esto está bien o mal, pero sí seré yo quien diga que las cosas están así porque muchos músicos somos colaboradores, consentidores y beneficiarios
de esta política. (Aunque ya sé que tú no, tanquilo)
Eso hace que debamos cuestionarnos también si, cuando nos quejamos de esto, de lo que realmente nos quejamos es de no ser nosotros, nuestro grupo, el que recibe el odiado apoyo artificial.
Y ahí está el quid de la cuestión. Es sistema favorece que miles de músicos peleen por unas migajas que son pocas, escasas y ninguna. Cero patatero.
Y cuanto menos dinero ganamos, más nerviosos estamos, más discutimos sobre las causas, más nos echamos la culpa entre nosotros, menos tiempo para hacer música, más rebajamos nuestros cachés, justo para poder competir con lo incompetible.
Un ejemplo doloroso. A mediados de los ochenta montamos en Madrid un grupo que prometía. Conseguimos mánager, grabar un disco (mal grabado en un estudio de tercera) y, por fin, la cutre casa de discos que nos movía nos dio la ansiada noticia: íbamos a tocar en "La Discoteca", la que estaba de moda, por donde habían pasado cientos de músicos a los que admirábamos, muchos de ellos internacionales. Decir que estábamos en éxtasis era decir poco. Y tocamos, y bueno, ni fu ni fa. Pero lo que me dejó flipao hasta las cejas fue enterarme, enterarnos, en los días siguientes, de que nuestra casa de discos había pagado cincuenta mil pesetas por que pudiésemos tocar. ¿Como? ¿pagar? ¿estamos locos o qué...? Era la primera vez que un grupo al que yo perteneciera había pagado, en vez de cobrar, por tocar. Mira, aún hoy se me ponen las escarpias como pelos. Lo mirase como lo mirase, aquello era un error, y de ahí no podía salir nada bueno. El mundo al revés.
Pues bien, si en vez de no haber sacado nada de aquello, hubiésemos dado el campanazo, y hoy estuviésemos en el candelabro...¿estaría hablando así, en este tono?. Honestamente creo que tanto yo, como miles de músicos a los que nos va como el culo con el tema del dinero, estaríamos diciendo: ¡ea!, amigo, es la vida....
Así que, los músicos tenemos una gran responsabilidad cuando tomamos decisiones, pues cada decisión personal se añade, de forma imperceptible pero real, al total de las decisiones de todos los demás músicos, y el resultado global de nuestras decisiones crean la realidad de nuestro mundo musical y, por ende. personal.
Te voy a confesar una cosa: estoy en bancarrota. Tanto es así que mi cabeza siempre está trasteando a ver de qué manera puedo ganarme la vida con la música. Y hace unos días pensé en poner anuncios en internet para ofrecer canciones a medida, como regalo para el cumpleaños de un niño, para que un chico se la regale a su chica o a su padre, para alguien que quiere tener una canción personalizada. Y lo haría en el estilo que me dijeran, rock duro, blando o, directamente, líquido. Me da igual porque tengo que pagar el alquiler y no llego. Hago lo que sea. Entonces me pregunto a cuánto puedo cobrar por tema. Calculo lo que puedo tardar en hacer ese trabajo, tiempo de programación, hacer la letra, mandar un borrador y luego hacer algunas correcciones, etc. Pues así, a bote pronto, pienso que cien euros puede ser justo. Si me encargan cuatro temas al mes, no me saca de pobre, pero me ayuda a no tirar la toalla, mientras aún podría hacer lo que más me gusta en el mundo, que es hacer música. Pongo en google las palabras mágicas (te invito a que hagas la prueba) y veo, con horror lovecraftiano, que hay un montón de gente que cobra....¡¡¡¡veintinueve euros por hacer lo mismo!!!! ¡ajdlelgmbjg%ñykgp?$·kg)(%$lf)$lkf! (perdonad, lo siento, no volverá a ocurrir). Lo que imagino que hay detrás de ese precio es....una fábrica. O un genio que hace temas estupendos a gran velocidad. Y mi desesperación hace que los odie y envidie a la misma vez. Un inciso, que voy a tomarme la pastilla.
Y así volvemos al principio otra vez. Como ves, cuando empiezas a analizar, existen razones más que suficientes para A: volverte loco. B: no llegar a nada. C: encuentras que el músico no es la víctima, sino parte del problema. D: que esos ojos que brillan en la oscuridad no tienen buena pinta.
Voy a parar porque sino tendré que seguir. No le voy a dar más vueltas, estoy mareado. Y además tengo algo de prisa, que me cierran la oficina de empleo....
Y tú ¿cómo lo ves?
Un saludo, compañeros.