Y es más , el artista recatado, pudoroso, modesto, o, incluso tímido, ¿es menos artista por no cumplir con esos topoi de rompe y rasga?
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Y, que conste, yo soy un pésimo artista y aún peor músico; eso sí, como rupturista, inventivo, ocurrente, irreverente, enfant terrible y tocagüevos (encima sin dar la imagen, lo cual coge desprevenidos a algunos) no tengo rival.
El problema radica en que la mayoría de las personas no respetamos la naturaleza de las cosas, así muchos tenemos hijos, estudiamos una cosa u otra, nos dedicamos a algo, damos nuestra vida a cambio de. Los hijos hay que tenerlos, por ellos, no por nosotros.
Volviendo a la música se podría decir que la mayoría de los músicos, productores, compositores, interpretes utilizan la música o lo que sea no para servir a la música, no para aportar musical o artísticamente algo a los demás o a si mismos. En la mayoría de las ocasiones la mayoría de la gente solo hace cosas para recibir reconocimiento, fama, dinero o cualquier otra cosa distinta a la finalidad de crear. En cualquier otra disciplina artística pasa lo mismo. La gente no quiere hacer surf, solo quiere hacerse una foto haciendo surf y colgarlo de las redes sociales. Necesitan el reconocimiento que ellos mismos no se otorgan. Es un problema de autoestima mezclado con algo de narcisismo, vanidad, competitividad insana, ajenos a la natural y responsable necesidad de crear artísticamente algo.
Vivimos en un mundo superficial donde el único valor es material, solo se incentiva lo que se puede comprar o vender, en un mercado inexistente de bienes que intenta cosificar cualquier valor real. La intelectualidad, el arte, hasta el pensamiento se vende a granel prostituyendo cualquier realidad para que las fantasías de unos pocos y su inerte universo premeditado sea la referencia de cualquier ser viviente. El triunfo no existe, el único triunfo es levantarse todos los días y poder mirarse humildemente en un espejo. No hay nada más. La calidad de una obra no se mide por la magnitud de su auditorio, y menos en mundo de aborregados impenitentes adiestrados para no reconocer el valor ni el significado natural de las cosas.
La música no le pertenece a nadie, es como el aire que respiramos, es de todos y no es de nadie. Hablar de “mi música” ya confiere un error de apreciación en la misma afirmación. Los grandes no han sido grandes por crear nada sino por reconocerse como parte del proceso, no son los dueños del proceso son solo el catalizador, el soporte, la oportunidad, el hipotecado del proyecto. Los únicos dueños del arte son los que sin decir nunca nada disfrutan de él sin pedirle nada a cambio.
Lo otro es fruto de nuestra condición humana. El arte es fruto de la naturaleza, no nuestra. Nosotros solo somos observadores pasivos, es lo más cerca que vamos a estar de Dios, de la creación, de la realidad en la que vivimos.
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